Por Edgard Rodríguez C.
Desde este sábado que recién ha pasado, Garry Kasparov se ha unido a la lista de ilustres visitantes que han arribado a nuestro país desde un plano estrictamente deportivo.
Algunos de nuestros historiadores aseguran que por estas tierras pasaron figuras del calibre del velocista Jesse Owens y el boxeador Joe Louis. También está registrada la llegada del jardinero Joe DiMaggio y el lanzador Bob Feller en 1970. En fin, hay una lista que va creciendo.
En meses recientes vimos a Rod Carew y a Cal Ripken, ambos del Salón de la Fama. Desde San Juan del Sur se informa de los viajes por esa zona de Steve Nash, el canadiense que ha ganado dos títulos de Más Valioso en la NBA y que aún brilla con los Suns de Phoenix.
Pero hay muchos más. Sin embargo, mi propósito no es hacer el recuento, si no hacer referencia a que Kasparov estará en esa lista histórica por el nivel que adquirió como ajedrecista de alcance universal y por las propias decisiones que tomó en su vida.
No cuesta mucho impresionarse por los logros de este jugador, nacido en Baku, Azerbaijan. A sus ocho años ya había mostrado su extraordinario talento. A los 13 ganó el campeonato nacional juvenil en la ex URSS, y a los 17 ya era el monarca mundial en esa misma categoría.
A los 21 años ya disputaba el cetro mundial, en manos del ruso Anatoli Karpov, a quien destronó en 1985 en unas tórridas batallas que se prolongaron hasta la fatiga. Y reinó hasta el año 2000, período en el que se creó la reputación de invencible.
Aún sin título, Kasparov goza de un gran prestigio, soportado por los 2,850 de Elo (método para calcular lo relativo al nivel de las habilidades de los jugadores, llamado así en honor a su creador, el físico húngaro Arpad Elo), con lo que superó a Bobby Fischer, quien con 2,785 tenía el más alto registro de la historia.
Kasparov vino en una gira para promover la candidatura de Karpov a la presidencia de la Federación Internacional de Ajedrez, pero a la vez, visitas de este tipo dan siempre un valioso impulso a la práctica de este deporte, que ha estado trabajando aunque sin hacer mucho ruido.
Kasparov se retiró ayer del país y dejó una impresión bastante buena entre aficionados y jóvenes ajedrecistas que acudieron a saludarlo.
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