Tomado de EL UNIVERSAL
Caracas, Venezuela
Alfredo Keller, de la consultora venezolana Keller y Asociados, indica en esta entrevista con El Universal que existe una tendencia hacia la pérdida de apoyo al presidente Hugo Chávez, y ese descontento puede ser capitalizado por la oposición en Venezuela en las elecciones parlamentarias del próximo septiembre.
Hay una evidente disparidad en los resultados de las encuestas sobre las parlamentarias del 26 de septiembre y en cuanto a la intención de voto para las presidenciales. Tus datos parecen los más optimistas para la oposición. La pregunta es: ¿quién está equivocado?
No conozco las otras encuestas. Es obvio que los demás tampoco conocen la nuestra.
La tuya es de dominio público.
Entiendo que alguien la puso a circular. Ahora, yo espero no estar en una situación como la colombiana. Ahí todas las encuestas se equivocaron.
No es el caso venezolano, donde hay resultados contradictorios.
Efectivamente. Pero lo que yo puedo decir en defensa de nuestras encuestas es que son absolutamente coherentes, desde la primera pregunta hasta la última. Es evidente el deterioro del entorno socioeconómico y político que se manifiesta en los resultados de las encuestas. Pérdida de credibilidad del Presidente y del Gobierno, y creciente dominio de los problemas sobre la independencia de los individuos. Se trata, además, no de un dato puntual extraído de un sondeo, sino de una tendencia que venimos observando desde hace año y medio.
¿A partir de qué momento comenzó a registrarse esa tendencia?
Luego del referendo de 2007 la confianza en el Presidente (Hugo Chávez) es distinta. La esperanza que genera está sopesada por una alarmante preocupación de que su proyecto no necesariamente es conveniente para el ciudadano. Nuestras encuestas las hacemos luego de una batería de focus group . Eso nos permite saber qué está pensando el ciudadano sin necesidad de imponer una hipótesis de trabajo.
¿Qué está pensando el ciudadano?
Hay un hecho que nos indica cómo ha variado la dinámica. Uno es que la defensa al Gobierno se circunscribe exclusivamente a las misiones (de ayuda) y cuando alguien las defiende, inmediatamente el grupo discute su eficiencia. Las críticas más comunes sobre la distribución de alimentos son: las colas para acceder al consumo, la compra de determinado producto condicionada por la adquisición obligatoria de otro, nunca se consigue todo lo que buscas, hay corrupción (mientras a uno le dan un kilo de azúcar, a otro le entregan tres o cuatro).
¿No ocurre a veces que los seres humanos no obedecemos a las normas del sentido común y entramos en contradicciones al dejarnos llevar por factores que van más allá de la racionalidad? No puedes seguir siendo fiel a Chávez a pesar de estar mal en lo económico.
Nuestros estudios señalan que el apoyo a Chávez tiene que ver mucho más con su discurso, su promesa de bienestar y su esquema de polarización que con sus resultados. Al analizar las curvas del discurso y de la gestión, descubres que la popularidad del Presidente se asocia con la curva de la promesa. El problema es que luego de casi doce años las promesas no se concretan y eso se traduce en una muy grande insatisfacción dentro de los sectores populares. El resultado es un sentimiento de indefensión ante un ambiente de hostilidad que la gente no puede controlar. Y no se trata sólo de un problema de delincuencia, sino de incertidumbre en lo económico, de insuficiencia en el consumo, de ilusiones perdidas.
¿Quién puede devolverle la ilusión a la gente?
Ese sentimiento de indefensión en las zonas populares se ahonda porque la oposición no ha logrado vender allí una alternativa. Por tanto se está produciendo una anomia colectiva, porque si no capitalizas el descontento, no hay transferencia de lealtades.
Sin embargo, tu encuesta dice que Chávez pierde con cualquier candidato de oposición por más de 16 puntos.
Sí y eso nos lleva al escenario de Colombia, donde el electorado que expresaba su deseo de votar por Mockus se encontraba con un severo dilema. Mockus, con todo lo creativo y chiflado que es, representaba, hasta cierto punto, un modelo antisistémico, mientras Santos, Vargas Lleras, Sanín y Pardo encarnaban un sistema cuyo líder es Uribe, con 80 por ciento de popularidad. Entonces, quien simpatizaba con Mockus no podía resolver el dilema de votar por un candidato antisistema, a favor del sistema y por eso se abstenía. La consecuencia de esa contradicción se reflejó en los resultados electorales y puso al descubierto la existencia de una opinión pública y una opinión electoral.
¿Ocurre lo mismo en Venezuela?
Aquí puede estar pasando algo por el estilo. Tienes una opinión pública, dominada mayoritariamente por el desencanto y la incertidumbre, que no necesariamente se traduce en una acción electoral. Las encuestas miden opinión pública, de la cual tú infieres conducta electoral, aunque eso no termine ocurriendo. No obstante, hay una tendencia hacia la pérdida de apoyo al presidente Chávez.
Entonces las encuestas no pueden establecer realmente quién ganaría si las elecciones fueran hoy, porque la gente expresa una opinión, pero no la convierte en voto. Se abstiene.
Quizás yo fui el primero en ocuparme de medir la variable abstención y lo vengo haciendo desde hace veinte años. Algo que descubrí es cómo resulta imposible determinar el problema. Y eso es así porque sistemáticamente las encuestas acertaban en intención de voto, pero fracasaban en participación electoral. Cuando preguntas “qué tan seguro está usted de ir a votar”, parte de quienes te garantizan que lo harán terminan no votando. Eso llegó a ser tan importante que se podía predecir el margen de error de quienes después no cumplían con su voto. Esa cifra, que era importante, se ha achicado en los últimos procesos electorales, con lo cual se hace cada vez más difícil predecir participación. Pero las distorsiones que se producían entre intención de voto declarada y voto final tenían que ver con esa variable.
¿Cómo es la situación hoy en día?
Las encuestas nos dicen que 75 por ciento se muestra seguro de ir a votar y eso resulta extraordinario porque en las parlamentarias la intención de voto nunca supera 60 por ciento. En las dinámicas grupales hay una intención elevada de participar porque este evento, en particular, trasciende el significado real de las elecciones. De manera que si la campaña asume un rol estrictamente parlamentario, la abstención será mayor.
Si la abstención es mayor, ¿a quién beneficia?
Al Gobierno. La abstención siempre favorece al Gobierno porque tienen la maquinaria, el aparato y los mecanismos de coacción. Hay mucha gente dispuesta a votar, pero en paralelo la asaltan los temores: la pérdida del secreto del voto, la lista de Tascón (aún vivita y coleando), las presiones clientelares, la amenaza de la violencia. En las dinámicas grupales los participantes superan esos temores y expresan, con gran firmeza, su disposición a votar.
Esos temores obviamente son inducidos.
Forman parte de un guión del Gobierno para desactivar parte de la oposición. Cuando hay polarización no existe el centro, una ficción, pero los “ni ni” (supuestos neutrales) también tienen posiciones políticas y las expresan. Cerca de 70 por ciento de ellos son opositores, sólo que se refugian en la neutralidad ante el clima de amenazas, temores y de rechazo al esquema de la polarización. En una situación como esa sacar la banderita de la neutralidad no surte ningún efecto. O estás con un bando o estás con el otro. Cuando le preguntamos a la gente si votaría por candidatos del partido de gobierno o de candidatos de partidos de oposición (y aquí surgen las discrepancias con otras encuestadoras), el Gobierno gana con 38 sobre 25. ¿Pero qué pasa con el resto del electorado que no vota ni por uno ni por el otro? Todos responden que lo harán por la oposición en figuras independientes.
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