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Carlos Fuentes. LA PRENSA/EFE/CLAUDIO REYES

Los eternos olvidados de los Nobel

Marcel Proust, Franz Kafka o James Joyce se encuentran entre los escritores más citados a la hora de recordar a los eternos olvidados por el Premio Nobel de Literatura.

Por Concha Carrón/EFE REPORTAJES

Marcel Proust, Franz Kafka o James Joyce se encuentran entre los escritores más citados a la hora de recordar a los eternos olvidados por el Premio Nobel de Literatura.

Hasta 1909 no ganó el Nobel de Literatura una mujer, correspondiendo tal honor a la sueca Selma Lagerlöf por su obra El maravilloso viaje de Nils Holgersson, mientras que los autores de habla hispana distinguidos con el galardón a lo largo de más de un siglo han sido un total de diez.

La lista de “agraviados” es larga, y en la misma se encuentran autores reconocidos mundialmente como Tolstoi, el francés Emile Zola, el alemán Bertolt Brech, el español Federico García Lorca o el argentino Jorge Luis Borges.

En defensa de la Academia sueca, institución destinada a premiar la buena literatura, es justo reconocer que, entre los premiados con el codiciado Nobel, ni caben todos los que son, ni existe un criterio objetivo al que atenerse, aunque muchas han sido las voces que han ido más allá y que han apuntado a un sistema de votación politizado y a un reparto de los premios más pensado en términos geográficos que literarios.

Aunque Proust, Kafka o Joyce se encuentran en el núcleo duro de los autores “ignorados” por el máximo galardón literario, la lista de agraviados es larga y en la misma también se han echado tradicionalmente de menos a personajes como los argentinos Jorge Luis Borges o Julio Cortázar, el ruso Vladímir Nabókov o el uruguayo Carlos Onetti.

 Franz Kafka.
LA PRENSA/ARCHIVO.

Nadie duda de que no debe ser fácil para el jurado decidir cada año al autor que haya producido en el campo de la literatura “la obra más destacada en la dirección ideal”, deseo expresado en su testamento por el millonario sueco Alfred Nobel, creador de estos prestigiosos galardones, lo que seguramente justifica para el común de los mortales, aunque quizá no para algunos expertos, el que grandes autores clásicos del siglo XX no hayan estado entre los premiados.

El primer laureado con el Nobel de Literatura recién iniciado al siglo XX (1901) fue el francés Sully Prudhomme, con su obra La felicidad , una época en la que contemporáneos como Tolstoi o Zola probablemente fueron considerados por el jurado demasiado anarquista el primero y demasiado avanzado para su tiempo el segundo.

Hubo que esperar hasta 1909 para que una mujer estuviese en la lista, correspondiendo tal honor a la sueca Selma Lagerlöf con El maravilloso viaje de Nils Holgersson, quien abrió el camino para que el Nobel consagrase durante todo el siglo a un total de doce féminas, la última de ellas la de este año, la rumano-alemana Herta Müller.

Mucho ha llovido desde entonces, pero a lo largo de más de un siglo, de los cien autores galardonados con el Nobel, diez lo fueron de habla hispana.

Los homenajeados han sido los españoles José Echegaray y Eizaguirre (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1989), el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967), los chilenos Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971), el colombiano Gabriel García Márquez (1982) y el mexicano Octavio Paz (1990).

BORGES, TAMBIÉN OLVIDADO

Para muchos críticos literarios, la fecunda obra de Jorge Luis Borges, uno de los escritores más importantes de la literatura del siglo XX, bien hubiera merecido este reconocimiento, que también se le podría haber concedido a Carlos Onetti, con una obra literaria de una incuestionable originalidad.

 Jorge Luis Borges.
LA PRENSA/AP

Tampoco estuvieron nunca entre los “elegidos” autores mundialmente reconocidos como Tolstoi, novelista ruso con obras de la contundencia de Guerra y paz o Anna Karénina ; Paul Valéry; el padre del naturalismo, el francés Emile Zola; el británico Joseph Conrad; el alemán Bertolt Brech; el español Federico García Lorca o la francesa Marguerite Duras.

No obstante, para la mayoría de ellos, el plazo se agotó inexorablemente, ya que las estrictas normas de los Nobel relegan sólo al mundo de los vivos este galardón y prohíbe que el mismo pueda ser atribuido a un autor a título póstumo.

Entre los escritores vivos considerados año tras año eternos candidatos se encuentran autores de la talla del peruano Mario Vargas Llosa, el mexicano Carlos Fuentes, el español Miguel Delibes, el israelí Amos Oz o el estadounidense Philip Roth, a quienes numerosas voces piden que se les haga justicia por su contribución, en calidad y cantidad, al campo de la literatura.

No obstante, mientras unos anhelan este reconocimiento otros osaron rechazarlo, como Borís Leonídovich (1958), debido a las presiones del gobierno soviético para no aceptarlo, o Jean-Paul Sartre (1964), quien alegó que su aceptación implicaría perder su identidad de filósofo.

Para los autores premiados, tan importante como el diploma que atestigua la percepción del Nobel es la cuantía económica que le acompaña, superior al millón de euros, con la que la Academia intenta evitar al laureado preocupaciones económicas que le hagan descuidar su trabajo en favor de la literatura.

Mario Vargas Llosa.
LA PRENSA/AP

Pero para algunos de los designados, como la británica Doris Lessing, a la que el reconocimiento le llegó en 2007, a punto de cumplir 88 años y después de figurar más de treinta años entre los favoritos, el Nobel se convirtió, un año después de su recepción, en “un maldito desastre”.

“Todo lo que hago ahora es dar entrevistas y pasar tiempo en sesiones de fotos”, dijo la autora de El cuaderno dorado , quien confesó que el galardón había trastornado completamente su hasta entonces apacible vida en Londres.

A pesar de que los miembros de la aclamada Academia sueca han asegurado siempre que se les ha querido oír que su designación está al margen de criterios políticos, no han sido pocos quienes han visto esa intención en la elección de personajes como el ex primer ministro británico Winston Churchill (1953) o el disidente polaco Czeslaw Milosz.

Sin embargo, guste o no guste el resultado, año tras año en el mes de octubre se seguirán sucediendo los Nobel de Literatura, que probablemente seguirán dando más de una sorpresa a propios y extraños y haciendo mundialmente famosos a algunos escritores hasta ese momento prácticamente desconocidos.

La Prensa Literaria

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