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En febrero del 2003, Daniel Ortega disparó un par de bombas durante una manifestación sindical en la época en que “gobernaba desde abajo”.

Arma política mortal

17 de mayo de 2004. En la ciudad de Jinotepe, los estudiantes del Centro Universitario Regional de Carazo (CURC- Carazo) se han tomado las calles. Suena la música de protesta y se escuchan muchas explosiones. Son los morteros que hacen estallar los estudiantes, lanzándolos al aire con tubos metálicos que asemejan la forma de un fusil.

un instrumento de celebración a convertirse en un arma de fuego que en Nicaragua tiene esencialmente un fin político. Es el “arma de reglamento” de las trubas orteguistas a pesar que la ley prohíbe su uso y portación

Fotos de La Prensa/Archivo

El mortero, un explosivo artesanal de pólvora envuelta en papel, y el lanzamorteros, dispositivo de tubos para proyectarlo, fueron concebidos para animar con sus estruendos distintas celebraciones, pero han sufrido variantes a través de su paso en la historia bélica de Nicaragua, convirtiéndose en un arma mortal que ya ha cobrado vidas.

17 de mayo de 2004. En la ciudad de Jinotepe, los estudiantes del Centro Universitario Regional de Carazo (CURC- Carazo) se han tomado las calles. Suena la música de protesta y se escuchan muchas explosiones. Son los morteros que hacen estallar los estudiantes, lanzándolos al aire con tubos metálicos que asemejan la forma de un fusil.

Ante la revuelta, la Policía desarrolla un operativo en el lugar para asegurar el orden, sin embargo —como relató el entonces jefe de la Policía Nacional, primer comisionado Edwin Cordero— a pesar que los oficiales llevaban la orden de no lanzar bombas lacrimógenas, la batalla empezó apenas vieron llegar a los uniformados. Los universitarios airados se lanzaron contra la Policía, “se les fueron encima como si iban a atacar a sus enemigos”, comentó Cordero ese día.

Así inició la batalla. Los morteros dejaron de apuntar al cielo y se empezaron a disparar de forma dirigida. Uno de esos estudiantes hizo que un mortero estallara tan cerca del oficial Róger Rodríguez Gutiérrez, que le ocasionó una fuerte hemorragia que ni los médicos pudieron contener.

Ese día, además de una veintena de estudiantes heridos por balines, la Policía vistió de luto. El oficial Rodríguez no soportó las lesiones en un riñón y un pulmón. Prácticamente se desangró y al día siguiente murió después de un paro cardio-respiratorio. Una historia lamentable que se suma a lista de recuerdos que han dejado estos explosivos en la sociedad nicaragüense.

Sin embargo, el mortero no ha sido nunca exclusivo de las luchas callejeras. Su origen se remonta más bien a las actividades religiosas, a las fiestas patronales.

En un estudio realizado por los estudiantes de Derecho, Juan Carlos Gutiérrez y Alfonso León, de la Universidad Centroamericana (UCA), se explica que al principio estas bombas eran un elemento importante en la animación de las celebraciones de carácter religioso, pero a través de los años se ha convertido en una problemática que podría mostrar la “evolución o involución” de la sociedad.

“El uso del mortero artesanal y la bomba de contacto, nacen y se montan en la insatisfacción, frustración, ansiedades e ilusiones de un pueblo en busca de un futuro diferente”, comentan en el estudio.

Y es precisamente en busca de cambios que el mortero ha ido evolucionando para convertirse en un medio de intimidación que utilizan los grupos en las protestas, algunos para defenderse, otros para agredir.

Fue así que el mortero estuvo presente en las luchas de los movimientos estudiantiles por conseguir el dos por ciento del Presupuesto Nacional para las universidades, en la década de 1960.

En sus años de rectoría, el jurista Carlos Tünnermann, recuerda que “los muchachos llevaban bombas de mecate, pero no tubos lanzamorteros”.

Las marchas en la década de 1964 a 1974, cuando fungió como rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, eran relativamente pacíficas. Se escuchaban consignas, los estudiantes portaban pancartas, las bombas se tiraban en el piso para que estallaran, pero todavía no se utilizaban los tubos para dirigirlas “al enemigo”.

Años después, el mortero cogió un perfil de arma utilizada por los movimientos sandinistas que luchaban en contra de la dictadura de los Somoza, allá por los años setenta.

Durante la década del primer gobierno sandinista, en los años ochenta del siglo pasado, el mortero perdió relevancia dadas las condiciones sociopolíticas que vivía el país tras las secuelas de una revolución, pero ya en los años noventa, con el cambio de Gobierno, este explosivo personaje volvió a tomar importancia.

Según recuerda Tünnermann, el uso del mortero como arma se comenzó a desarrollar en la década de los noventa, cuando la lucha universitaria era por el seis por ciento para las universidades públicas.

En su estudio El uso del mortero como expresión social , los estudiantes coinciden con esta afirmación, explicando que “fue hasta en la década de 1990 que se comenzó a utilizar el mortero artesanal como forma de expresión, de agitación y de protesta en las manifestaciones estudiantiles”.

Y agregan que con el tiempo el mortero se ha convertido en un instrumento capaz de incidir en las decisiones gubernamentales, como parte de la estrategia de “gobernar desde abajo” implementada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional como principal grupo político opositor a los gobiernos que dirigieron el país durante los 16 años posteriores a la década revolucionaria.

El mortero se convirtió entonces en un medio de agitación utilizado en las tantas protestas que ocurrieron en esos años. Estudiantes, médicos, transportistas, maestros y civiles en general han empuñado un tubo lanzamorteros para hacer escuchar sus demandas, en muchas ocasiones sin medir los resultados del uso de un arma tan peligrosa y mortal como ésa.

Pero contrario a los catastróficos antecedentes en los que ha muerto un policía y varios estudiantes y civiles en general han resultado gravemente heridos producto de la detonación de un mortero, aún existen voces que suenan a favor de los morteros como una forma de expresión social de nicaraguanidad.

Entre esas voces está la del diputado Gustavo Porras, dirigente del Frente Nacional de los Trabajadores, quien llevó su turba de sindicalistas a “morterear” frente al Banco Central de Nicaragua, donde funciona la sede del FMI (Fondo Monetario Internacional). Esa vez el motivo fue “injerencismo”, según los sindicalistas.

Jasser Martínez, en sus años “mozos” como presidente de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), llegó hasta a tildar el uso del mortero como un método “legítimo” para defender las luchas del seis por ciento.

Pero, como se demuestra en el estudio El uso del mortero como expresión social , la población en su mayoría rechaza su uso.

En un sondeo realizado a cien personas, entre ellas policías, estudiantes, amas de casa, políticos y religiosos, descubrieron que al menos el 80 por ciento rechaza el uso del mortero y considera que puede causar muchísimo daño físico a personas y propiedad privada, y además, proyecta una mala imagen del país a nivel internacional.

El mortero se ha convertido en un arma intimidatoria, a pesar que su uso está prohibido por la Ley 510, en la práctica, hasta la misma Policía Nacional ha permitido su utilización, tal como ocurrió en las marchas políticas del 21 de noviembre del año pasado, en las que al final también resultaron varias personas heridas. b

La Prensa Domingo

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