Río de Janeiro/EFE
Miles de brasileños reunidos en la playa de Copacabana de Río de Janeiro para ver el debut de su selección en el Mundial acogieron hoy con cierto escepticismo la ajustada victoria de su equipo ante Corea del Norte por 2-1.
Cerca de 20.000 personas se reunieron hoy en un ambiente festivo en la arena Fan Fest Rio, montada en Copacabana, con la expectativa de que el estreno de la Canarinha en el Mundial traería una goleada que no se materializó y que dejó muchas dudas sobre el potencial del equipo.
La primera parte del partido, en la que no hubo goles, dejó cabizbajos a los seguidores de la selección brasileña que, exigentes y conocedores del buen fútbol, esperaban desde el primer minuto una goleada a los asiáticos.
La afición, que no le perdona al técnico Dunga que dejara fuera de la convocatoria a algunas de las viejas glorias y jóvenes promesas del fútbol brasileño, durante la primera mitad del partido dejó aflorar las primeras críticas contra el seleccionador.
Todo cambió en la segunda parte, cuando los goles del defensa Maicon y del centrocampista Elano hicieron estallar de alegría al público congregado en la playa.
Esa alegría acabaría enturbiada por un gol de los norcoreanos cuando el partido estaba a punto de acabar y que dejó cierto sabor amargo en una victoria sin brillo en la que, para completar, Kaká, la estrella del equipo, estuvo apagado.
Aun así, los brasileños demostraron que les gusta disfrutar de su fútbol y, sobre todo, celebrar las actuaciones de su equipo en el Mundial, en el que han puesto todas sus expectativas.
Los más madrugadores empezaron a hacer cola a primera hora de la mañana para asegurarse un buen lugar delante de la pantalla gigante del Fan Fest Rio, un espacio de ocio habilitado en la playa para seguir los juegos del Mundial.
Cuando faltaba una hora para el comienzo del partido, largas colas de aficionados se formaban a la entrada del recinto, mientras adentro una gran masa de color verde y amarillo teñía la arena de Copacabana con sus pelucas, camisetas, juguetes inflables, trompetas a modo de vuvuzelas e innumerables banderas de Brasil.
Turistas, brasileños de todo el país y muchos cariocas que habían salido antes del trabajo para poder ver el debut de su selección se amontonaban dentro del recinto, mientras las calles de Río de Janeiro quedaban desiertas durante los noventa minutos que duró el partido.
Una situación similar se vivió en otras grandes ciudades, como Sao Paulo, la mayor urbe brasileña, donde unas 50.000 personas se congregaron en el céntrico Vale do Anhangabaú para hacer fuerza por Brasil, y en Salvador (nordeste) donde el partido fue animado por los tambores del grupo Olodum.
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