Fotos de La Prensa/Erika Gertsch/Cortesía
Aluumnooos ¡firmes! Manooos ¡saludo!” Era lunes por la mañana. En señal de respeto los varones llevaban la mano a su sien derecha y las mujeres su mano al pecho. Vestimenta impecable y postura rígida al orar, para luego entonar el Himno Nacional. El sueño de Anastasio Somoza García estaba siendo cumplido por su hijo Luis Somoza, un primero de febrero de 1960. El centro concebido para formar a los hijos de los militares de la Guardia Nacional estaba en funciones.
Según el historiador Nicolás López Maltés, miembro de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, el proyecto fue prometido por el General Somoza García, pero tras el asesinato de éste en 1956, su hijo Luis Somoza Debayle se encargó de hacerlo realidad.
“Lo que pretendía Somoza García era suplir educación primaria y secundaria de alta calidad a los hijos de militares de la Guardia Nacional que constantemente eran transferidos a diferentes comandos y cuarteles de Nicaragua. El colegio fue nombrado Primero de Febrero porque en esa fecha se conmemoraba el natalicio del General Somoza García”, asegura el historiador.
La disciplina que caracterizaba a este centro educativo es recordada por todo el que ha pasado por estas aulas como “estricta”.
Sin embargo, un cambio repentino ocurre, la presión política da un giro a la idea concebida que narra López Maltés, y a raíz de una carta emitida por el entonces Ministro de Educación, René Schick, se considera que no sólo los hijos de militares podían entrar a estudiar en este colegio tildado de “somocista”, sino todo aquel estudiante que tuviera una recomendación militar.
Ramón Khalona, destacado ex alumno del extinto Colegio Primero de Febrero y uno de los recopiladores de la memoria histórica del centro, tiene entre el material una carta publicada por Schick en un diario nacional, donde se daba por hecho la incorporación de todo estudiante que quisiera ingresar al Primero de Febrero.
“Es lamentable observar que iniciativas valiosas como ésta, destinadas a fomentar la cultura nacional, sean objeto de críticas infundadas que desvirtúan los altos objetivos de bien público que persiguen. (…) Este nuevo centro de cultura está siendo construido a costa del presupuesto del Ejército. Nadie podrá negar que esa inversión constituye el más elevado destino que pueda darse a los dineros de la Nación. Ingresarán a ella hijos de militares, pero podrán también hacerlo otros niños nicaragüenses, sin otra limitación que la capacidad material del edificio”, cita la carta en referencia a la polémica desatada en ese entonces por la fundación del colegio.
El historiador Roberto Sánchez asegura que pese a lo anunciado por Schick, en la realidad “no cualquiera podía entrar, tenías que tener unas recomendaciones para poder estudiar, entonces o eras militar o tenías que ser hijo de un buen somocista”.
Y agrega que eran el “colegio público sin duda, más privilegiado del país; éstos tenían unos buses Mercedes Benz, los estudiantes del Colegio Primero de Febrero eran recogidos en sus casas y tenían ciertos privilegios en materiales escolares. Estaba a la vista que era el colegio de los somocistas y estaba considerado como una instalación militar, una más de la Guardia Nacional”, asegura Sánchez.
Este colegio privilegiado en la era de los Somozas dedicó 7 de sus 17 promociones a la familia del dictador.
Sin embargo para el Mayor Ramón Ernesto Fong, quien fue inspector general y luego el último subdirector del Colegio Primero de Febrero, el término de “somocista” era un “mala fama” que le dieron al colegio, porque en la realidad tanto hijos de militares de la Guardia Nacional como hijos de civiles podían gozar de una “enseñanza de calidad en un centro público“ ”que disponía de una biblioteca, un departamento de psicología, canchas deportivas, enfermería, consultorio médico, clínica dental, cafetería y zonas de recreación.
“¡Somocistas! Eso era una mala propaganda, porque si retrocedemos el tiempo y usted hubiera tenido la oportunidad de llegar un día al colegio, yo le hubiera invitado a pasear por ahí y hubiera visto que nunca se hablaba de política, estaba prohibido. Además no se les incitaba a entrar a la Academia Militar, si bien se pensó en su fundación que el destino final de todo era una carrera militar, en la realidad iba el que tenía vocación”, asegura el Mayor Fong.
Fong, quien estudió en Francia un curso militar y el idioma para luego enseñar en el colegio, es consciente que el hecho de que fueran guardias los que dirigieran el colegio permitía que los niños y jóvenes crecieran en un ambiente disciplinado que dio lugar a muchos a especular, pero que la finalidad era “orientarlos en el camino correcto para desenvolverse mejor en la vida y en la universidad”.
Pero a diferencia de otros centros educativos de ese entonces “los castigos” eran más severos. El profesor Héctor Gutiérrez, docente fundador del colegio, recuerda la metodología que utilizaban.
“El Mayor Elías Monge (q.e.p.d.) contrató a personas graduadas de la Academia Militar para que se encargaran de la disciplina, el porte y aspecto de los estudiantes; éstos tenían que andar nítidos. Pero además llevó la parte de las sanciones de tipo militar por ejemplo con un lápiz en el piso y dar vueltas, correr reiteradas veces por las canchas, sancionarlos por tres días antes una falta, y entonces era rígido aquello, por eso a los padres de familia le gustaba lo que se perfilaba”, asegura Gutiérrez.
El profesor de Matemáticas y Física recuerda cómo en sus tiempos de juventud vio pasar por los largos pasillos del Colegio Primero de Febrero a estudiantes como Francisco López (tesorero del partido FSLN, actual vicepresidente de Albanisa y presidente de Petróleos de Nicaragua), a monseñor Eddy Montenegro, alto jerarca de la Iglesia católica y Wilfredo Navarro, actual diputado por el Partido Liberal, entre los miles de estudiantes graduados del bachillerato.
“Recuerdo perfectamente a Chico (Francisco) López, no le di clases a él, pero era amigo de mi cuñado Julio Rocha. Chico era un poco atolondrado, no le daba importancia a la vida y como él mismo cuenta no quisiera volver a vivir, por ejemplo el licor, la vagancia. En el colegio nunca, porque sus vagancias eran fuera, pero el hombre demostró ser de buena madera; hoy por hoy es un hombre humanista, ayuda tremendamente y ha alcanzado grandes cargos en el Gobierno. ¡Qué interesante de una persona atolondrada de ayer a un hombre de éxito de hoy”, asegura Gutiérrez.
El profesor Gutiérrez recuerda a Monseñor Eddy Montenegro con “gratos recuerdos”.
“Eddy Montenegro era muy educado, muy disciplinado, nunca me imaginé que iba a ser un sacerdote. El Colegio Primero de Febrero parió de todo; sacerdotes, pastores, economistas, uno que otros guerrillero como Julián Roque Cuadra, Doris Tijerino”, enfatizó el docente.
Otro bachiller “febrerista”, como se llaman actualmente, es el diputado por el Partido Liberal, Wilfredo Navarro.
“Yo le di clases a Wilfredo Navarro. Era un deportista tremendo (futbolista), tenía una voz poderosa para cantar las rancheras, nunca me imaginé que iba a llegar a político, un poco más y llega a ser alcalde de Managua, recuerdo que para ese entonces yo le apoyé tremendamente”, expresó Gutiérrez.
Por su parte Wilfredo Navarro asegura que el Primero de Febrero forjó su carácter. “La disciplina, el orden y la responsabilidad me marcaron. El hecho de tener profesores que habían sido miembros del Ejército fomentó mi sentido de la responsabilidad”.
Y agrega que “una gran mayoría de los estudiantes eran hijos de militares y al que recuerdo es a Julián Roque (q.e.p.d.) cuyo padre era un oficial de la Guardia Nacional. Julián fue con los años un militante destacado del Frente Sandinista de Liberación Nacional”, dice Navarro.
El diputado asegura que generalmente los estudiantes que ingresaban en la Academia Militar eran del Colegio Primero de Febrero.
“Yo no puede entrar a la Academia porque en el tercer año que era que se ingresaba yo tenía 13 años y era muy joven y si bien una gran mayoría de las promociones eran dedicadas a los Somozas, nunca recibí afiliación política. Era un colegio que nació para marcar la diferencia, pero Somoza no tuvo incidencia en el centro; los logros y beneficios eran fruto del apoyo de ex militares. El que pretenda decir que era una escuela para preparar cuadros para el somocismo es un mentiroso”.
El Colegio Primero de Febrero se destacó desde sus inicios por la creación de su gimnasia rítmica, según el recopilador histórico, Ramón Khalona, la primera en Nicaragua. Además contaba con una banda musical y un equipo de baloncesto sobresaliente, donde destacó a nivel centroamericano Fanny Solís, quien fue nombrada Gloria del Deporte Nacional en 1967.
“Estoy en el Salón de la Fama. Me nombran Gloria del Deporte Nacional cuando ganamos invictos el Campeonato Centroamericano en Costa Rica en 1967. El único equipo de mujeres en Nicaragua que ha conseguido tanto”, expresa Fanny Solís.
La deportista recuerda como anécdota que a pesar de ser sobresaliente la castigaron una vez por faltar a una práctica. “Me llamó el teniente Oscar López en público, luego de cantar el Himno Nacional, para decirme que había quedado suspendida por tres días y como yo era caprichosa le dije, ‘bueno, está bien no juego’ (baloncesto) porque yo sabía que me necesitaban. Pero no fue así”, asegura Solís entre risas.
En 1979, tras apresar a varios docentes y directivos, el Colegio Primero de Febrero fue tomado por el Frente Sandinista, “destruyendo” las instalaciones y cambiando su nombre a Rigoberto López Pérez (quien asesinó a Anastasio Somoza García), quedando sólo historia y el recuerdo de los ex alumnos.
Según el Mayor Fong, quien fue subdirector en ese entonces, “cuando se toman el colegio me metieron preso en Granada por ser militar, tras conseguir mi libertad me fui exiliado hacia Estados Unidos. Desde entonces no he vuelto al colegio, he oído que está en condiciones precarias y para mí sería un sufrimiento verlo así, prefiero recordarlo como fue”.
Sin embargo, el colegio febrerista, cuyo nombre han cambiado en tres ocasiones a Rigoberto López Pérez, Salomón de la Selva, para renombrar en el 2006 como Rigoberto López Pérez tras ubicarse en el poder Daniel Ortega no ha perdido, según Fong lo más valioso “el espíritu y orgullo de quienes estudiaron y trabajamos allí”.
Tres décadas después un grupo de ex alumnos se atrevió a organizar, con un año de anticipación, un reencuentro de egresados que residen en Estados Unidos, Centroamérica y Europa, que ahora superan los 50 años de edad.
La fiesta para recaudar fondos para el ahora Instituto Rigoberto López Pérez se realizó ayer en conmemoración al 50 aniversario de la fundación de ese colegio, donde se bachilleraron 2,597 jóvenes entre 1962 y 1978 en 17 promociones.
Según Ramón Khalona: “Hay personas que creen que nosotros somos un grupo que queremos volver al pasado y no es así. Nosotros queremos concentrarnos en lo que podemos hacer para las futuras generaciones que estudian en ese colegio. En el grupo no hablamos de temas de política, ni temas de religión porque queremos concentrarnos en las cosas que nos unen y no que nos puedan dividir. Queremos ayudar”.
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