Blanco y Negro
Cuando hemos alcanzado una situación política como la que actualmente vive Nicaragua, creo que no está fuera de lugar pensar qué tanto le ayuda la cooperación internacional al régimen y qué tanto beneficia en realidad al pueblo.
La situación actual es una de las más complicadas para una democracia, porque, aunque es cierto que no existen olas de asesinatos o encarcelamientos de la oposición, la verdad es que a pasos agigantados el régimen se está acercando al control total del Estado, eliminando los pesos y contrapesos que son básicos para la República.
El régimen orteguista ya no garantiza elecciones libres, ya tiene desarticulado el Poder Judicial, que sólo actúa de acuerdo a los intereses dictatoriales, aun y cuando tenga que pisotear cuanta ley se le pone en frente. Es imposible hoy pensar en un órgano de control de la ejecución presupuestaria para evitar la corrupción y la Fiscalía está prácticamente pintada en la pared.
La Policía, cuando no está en estado catatónico ante las agresiones de las turbas contratadas por el orteguismo contra los que se atreven ante el régimen, está activamente reprimiendo a la gente que exige que se le respete su voto, como en el caso de Boaco.
Y de la Asamblea Nacional ya ni hablar. El pueblo de Nicaragua le dio al no sandinismo una mayoría que ha perdido por ineptitud, división y la compraventa de conciencias.
Además de esa triste situación y de la consabida ineptitud de la oposición liberal, en ambas vertientes, ahora tenemos que escuchar que los países que han apoyado la lucha por la democracia en Nicaragua, tal vez por hastío, dicen: “Los problemas internos deben resolverlos los nicaragüenses”.
Muchos patrioteros seguro en este momento están brincando de su silla porque para ellos “así debe ser”. Así debería ser, si el Dictador y los que queremos la democracia estuviéramos en situación de iguales y pudiéramos recurrir a instituciones que respeten la ley y controlen el ímpetu totalitario, pero, para colmo, mientras el Dictador recibe del negocio petrolero 500 millones de dólares anuales para consolidar su régimen, la oposición tiene dificultad para juntar el uno por ciento de esa cantidad para realizar elecciones primarias.
Y mientras tanto, el Dictador está en el mejor de todos los mundos; el dinero del negocio petrolero le sirve para su dictadura, mientras el que le entregan los organismos internacionales y los bilaterales que quedan le sirve para mantener el país a flote.
El razonamiento es que ese dinero ayuda a los más pobres, pero eso es sólo parcialmente cierto. Si una población recibe agua potable o una carretera gracias a la ayuda internacional, eso es bueno; pero ¿de qué le sirve al pobre si al vivir bajo una dictadura no puede aspirar al progreso y el desarrollo que gozan las personas que viven en libertad?
Los nicaragüenses no queremos ni podemos vivir eternamente de la ayuda internacional y bajo este régimen esa ayuda sólo sirve para consolidarlo y para condenar a los más pobres a vivir en ese estado. [email protected]