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El totalitarismo vengativo

LA PRENSA y demás medios independientes de comunicación han informado ampliamente sobre la represión del régimen orteguista contra el señor Alberto Boschi, el misionero católico de origen italiano que se nacionalizó nicaragüense, formó aquí una familia honorable y ha realizado una encomiable labor social en beneficio de gente humilde de Ciudad Sandino, el municipio de su residencia.

Boschi fue candidato a alcalde de Ciudad Sandino en representación de su partido, el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), antes que éste fuera despojado de su personalidad jurídica por represalia del régimen orteguista, mediante una resolución arbitraria dictada por el Consejo Supremo Electoral. Después de las elecciones municipales de noviembre de 2008, Boschi participó en una acción de protesta democrática y por ese motivo le fue imputado un delito de agresión contra un periodista orteguista, que no se probó que lo hubiera cometido, pero de todas maneras fue condenado a prisión y se vio obligado a huir de Nicaragua.

La semana pasada el señor Alberto Boschi regresó legalmente a Nicaragua, amparado en una amnistía que aprobó la oposición parlamentaria por iniciativa del MRS, pero fue detenido en el aeropuerto e inmediatamente después el Ministerio de Gobernación lo despojó de su nacionalidad nicaragüense, bajo la acusación de haber viajado con un pasaporte italiano. A Boschi se le condenó a la pérdida de su nacionalidad nicaragüense sin ninguna forma de juicio administrativo, como manda la ley, en violación flagrante del derecho humano y constitucional al debido proceso y un juicio justo, el cual protege jurídicamente a cualquier persona, independientemente de su condición económica, su posición social y su nacionalidad. Boschi fue condenado de manera arbitraria y vengativa, como suele actuar el totalitarismo en cualquiera de sus variantes, ya sean de derecha o de izquierda.

En realidad, la represión contra el misionero católico de izquierda democrática, Alberto Boschi, es una venganza del orteguismo porque, siendo él sandinista, escogió la militancia en el disidente Movimiento Renovador Sandinista (MRS). Es que el totalitarismo, ya sea como régimen gubernamental, movimiento político o conducta personal, tiene entre otras de sus odiosas características la de practicar venganza contra quienes piensan y actúan de manera democrática, y se ensaña en aquellos que provienen del mismo partido o corriente ideológica pero se han hecho disidentes. Y la venganza puede ser peor todavía si la disidencia es democrática y beligerante contra el mismo totalitarismo.

La historia de los países que fueron dominados por el totalitarismo fascista de derecha, como los casos de Alemania e Italia en los años treinta y cuarenta del siglo veinte, así como de los que subyugó el totalitarismo comunista en la Unión Soviética y Europa Oriental, y lo que ocurre actualmente en Cuba, Venezuela, Irán y Zimbabwe, para mencionar sólo algunos, ha demostrado una y otra vez que la venganza es una característica esencial del totalitarismo de derecha y de izquierda.

En la desaparecida Unión Soviética los disidentes del partido y del régimen comunista eran reprimidos con igual e inclusive peor brutalidad que como se reprimía a los anticomunistas y contrarrevolucionarios de derechas. Por ejemplo, ningún líder anticomunista y derechista fue perseguido de manera tan implacable como León Bronstein Trotzki, quien fuera camarada y par del mismo fundador del Estado soviético, Vladímir Ilich Lenin. León Trotzki fue uno de los organizadores del partido bolchevique, cabecilla del derrocamiento del régimen zarista y organizador del Ejército Rojo o Soviético. Sin embargo, Trotzki discrepó ideológica y políticamente con Lenin, primero, y sobre todo con Stalin, después, y por eso fue perseguido y expulsado de su propio país. Tratando de escapar de la venganza totalitaria, Trotzki puso un océano de distancia entre la Unión Soviética y su nueva residencia, pero la mano criminal y vengativa del totalitarismo lo siguió hasta México, donde fue asesinado con la cabeza destrozada por un pico utilizado como arma homicida por un fanático agente comunista llamado Ramón Mercader, quien por su “hazaña” criminal fue condecorado con la Orden de Lenin, el máximo galardón que se concedía en la antigua Unión Soviética.

En Nicaragua, Alberto Boschi, disidente de izquierda del orteguismo, no ha sido la primera víctima de la venganza totalitaria. Y seguramente no es la última. Habrá otros que sufrirán represalias inclusive peores, de parte de quienes no sólo tienen una obsesión insana por el poder absoluto, sino que odian irracionalmente a sus adversarios y a los disidentes de cualquier tipo.

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