Por Edgard Rodríguez C.
En Alemania se le disculpó porque era un jovencito, y además, el equipo de Portugal se instaló en el cuarto puesto, lo que dispersó los reflectores, que no se centraron en el prometedor chavalo, sino que aplaudieron el esfuerzo del colectivo.
Pero ahora, en Sudáfrica, cuando estaba más construido como jugador, y después de su indiscutido éxito con el Manchester United, antes de su salto al Real Madrid, Cristiano Ronaldo pasó inadvertido, mientras Portugal hizo una fallida demostración de futbol eficaz, que no le dejó llegar ni a cuartos de final.
Ronaldo careció de brillo, de bravura y de combatividad, factores que lo llevaron a ser temido en los campos que pisaba. Esos elementos, junto a su velocidad, potencia y puntería desde larga distancia y el afán de hacerse notar por encima de todo, apuraron su ascenso a la cima, pero en Sudáfrica lució derrotado y se ha ido sin pena y sin gloria.
Los mundiales son la gran vitrina para las figuras del balompié. Pero como ocurre en toda exhibición, o bien se aprovecha para mostrar el material del cual se está construido, o sirve para exponerse y dejar al descubierto más dudas sobre el potencial y el carácter que se necesita para partidos de calibre, de esos en los que se requiere tanto de talento como de agallas.
Nadie duda del potencial de Cristiano, pero su fracaso en dos mundiales será una hendidura en su perfil, aun cuando pueda llegar a ganar muchas ligas con el Madrid y quizá hasta consiga coronarse en la Liga de Campeones. Pero las grandes figuras de la historia han usado las Copas para dar brillo a sus carreras y fortalecer el legado que dejan a las futuras generaciones.
Ni siquiera en su equipo fue el mejor. Fabio Coentrao, el lateral del Benfica, fue uno de los que ganó más espacio entre la tropa lusa. Incluso, Ronaldo por poco se va del Mundial sin gol. Menos mal que Portugal se soltó ante Corea del Norte y en el desborde ofensivo aprovechó para hacer su tanto, que resultó tan sencillo que pareció darle vergüenza más que orgullo.
Y no sólo es asunto de hacer goles. Es jugar bien. El argentino Messi aún tiene en blanco la casilla de goles anotados, pero nadie cuestiona su calidad y su afán de contribuir con su equipo. Aparece por todos lados y le imprime un dinamismo especial a la tropa suramericana. Eso no pasó con Cristiano ahora.
Menos mal que aún está joven (25 años) y quizá Brasil 2014 sea el escenario en el que logre sacudirse el lastre que ahora se ha pegado a su imagen. Ronaldo es un excepcional jugador y tiene un ego que lo ha empujado a la cima del futbol, pero en el momento más apropiado para lucirse, se hizo a un lado y se fue por la puerta de atrás.