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Luis Sánchez Sancho

El perro Cerbero

Todos los poderes malvados de la Tierra han tenido y tienen siempre sus perros guardianes, feroces, crueles y despiadados: policías uniformados y secretos, cuerpos de seguridad política, fuerzas armadas represivas, jueces verdugos, etc. Y eso es lo que según mi opinión simboliza en la mitología griega la leyenda del perro o can Cerbero.

Por eso, seguramente, es que la palabra cancerbero fue incorporada en el idioma castellano, según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), como un vocablo derivado “de can y Cerbero, perro de tres cabezas que guardaba la puerta de los infiernos”, y la cual, según el mismo diccionario, coloquialmente significa “Portero o guarda severo o de bruscos modales”.

En el idioma de los griegos Cerbero quería decir “demonio del abismo”, según el mitólogo británico Robert Graves. Y explica el francés Jean Francois Michel Noël, que Cerbero era un perro monstruoso de tres cabezas nacido de la unión del gigante Tifón y la monstruosa Equidna, quien tenía una hermosa cabeza de mujer pero el cuerpo de víbora y su garganta “en vez de pelo estaba erizada de serpientes”. Y agrega Noël que los dientes del can Cerbero, “negros y cortantes, penetraban hasta el tuétano de los huesos, causando un dolor tan vivo que ocasionaba una muerte repentina”.

El perro Cerbero permanecía amarrado con serpientes en vez de sogas, junto a la entrada al Infierno, el mundo de la oscuridad, del terror y la muerte, donde reinaba el malvado dios de ultratumba Hades, a quien los romanos llamaban Plutón. La función de Cerbero era cuidar las puertas del Infierno y solía acariciar las almas de los que entraban al mundo de los muertos, pero ladraba infernalmente y mordía dolorosamente a las que pretendían salir.

Sólo en contadas ocasiones se podía burlar la vigilancia del can Cerbero. Entre esas raras oportunidades se cuenta el caso de Orfeo, quien bajó al Infierno en busca de su amada Eurídice después que ésta murió accidentalmente, mordida por una serpiente venenosa. Siendo un músico divino, Orfeo adormeció al perro infernal con los mágicos sonidos de su lira y de esa manera pudo sacar a Eurídice.

También Eneas, el príncipe troyano sobreviviente de la legendaria guerra de Troya, bajó en vida al Infierno y burló la vigilancia del can Cerbero, dándole a comer una torta preparada con miel y una planta adormidera que le dio la Sibila de Cumas, quien lo condujo en su viaje al mundo de los muertos.

Según la leyenda, el can Cerbero sólo tuvo miedo a Heracles (Hércules), el más poderoso de todos los héroes, o sea los personajes mitológicos mitad divinos y mitad humanos porque eran hijos de un dios o diosa y una persona mortal.

Heracles bajó al Infierno en busca de Alcestis, a fin de volverla a la vida después que ella se sacrificó para salvar a Admeto, su esposo. Cuando Heracles llegó a donde estaba Cerbero el feroz perro guardián se atemorizó y se fue a esconder detrás del trono de Hades, el rey y dios del mundo de las tinieblas y de la muerte. Hasta allí fue a buscarlo Heracles, quien lo atrapó, lo encadenó y lo llevó a la Tierra, donde lo encerró en un calabozo que construyó especialmente con ese fin en Tesalia.

Sin embargo, el can Cerbero escapó de su encierro y en venganza esparció el veneno de sus fauces por toda la región de Tesalia, envenenando las hierbas que usaban las sacerdotisas nativas para preparar las pociones mágicas.

Columna del día Opinión mitología griega perro cerbero archivo
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