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Fabio Gadea Mantilla

Abusos bancarios

Querida Nicaragua: Decía mi abuelita que el lugar más seguro para ahorrar sus centavitos era meterlos debajo del colchón. Fue imposible hacerla ahorrar en ningún banco. Y cuánta razón tenía.

Les quiero contar la historia de una cuenta de ahorro en dólares que en mala hora abrí en el que hoy se llama Citibank. Siempre tenía arriba de mil o dos mil dólares.

Cada mes enviaba a un mensajero a sacar determinada suma. Hace varios meses envié al mensajero y le dijeron que para retirar dinero tenía que llegar personalmente el dueño de la cuenta. Como no me sobra el tiempo, opté por ir a cerrar la cuenta en la sucursal de Ciudad Jardín. Me recibió una señorita muy atenta y me hizo ver que no me convenía cerrarla, pues tenían una promoción especial, que me darían ciento cuarenta dólares más o menos para retirar mercadería en un supermercado. Acepté la oferta, recibí el bono y dejé la cuenta abierta con un saldo de 536 dólares.

Pasaron algunos meses. Asumí que la cuenta estaba ganando algún pequeño interés. Hace 15 días opté por ir a cerrarla. Me atendió un joven que me tuvo sentado ahí unos veinte minutos y por último me entregó los papeles de liquidación, con los que el banco me pagaría 363 dólares y no 536. Le hice el reclamo y dijo que el sistema de ellos indicaba ese saldo. Pedí hablar con el gerente, un señor de apellido Berríos, pero andaba fuera del banco. Me retiré con disgusto y no quise recibir la liquidación en la cual me descontaban 173 dólares.

Alguien me recomendó que visitara a la Gerente General del Citibank, licenciada Amalia Barrios, en la oficina principal. Durante una semana mi secretaria se comunicó seis veces con la asistente de la licenciada Barrios y no fue posible conseguir una cita con ella.

Como mi tiempo vale más que la cantidad reclamada, opté por ir de nuevo a la sucursal de Ciudad Jardín y recibir cualquier saldo. Por último me dieron 397 dólares, es decir me quitaron 139 dólares, la misma cantidad que me habían dado en aquel bono para sacar mercadería en un supermercado.

El bono que me habían dado era de mentira, pues me lo debitaron de mi cuenta. Averigüé también que a las cuentas que permanecen inactivas les ponen un castigo. En el caso mío fueron 5 dólares por mes. Y en el mes de junio me cobraron 10 dólares.

Es decir, que una cuenta de ahorro inactiva va perdiendo poco a poco su dinero sin previo aviso del Citibank. O sea que los supuestos intereses que gana, los pierde y su cuenta puede llegar a cero sin que usted lo sepa.

Me pregunto, si el banco tiene mi dinero en su poder está negociando con él en infinidad de transacciones, y con mi dinero está ganando intereses. Esto se llama abuso y más que abuso atraco. Y si me dicen que es una disposición de la Superintendencia de Bancos, pues igualmente este organismo está atracando a los depositantes. Esto es injusto, es asaltar al ahorrante.

No es cuento de Pancho Madrigal. Es una historia auténtica que cualquiera puede comprobar. Yo creo que mi abuelita tenía razón cuando desconfiaba de los bancos y guardaba su dinerito debajo del colchón.

Por mi parte no volveré a pasar ni por la acera del mencionado Citibank. Más que el comunismo estas prácticas son las peores enemigas del capitalismo.

Columna del día Opinión
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