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Luis Sánchez Sancho

Las almas y las sombras

Comentando la columna del viernes 2 de julio (El perro Cerbero) el amigo Bayardo Muñiz advierte una contradicción en la cita que hice del mitólogo francés Jean Francois Michel Noël, tomada de su Diccionario de Mitología Universal , acerca de que “los dientes del can Cerbero, “negros y cortantes, penetraban hasta el tuétano de los huesos, causando un dolor tan vivo que ocasionaba una muerte repentina”.

Refiere el señor Muñiz que en la columna mencionada también se dice que “este animal mitológico (el can o perro Cerbero) era el guardián de las puertas del infierno “y solía acariciar las almas de los que entraban al mundo de los muertos”. Entonces, pregunta el amigo Muñiz, “si los que entraban a ese tenebroso sitio ya estaban muertos, ¿cómo es posible que al morderlos Cerbero “les ocasionaba una muerte repentina?”.

Le respondí al señor Bayardo Muñiz a vuelta de correo electrónico, que según mi opinión “en todos los mitos hay contradicciones (precisamente porque son mitos, no hechos reales)”, pero agregué que en el caso que él menciona “me parece que no hay contradicción, porque según lo que yo he podido entender el alma era un estado intermedio entre la vida y la muerte. Por diversas razones, algunas almas se quedaban vagando eternamente en los alrededores del Infierno, o sea que no entraban nunca al mundo de los muertos. Pero ésas eran creencias fantásticas, no la realidad”.

Ampliando ahora y tratando de aclarar un poco lo antes dicho, debo citar al también mitólogo francés Juan Humbert, quien dice en su libro Mitología griega y romana que: “A la puerta (del Infierno) se hallaba continuamente en vela un perro con tres cabezas llamado Cancerbero, el cual con sus triples aullidos y sus mordeduras impide a los vivientes que entren allí y a las sombras que puedan salir”. Y precisa Humbert, en una nota de pie de página que: “La sombra era un término medio entre el alma y el cuerpo; era, como el alma, inmaterial y conservaba la figura del cuerpo”.

Deduzco de esto, primero, que no sólo los muertos, sus almas y sus sombras, entraban o podían entrar al Infierno, o sea al mundo de los muertos. También algunos vivos podían bajar en determinadas ocasiones al Infierno, según se puede deducir de las leyendas de hombres que viajaron al mundo del más allá, y pudieron regresar, como Orfeo, quien baja al Infierno a buscar a su amada Eurídice, quien murió como consecuencia de la mordedura de una serpiente venenosa; Heracles o Hércules que va en busca de Alcestis, para que vuelva a la vida; y de Eneas, quien fue a buscar a Anquises, su padre muerto.

A propósito del viaje de Eneas al mundo de los muertos, Virgilio relata en La Eneida que la Sibila le advierte previamente al héroe troyano: “…fácil es la bajada al averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite (sitio infernal); pero retroceder y restituirte a las auras de la Tierra, esto es lo arduo, esto es lo difícil; pocos, y del linaje de los dioses, a quienes fue Júpiter (Zeus) propicio, o a quienes una ardiente virtud remontó a los astros, pudieron lograrlo”.

O sea que cuando Jean Francois Michel Noël escribió que el can Cerbero podía morder hasta causar la muerte, seguramente se refería a que era posible bajar al Infierno, pero prácticamente imposible salir de allí salvo los del linaje de los dioses y los héroes como Orfeo, Eneas y Hércules.

Columna del día Opinión
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