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La escena donde decenas de personas derriban la estatua que levantaba al padre de la dictadura, Anastasio Somoza García, montado a caballo, se convirtió en un símbolo del triunfo de la revolución en julio de 1979.

Dictadura

Será la cuarta y penúltima vez que Ortega presidirá el acto de conmemoración en éste su segundo mandato desde que regresó al poder por las urnas, tras las elecciones del 2006. Y el rótulo dice que la Nicaragua que recibe este aniversario es “cristiana, socialista, solidaria”, que se cumplen “31 años de triunfos” y que con el Frente Sandinista el país va por “más victorias”, aunque particularmente el rótulo va por una: la candidatura y elección del sujeto del bigote menos espeso y la cabellera más escasa que gobierna al país. Aquel “gallo ennavajado” de 1990, el que meció sus brazos al ritmo de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven seis años después, el mismo que guiaría a Nicaragua hacia “la tierra prometida” en el 2001 y el que al ritmo de adaptaciones musicales de John Lennon y Bob Marley, con una reforma electoral a la medida y el voto de la oposición fragmentado, ganó la elección con el mínimo de los votos cuatro años atrás. Él, que en el 2011 quiere ir en su sexto intento y acomoda todo para ganar.

Fotos de LA PRENSA/ Archivo

Los gigantescos rótulos de fondo rosado chicha, de letras Courier New de color amarillo y el rostro sonriente del presidente Daniel Ortega, con sus ojos entrecerrados para añadir drama a la mirada que ve a la nada, anuncian que mañana lunes se cumple el trigésimo primer aniversario del triunfo de la revolución popular que derrocó a la dictadura somocista.

Será la cuarta y penúltima vez que Ortega presidirá el acto de conmemoración en éste su segundo mandato desde que regresó al poder por las urnas, tras las elecciones del 2006. Y el rótulo dice que la Nicaragua que recibe este aniversario es “cristiana, socialista, solidaria”, que se cumplen “31 años de triunfos” y que con el Frente Sandinista el país va por “más victorias”, aunque particularmente el rótulo va por una: la candidatura y elección del sujeto del bigote menos espeso y la cabellera más escasa que gobierna al país. Aquel “gallo ennavajado” de 1990, el que meció sus brazos al ritmo de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven seis años después, el mismo que guiaría a Nicaragua hacia “la tierra prometida” en el 2001 y el que al ritmo de adaptaciones musicales de John Lennon y Bob Marley, con una reforma electoral a la medida y el voto de la oposición fragmentado, ganó la elección con el mínimo de los votos cuatro años atrás. Él, que en el 2011 quiere ir en su sexto intento y acomoda todo para ganar.

¿Es Ésta, como dice el Gobierno, una segunda etapa de la revolución? ¿Son treinta y un años continuos de triunfos? El jefe de la bancada del Frente Sandinista en la Asamblea Nacional, Edwin Castro, fue el único del partido de Gobierno que dio sus argumentos afirmativos a

Domingo , pero la oposición le responde con un rotundo: “No lo es”.

La periodista y socióloga del Centro de Investigaciones para la Comunicación (Cinco), Sofía Montenegro, sostiene que hablar de una segunda etapa de la revolución sólo corresponde “a la perspectiva fantasiosa” del gobierno de Ortega y de sus allegados. “El país en lo que en realidad está en un proceso de franca regresión y este Gobierno no tiene ningún mandato revolucionario ni un proyecto nacional y menos de consenso”, agrega.

Luego del triunfo de la revolución, la primera Junta del Gobierno de Revolución Nacional de la que formaba parte Ortega, aprobó un documento que contenía un “plan para alcanzar la paz”, que incluso fue enviado a la Organización de los Estados Americanos (OEA) de la época. El texto se refería a los compromisos para el “reemplazo de la genocida dictadura somocista” por “un gobierno democrático de amplia representación”.

El documento ratificó los principales propósitos expresados antes en los documentos y declaraciones públicas del grupo instalado primeramente en León.

Estos propósitos eran: establecer el pleno respeto a los derechos humanos, en consonancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas; la transición pacífica y ordenada; el hacer valer la justicia civil “dentro del marco jurídico y sin ánimo de venganza ni de represalias indiscriminadas” y el plan de convocatoria a “elecciones libres” para las autoridades municipales y supremas y a la Asamblea Constituyente.

Más allá de la manera en que se cumpliera o no con estos propósitos durante los años que funcionó la Junta. ¿Qué queda hoy de esos grandes propósitos que respondían al espíritu de aquella revolución? ¿Qué queda de la esperanza que ese proceso despertó?

“La característica de esta segunda etapa —explica Edwin Castro— es la recuperación de derechos para la población”. Según el diputado “un derecho muy importante que este Gobierno le ha regresado al pueblo es su derecho a manifestarse, a ser gente política, a participar en lo que hemos llamado la recuperación de ciudadanía, la devolución de ciudadanía del pueblo”.

La abogada Vilma Núñez de Escorcia, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), no está de acuerdo con Edwin Castro. Ella fue militante del FSLN y recuerda que se alejó del Frente en 1998, cuando precisamente desde el partido que ahora gobierna se restringió el derecho a manifestarse. “Fue cuando la Zoilamérica Narváez (hija putativa de Ortega) presentó su denuncia por violación en contra de él y en el Frente Sandinista se prohibió hablar de eso. Era un tema vetado para no molestar a Daniel Ortega y yo no me iba a callar”, dice.

A Núñez le parece “una falsedad que se hable de 31 años de revolución” y cuestiona “¿Cómo va a hablar (Castro) de que el Frente Sandinista ha devuelto los derechos de participación a la gente, si aquí cuando uno quiere protestar le dan palos y pedradas en la calles y son acciones de sus fuerzas de choque?” Ella misma conoce el costo, por el cual desde más de un año le acompañan un par de policías, después de que sus críticas provocaran un ataque contra la residencia que tiene en León.

“La misma llegada de Daniel Ortega al poder, en las circunstancias que lo hace contradice los principios de la revolución, porque no fue producto genuino de la voluntad popular, sino producto de un pacto”, reclama la presidenta del Cenidh.

Pero es más crítica sobre la materia que le corresponde, y que incluso tuvo a cargo en los últimos años del primer mandato de Ortega, cuando fue Comisionada General para Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios, de 1988 a 1990.

“La destitución de independencia del Poder Judicial, la amañada administración de justicia, la destrucción de las instituciones del Estado que hay en este momento con el Gobierno de Ortega no tienen comparación ni precedentes. ¿Eso creen que es revolución? Claro que no lo es. Igual está el Poder Electoral. No hay honradez ni ética. Instituciones y funcionarios que deberían estar al servicio de la población y sometidos al respeto a la Constitución y a las Leyes, son en realidad peones al servicio de los intereses de dos partidos. Igual como la colegiación de la Contraloría destruyó la posibilidad de que Nicaragua tuviera una auténtica fiscalización del Estado”, enumera Núñez en reclamo por los resultados del pacto que Ortega hizo con el liberal Arnoldo Alemán entre 1999 y 2001 y que a su juicio persiste y ha degenerado en la actual falta de institucionalidad y ética en el país.

Para ella, el talón de Aquiles durante los gobiernos que precedieron a Ortega fue la violación a los derechos económicos y sociales por aplicación de políticas neoliberales, pero cuestiona todavía más el que Ortega “con su discurso de izquierda, prometió acabar con esto, pero en cambio es reconocido como buen alumno del Fondo Monetario Internacional (FMI)”.

Víctor Tirado, parte de los nueve comandantes que integraron el directorio del FSLN, asegura que en la revolución “no supimos romper con la herencia del somocismo”, pues a su juicio hoy Ortega, igual que ayer Somoza, persiste en utilizar el Estado para enriquecerse y se aprovecha del enigma que rodea a la cooperación venezolana para no rendir cuentas. Tirado estuvo con Ortega en el Frente Norte Carlos Fonseca y fue miembro del FSLN hasta su expulsión junto al ex alcalde de Managua y ex candidato presidencial Herty Lewites (q.e.p.d.) en el 2005. Ahora es miembro del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y del Movimiento contra la Reelección y el Fraude.

Edwin Castro continúa sus argumentos sobre qué es lo que convierte este Gobierno en una segunda etapa de la revolución que triunfó en julio de 1979. “En primer lugar hemos restituido el derecho a no estar en la oscuridad física, porque antes de que asumiera el Gobierno el Frente Sandinista teníamos catorce horas diarias de apagón en el 50 por ciento de la gente que entonces tenía energía. Hace tres años y medio teníamos superávit y ahora se está reconvirtiendo la materia energética con nuestros propios recursos: el agua, el gas, el viento”.

Este argumento lo rechaza Sofía Montenegro, quien justamente recibió a Domingo en las oficinas de Cinco, a oscuras, “por un corte que ya lleva horas y del que nadie nos avisó. Antes al menos te decían”, se queja. Para ella, lo que sí es un argumento contra el Gobierno es el incremento de la pobreza, que se observa en la cantidad de indigentes que aumentan en las calles. Y sobre el supuesto mejoramiento energético, recuerda el costo que éste ha tenido en los bolsillos de los nicaragüenses. El quinto y más reciente de más del seis por ciento sobre la factura efectivo desde mayo pasado.

“Para que esto sea una revolución, yo no veo ninguna propuesta que haga la diferencia. Ortega es una caricatura del que fue en la revolución y una mala copia de la iniciativa venezolana de Hugo Chávez. El ‘Murillato’ —agrega en alusión a la influencia que tiene en el poder la esposa de Ortega, Rosario Murillo— es una copia de Chávez y si uno analiza a fondo, no es difícil advertir que lo aplicado se trata de algo que no es otra cosa que políticas neoliberales”.

“Se favorece a determinados grupos. Si no que me digan, cuál reforma agraria hay aquí. La única es la adquisición de tierras de grupos cercanos a ese poder que acumula cada vez más Ortega”, crítica Montenegro, restando crédito a la entrega de títulos de propiedad que el Gobierno bendice con el cardenal Miguel Obando y Bravo en una Comisión a cargo de esa meta, o a la entrega de Casas para el Pueblo, que se entregan sólo a quienes gozan de un aval de los Consejos de Poder Ciudadano (CPC) y que deben pagarse a Alba-Caruna, la instancia a través de la que el gabinete económico de Ortega dice canalizar parte de la cooperación venezolana, que maneja en un presupuesto paralelo.

Sobre Democracia, Sofía Montenegro no duda que el país asiste a una involución. “Estamos ante un régimen autocrático y personalista. Los ideales de la revolución (el principio de restitución y respeto a los derechos humanos que se reclamaba a la dictadura somocista) no están para nada presentes (…) Ellos —Ortega y su círculo—, sólo son los nuevos millonarios”.

Castro refuta la crítica. “Yo creo que los ideales de la revolución están presentes precisamente en la definición que se ha hecho de este Gobierno: cristiano, socialista y solidario”. Dice él que no se puede hablar de dictadura y reta a que le presenten algún preso político.

“Es totalmente lo contrario. Los ideales que ahora advertís son interés en la reelección, abuso y autoritarismo. Es decir, lo mismo que se combatió 31 años atrás”, replica Montenegro.

La socióloga y periodista, también dirigente del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM), reconoce que tal vez no se puede llevar ante Castro a algún preso político, pero sí a muchos perseguidos. Ella misma podría estar al frente, como cuando a mediados del 2008 la Fiscalía la acusó junto al periodista Carlos Fernando Chamorro de lavar dinero “y si no estamos presos es porque nunca probaron nada, porque, de dónde”.

“Ortega y su Gobierno no reconoce la Constitución y las Leyes. No las respetan y promueven el pisoteo a la ilegalidad. Y sobre la represión sólo evolucionaron los métodos. Ahora son más sutiles”, dice tras advertir que ahora ya no es el culatazo ante las cámaras o el tiro a la cabeza que despierta la condena mundial, sino la fabricación de falsos delitos, la persecución a los organismos civiles. “Cualquier recurso para encubrir los mecanismos más brutales antes recurridos”.

Igual compara la censura mediática, presente en las dictaduras. Admite que ya no es el cierre y bombardeos, sino las presiones económicas y la presión, cierre y compra de espacios y canales de radio o televisión. “Igual, cualquier método para imponer el silencio de los sepulcros”.

Los beneficios sociales son el argumento más recurrido por Edwin Castro. Él asegura que se ha combatido “la oscuridad educativa”, porque recuerda que el país tenía un 35 por ciento de analfabetismo, y ahora está en 3.2 por ciento “y seguimos trabajando hasta que lo reduzcamos a cero”.

Dice Castro que, “por si fuera poco”, también se han propuesto como meta la universalización de la primaria en todas las escuelas de Nicaragua.

Otro de los logros que él destaca es la gratuidad de la salud. “Hemos recuperado derechos en salud. Sólo para ponerte unos ejemplitos: van 165 mil operaciones gratuitas de los ojos con brigadas médicas cubanas. Cada operación a nivel privado te cuesta un promedio mínimo de mil dólares. Sólo ahí te estoy hablando de 165 millones de dólares que se han invertido en la vista de los más pobres de este país”, destaca el diputado del FSLN.

También sostiene que se ha aumentado la producción. Y acomoda las cifras de exportaciones al asegurar que éstas suman 2,800 millones de dólares, “cuando los gobiernos anteriores exportaban menos de 800 millones de dólares”. A pesar de que en realidad, la cifra actual que él cita incluiría el régimen especial de zonas francas y la cifra de exportaciones de las que habla en el gobierno anterior, sin las maquilas, es en realidad el doble.

“Todo esto es poco, pero vamos caminando en la lucha por esos derechos”.

Sin embargo, Montenegro increpa que si “¿acaso ésas no son las responsabilidades de cualquier Gobierno?”.

Núñez agrega que “no basta recibir mochilas, cuadernos y leche. Es espectacular el combate al analfabetismo, pero falta calidad en la educación. No hay una política clara y no lo digo sólo yo. Lo dicen expertos que esta semana participan aquí en un foro de educación. Han visto la educación como un método para adoctrinar, no enseñar”, reclama.

Sobre salud también le sobran críticas, “Han convertido las jornadas tradicionales de vacunación en campañas partidarias y más que en ningún otro Gobierno hay denuncias por negligencias médicas y qué te digo de la eliminación cavernaria del aborto terapéutico”, añade.

Castro dice que en los próximos meses, aunque no dice cómo ni dónde, se crearán diez mil empleos. Pero la presidenta del Cenidh pregunta por los diez mil empleados públicos “que han corrido en contra de la Ley de Servicio Administrativo para colocar a sus cuadros”.

“Este Gobierno de Ortega no sólo falta a los principios de la revolución de la que nada más habla. También es una cuestión de incumplir sus promesas de campaña. Ortega es un impostor que se ha apropiado del discurso de izquierda para engañar a la gente. Dice una cosa en la tarima, pero por debajo de la mesa negocia otra. Ésa es la única característica de este Gobierno, por lo demás autoritario, centralista, que ha desarrollado el nepotismo y que lo único que le falta para ser una dictadura es un Ejército represivo y una Policía completamente a su servicio, que por ahora lo remedia con la organización de sus fuerzas de choque. Es una dictadura sui géneris”, destaca Núñez.

A treinta y un años del triunfo de la revolución que derrocó la dictadura somocista, los vicios de poder se reeditan. Viven y arden nuevas ambiciones. b

La Prensa Domingo

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