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Mario Torres Romero

El conocimiento: clave del desarrollo

Mario Torres Romero

No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones ”. Esta es la célebre frase de Deng Xiaoping usada para explicar a la oligarquía del Partido Comunista de China la necesidad de transformar la economía en busca de mayores niveles de desarrollo y bienestar, metas prometidas al pueblo chino desde el triunfo maoísta después de la II Guerra Mundial. Muchos años y nuevos liderazgos han pasado desde la instauración, aún en contra de los conservadores comunistas, de un pragmatismo lamentablemente reducido a la economía y con beneficios aún limitados a ciertas regiones. De seguro que un régimen político más tolerante de los intereses de sus ciudadanos potenciaría los recursos y las posibilidades de China, pero aquí no podemos abordar todos los aspectos y me centraré en uno de ellos, que a mi juicio es clave para explicar el éxito de China y de otros países.

Como en un ejercicio de FODA, la oligarquía dirigente de China debió constatar sus fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas. De las respuestas obtenidas China debió haber reconocido que a pesar de los recursos disponibles había debilidades que atender con urgencia, así como condiciones percibidas (por sesgo ideológico) como amenazas, pero que en realidad eran oportunidades para el desarrollo. Así, tras constatar las necesidades de ahorro y capital para la transformación económica e inversión productiva, China debió comprender que el desarrollo requiere competencia y que no puede sostenerse sin el recurso de los recursos: el conocimiento.

Los chinos, de cuya cultura e inventiva se sirvieran, entre intercambios y abusos, muchos de los países hoy desarrollados, comprendieron que un salto cualitativo hacia delante sólo sería posible si apartaban sus temores, para salir a buscar la gallina de los huevos de oro: el conocimiento y sus diversas aplicaciones. Los mismos recursos que hasta hace unas pocas décadas explotaban con gran ventaja solo unos pocos países, pero que hoy, además de China, aprovechan también la India, Malasia, Sudáfrica, Brasil, Chile y otros en vías de desarrollo que, al percatarse del rol clave del conocimiento, lo definen como prioridad estratégica que da mayor competitividad y hace más sostenible su desarrollo.

Por ello China acordó con los países más desarrollados de Europa el envío de miles de estudiantes que fueron formados al margen de preferencias ideológicas, como científicos y técnicos en las mejores universidades y centros de tecnología europeos. Los becarios chinos adquirieron así conocimientos, técnicas, habilidades, idiomas, valores y generaron redes interculturales que posteriormente sirvieron, tras el retorno acordado y apoyado, a la conversión productiva, al desarrollo de la industria, al fomento del comercio y negocios internacionales, entre otras ventajas, aprovechadas también por los países que los formaron. La mayoría de los chinos que conocí estudiando en Europa eran muy aplicados y seguramente se sienten muy agradecidos por la oportunidad, pero no fueron enviados para promover confusos proyectos ideológicos, ni favorecer socios convenientes o liderazgos particulares, ni forzados a estudios sin futuro, sino que, al contrario, fueron enviados a países capitalistas, altamente desarrollados y competitivos, en donde tuvieron la oportunidad de comparar ambos sistemas, pero sobre todo de apropiarse del mejor de los conocimientos existentes en las áreas necesarias para el desarrollo de su país. Así China, en el último cuarto del siglo XX, y tras el retorno de miles de sus estudiantes convertidos en profesionales y técnicos de calidad, sentó las bases de un desarrollo que ya se muestra. Está por verse si el éxito logrado en lo económico puede traducirse en mejoras a los problemas sociales de China y finalmente a su democratización. Cuántos de estos profesionales pudieron haberse involucrado en las protestas de 1989 que fueron brutalmente reprimidas, no lo sé. Pero sí sé que el éxito alcanzado por China no descansa en el autoritarismo, y que el revisionismo pragmático, aun limitado a la economía, generará nuevos cambios sociales que se convertirán en nuevos retos y exigirán tarde o temprano una nueva síntesis en China. Por ahora, el caso de China, y de otros países, demuestra que el desarrollo no sólo es factible, sino que el conocimiento es la clave del desarrollo y el verdadero motor de la historia.

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