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Amores de segunda opción

tan sólo dos cuadras de su casa, en una esquina de un barrio de Masaya estaba sudando helado y un tanto nervioso Juan Esteban Hernández*, de 50 años. Él conversaba apuradamente con Amalia, de 42 años, una mujer con la que desde hace diez años tiene una relación amorosa y con la que ha procreado a un hijo: Andrés, de 8 años.

Asumir el rol secundario de ser “la otra” en una relación amorosa  tiene que ver con un sinnúmero de factores: culturales, de autoestima, emocionales y  económicos

A tan sólo dos cuadras de su casa, en una esquina de un barrio de Masaya estaba sudando helado y un tanto nervioso Juan Esteban Hernández*, de 50 años. Él conversaba apuradamente con Amalia, de 42 años, una mujer con la que desde hace diez años tiene una relación amorosa y con la que ha procreado a un hijo: Andrés, de 8 años.

El niño está al lado de su madre y le reclama a su padre: “¿Por qué no has llegado a vernos?”, pero además el menor le sugiere a su progenitor que mejor se vaya, que lo pueden descubrir y no quiere que le pase nada malo.

Amalia cuenta que se metió en esa relación por “fregar”. “Lo conocí en mi último trabajo. Yo era su secretaria y él un hombre atractivo que además era mi jefe, pero nunca pensé que lo que empezó como un juego se me convertiría en un callejón sin salida en el que me siento atrapada y frustrada porque ya son muchos años sin un futuro claro”.

Ella dice que se enamoró de Juan Esteban y que por eso le tuvo un hijo, lo único que le molesta es que él sigue al lado de su primera familia como si nada pasara.

FACTORES CULTURALES Y DE AUTOESTIMA

La sicóloga Marlene Saravia, catedrática de la Universidad Centroamericana (UCA), señala que asumir el rol secundario de ser “la otra” en una relación amorosa tiene que ver con un factores cultural, personal, de autoestima, emocional y necesidad económica.

“Es una relación que puede ser tortuosa y placentera y que cuando hay hijos de por medio involucran a cuartas personas que ven normal ese patrón de conducta. El hijo ve eso desde que nació y lo ve bien, para él es normal y reproducirá ese patrón de conducta y le parece que ese tipo de relación no le afecta. Ve al padre en esa situación y lo protege también”, explica.

Para la sicóloga, existe una cultura machista donde se “acepta” esa situación pero sólo en el hombre, y no así en la mujer, porque es más sancionada y criticada.

Señala que en la mayoría de los casos estas situaciones se dan en momentos emocionales donde la mujer se siente sola o necesita ser halagada o en situaciones de inseguridad que el hombre satisface. De tal manera que no pudo decir “No”. “Estas mujeres caen en dependencia emocional con la otra persona y es ahí donde le cuesta cortar esa relación, más si hay hijos y no se tiene independencia económica”.

Cuando se asume el papel secundario de ser “la otra” en una relación amorosa se debe estar clara de la situación y de las perspectivas que tiene la relación para evitar más daños. “Todo tiene que ver con el nivel de la mujer, con la autoestima y sobre todo con las expectativas. Porque si lo que el hombre le da le satisface ella estará tranquila”, señala la sicóloga.

EL HOMBRE MANIPULADOR

En tanto a Juan Esteban se le ve por el barrio siempre contento y muy amoroso con su esposa, a la que lleva siempre del brazo, unas veces van de compras y otras pasean los perros por todo el vecindario.

Los estudiosos del comportamiento humano señalan que el hombre busca antes que nada generar lástima y aparecer como la víctima de un mal matrimonio, poniendo a su amante como la salvadora celestial.

Y eso les cae como “anillo al dedo” a estas mujeres, ya que con frecuencia, quienes aceptan asumir ese rol tienden a presentar baja autoestima, haber recibido poco afecto durante la infancia o ser bastante inseguras.

TRANSGREDIR LAS NORMAS

Ligia Arana, directora del Programa de Género de la Universidad Centroamericana (UCA), opina que el papel secundario en la mujer se ha institucionalizado en el mundo.

“Las mujeres somos las del escenario secundario y la sexualidad femenina es una de las cosas más controlada y más juzgada y que recibe más censura. El patriarcado tiene un sistema binario muy bien establecido, es decir que la sexualidad de las mujeres está dividida, se valora ser madre, esposa o virgen, eso está bien visto; pero no se valora ser otra cosa. Por el contrario la sociedad es muy permisiva con la sexualidad de los hombres porque a ellos no los critican aunque exista también la prostitución masculina. Porque la prostitución no es sólo que te den dinero. Si te dan un ascenso eso también incluye”, puntualiza la experta.

Para Arana, muchas mujeres asumen el papel de “la otra” porque quizás quieren transgredir lo establecido, las normas sociales; pero también puede ser que se enamoren. En cambio ningún hombre quiere ser el secundario, todos quieren ser el protagonista de la historia.

*Nombre ficticio para proteger identidad

Nosotras amores enamorados opción tema archivo

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