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Vicente López, un militante de la vida

El hombre fuerte, el de las batallas épicas y momentos mágicos, el que le dio identidad a San Isidro y llenó de orgullo al país entero, está ahí, en la cama, tumbado, pero sin apartarle la cara a la enfermedad que lo tiene atenazado.

Por Edgard Rodríguez C.

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El hombre fuerte, el de las batallas épicas y momentos mágicos, el que le dio identidad a San Isidro y llenó de orgullo al país entero, está ahí, en la cama, tumbado, pero sin apartarle la cara a la enfermedad que lo tiene atenazado.

Es impresionante el optimismo de Vicente López, a pesar de los pronósticos macabros y expresiones que agobian. Su liderazgo se percibe incluso ahora, dando la palabra de aliento a los suyos y hablándoles de esperanzas y milagros, cuando debería ser al revés. Es que él siempre ha estado al frente, aunque se colocaba detrás del home.

Vicente, el catcher como nos gustaría tener al menos uno ahora, libra la más difícil batalla de su vida contra un cáncer que le ha despojado de su vigor, de su figura robusta y presencia de mariscal, pero que no logra quebrantar su fe, ni minar su esperanza, porque a pesar de las circunstancias, “Chentón” es militante de la vida y la vivirá sin lamento hasta su último instante.

“Quiero que siempre me recordés como el Johnny Bench nica”, me dijo una de las última veces que nos vimos, siempre con esa sonrisa a flor de labios y la satisfacción de su camino recorrido. ¿Y en realidad has sido el mejor catcher?, le pregunté, aunque ya sabía la respuesta, pero me gustaba escucharla: “Por supuesto que lo soy”.

Para entonces, aún no había hecho su terrible aparición el cáncer y lucía como siempre, muy vigoroso, con esas manos de gigante y esa figura corpulenta que el tiempo no había podido marchitar. Parecía listo para volver usar los arreos, dirigir lanzadores, y también, para aporrearlos, aunque ya había doblado la curva de los sesenta.

Ahora está disminuido y la única señal de que aún no está doblegado son sus palabras, siempre impregnadas de optimismo y de esperanza. Pero también está el recuerdo de tantas emociones que nos regaló, de su ejemplo de entrega absoluta, de su respeto por su trabajo, la lealtad con sus equipos y el compromiso con los suyos.

Vicente López, el catcher más catcher que hemos tenido, el “Johnny Bench nica”, como quiere que lo recordemos, el hombre del jonrón ante Cuba, el bateador de 437 puntos y 34 jonrones en 1978, el líder de la mejor Selección que se ha armado aquí, libra la más difícil batalla y es difícil que logre prevalecer, pero su legado no hay cáncer que lo arrebate.

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