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Una fila para que nos roben

Hace varios años me gané una solemne regañada de una dama cuando dije en un foro que en Nicaragua las cosas se hacían de una manera “y en los países de verdad” se hacían de otra. Haber insinuado que Nicaragua no era un país de verdad le molestó mucho a la dama, pero con el pasar de los años esa idea más bien se ha venido a cimentar en mi mente. Sobre todo en la actual situación donde vivimos en una dictadura que pasa por encima de las leyes todos los días y nadie hace nada.

Por muchos años se había manejado que esto era así porque el nicaragüense promedio está sumido en tal pobreza que se preocupa por lo inmediato, por lo que afecta a su bolsillo y su familia y no porque el presidente fulano viole tal o cual ley o disposición constitucional. “Al fin y al cabo —como me dijo un funcionario de un organismo financiero internacional— hoy es Ortega, ayer fue Alemán y mañana será cualquier otro”.

Bien, pensé, pero esto tiene que tener un límite. Y si lo que se dice es cierto, ese límite va a llegar cuando le toquen el bolsillo a la gente. Si cuidar su escuálido bolsillo es la preocupación primordial, y justificada del nicaragüense, entonces cuando literalmente le metan la mano en la bolsa va a reaccionar, me dije.

Falso. Con asombro he visto esta semana que aunque LA PRENSA ha destacado la noticia denunciando cómo nos roban directamente, los nicaragüenses seguimos adormecidos ante el abuso.

Me refiero al cobro de la cédula por parte del Consejo Supremo Electoral. Los reportajes de LA PRENSA han demostrado que el cobro es ilegal ya que la entrega debe ser gratuita la primera vez, como se hace en todos lados. También han demostrado que el dinero que se está pagando por el documento ni siquiera entra a las arcas del Estado sino que pasa directamente bajo el control de Roberto Rivas Reyes, presidente de facto de ese poder del Estado. Y por último ha quedado claro que aún si fuera necesario cobrar, el cobro es excesivo. La licencia de conducir tiene elementos de mayor seguridad que la cédula y vale 125 córdobas y se paga porque conducir es un privilegio, no un derecho, como lo es la identidad que te da la cédula.

¿Por qué nadie protesta? ¿Por qué cientos, sino miles, van como borregos a pagar por el documento? En una actitud que claramente dice: “Aquí vengo a que me roben estos 300 pesos”.

Más de algún “vivo” me puede alegar que me niego a pagar los 300 córdobas porque quiero seguir haciendo escándalo pues pasó más de un año sin que me entregaran mi cédula (luego de pagar los 50 córdobas que sí están estipulados como canon para la reposición del documento) y sin que se inventaran una excusa para no dármela. Pero la verdad es que el nicaragüense tiene por ley derecho a recibir su cédula sin costo. ¿Por qué vamos a claudicar en ese derecho? Le pregunté a un par de personas y su respuesta fue: “¿Y qué voy a hacer hermano?”

La situación es frustrante porque además del clarísimo abuso no hay quién le ponga alto. No hay Contraloría que los llame al orden, no hay Fiscalía ante quien acusar, no hay Policía a la cual recurrir, pero algo se debe hacer. ¿O es que somos un país de semovientes? Pero es que ni eso, si hasta las reses tratan de regresarse de la manga del matadero cuando ven que la que va adelante cae muerta. Nosotros no. Hacemos una fila para que nos roben. Si no actuamos no tenemos derecho ni a decir ¡muuuuuuu!

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