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Cuba, con 51 años bajo el régimen castrista, promueve su potencial turístico, pero los cubanos de la isla no tienen acceso a esos espacios: costosos y exclusivos para extranjeros.

Vivir en Nicaragua

Ella se enteró de que venía a Nicaragua dos días antes del viaje y su primera reacción fue molestarse, porque lo que antes le habían dicho en Cuba es que iría a Honduras, también afectado por uno de los huracanes más devastadores de los últimos tres lustros en ambos países, y ella periodista de 37 años y corresponsal de Cubavisión, ya había aprendido el material sobre Honduras y ahora debía partir de cero sobre Nicaragua, ese país que sin embargo al mes de su estadía “en medio de su pobreza y de tantas necesidades” confiesa que la enamoró.

Fotos de LA PRENSA/ Bismarck Picado, Arlen Cerda, Agencias y Cortesía

La primera vez que Marta Moreno llegó a Nicaragua fue con una brigada médica cubana que vino al país en octubre de 1999 para atender a los damnificados que un año después del huracán Mitch esperaban por atención y tratamientos médicos.

Ella se enteró de que venía a Nicaragua dos días antes del viaje y su primera reacción fue molestarse, porque lo que antes le habían dicho en Cuba es que iría a Honduras, también afectado por uno de los huracanes más devastadores de los últimos tres lustros en ambos países, y ella periodista de 37 años y corresponsal de Cubavisión, ya había aprendido el material sobre Honduras y ahora debía partir de cero sobre Nicaragua, ese país que sin embargo al mes de su estadía “en medio de su pobreza y de tantas necesidades” confiesa que la enamoró.

Se quedó en Nicaragua durante seis meses y volvió en otras dos ocasiones para elaborar documentales hasta que hace cuatro años se instaló casi de manera permanente, pues explica que aún mantiene un apartamento y tiene familia en Cuba, a donde viaja regularmente, como ayer que salió para allá.

¿Qué le atrajo a Marta Moreno de Nicaragua? Un país que ella advierte con tantas necesidades. Ella dice que fue “la suerte de poder hacer algo diferente”, pero ¡alto! que ella no es disidente. Lo primero que aclara es que ella tiene una “visión positiva y optimista de la revolución”, así, “la revolución”; que para ella en Cuba sí hay alguna escasez, pero no se padece una “situación paupérrima” como la ha observado en algunas zonas de Nicaragua.

En Nicaragua, ahora se ha instalado como asesora de Relaciones Públicas en el Ejército de Nicaragua y también da clases de Periodismo en la Universidad Hispanoamericana (Uhispam), en Managua, donde una mañana de miércoles enseña a un grupo de veinte estudiantes sobre la preparación de “buenos documentales”.

El acento apenas se le percibe. Se le advierte más durante la conversación con Domingo , en la que cuenta sobre cómo hace unos 14 años entrevistó a Fidel Castro y hace unos nueve tuvo la oportunidad de entrevistar dos veces al hermano de éste, Raúl. A ambos los describe como “personas maravillosas”. A ella no le hace ruido las críticas que contra ellos se comentan fuera de Cuba, un régimen contra el que subraya que tampoco tiene nada que decir en contra.

“Cuba es parte de mi vida. No podría decir que hay algo mejor que mi país, es la alegría de mi infancia, mis recuerdos, la familia, la nostalgia”. Por eso no le gusta que, quienes a su juicio no se han preocupado por conocer bien cuál es la situación en la isla, nieguen que ahí exista alguna revolución, como la que sostiene que lideró Fidel Castro hace ya 51 años. Rechaza que ahí, en cambio, exista una dictadura y que sus compatriotas carezcan de libertades, porque ella es de quienes defiende que “si bien en Cuba hay algunas dificultades es por el bloqueo económico impuesto contra un país que ha querido hacer las cosas diferentes”.

Ella sí cree en la oportunidad de que el anuncio con el que sorprendió este 1 de agosto el presidente Raúl Castro, sobre la “oportunidad” de que los cubanos operen negocios privados para liberarse de un millón de empleados públicos en la carga estatal de la isla. E incluso, Moreno espera que cada vez se anuncien nuevos cambios que mejoren la vida de su país.

Cada noche, Yunaisy García, también cubana, periodista y residente en Nicaragua, sonríe a los televidentes de Canal 2 en la edición estelar de TV Noticias. Ella sonríe con frecuencia, pero se percibe el cambio cuando debe hablar de su país, de donde partió a los 8 años. Era 1995 y quería mudarse con su mamá, que es nicaragüense.

La opinión de Yunaisy García no es tan optimista como la de su compatriota y colega periodista de Cubavisión. García sí está segura de que en Nicaragua realmente ha tenido mejores oportunidades de las que pudo esperar en Cuba, empezando —dice— por estudiar Periodismo, que según ella es una carrera que considera elitista en su otro país. “En Cuba son periodistas las personas con influencia, hijos de ministros”, lamenta.

A diferencia de Moreno, ella no puede viajar tan frecuentemente a Cuba. “Si yo pudiera viviría en los dos lados, viajando con regularidad lo haría, pero no puedo hacerlo, como tampoco otros pueden, porque hay muchas limitaciones, es un lío hasta para llevar una maleta y el costo del viaje es lo más difícil”, reclama.

El valor promedio de un boleto de avión de aquí a La Habana es de 500 dólares y comenta que si para los cubanos en el exterior éste ya es un costo muy alto, es casi imposible para la mayoría de quienes residen en la isla, donde el salario promedio es de 10 a 20 dólares mensuales, según el cambio actual del peso cubano.

Yunaisy García reconoce que algunas de las críticas contra el régimen “son exageradas”. Ella coincide, por ejemplo, en que dos grandes beneficios del régimen son el acceso y la calidad de los servicios de salud y educación, y que la gente mantiene un alto promedio cultural.

Pero lo que no omite y más lamenta es la falta de libertad, empezando —ejemplifica— con la imposibilidad de adquirir una vivienda, porque tener una sólo puede ser bajo una condición que los cubanos conocen como “permuta”, que es más o menos la misma condición de alquilar.

Ella, con sólo 23 años de edad, es poco optimista sobre los cambios positivos en la isla. Tiene pocas expectativas de que logre presenciar un cambio real en Cuba, pues dice que el sistema está basado en el ego de los hermanos Castro y que aún cuando éstos doblegaran sus intereses el sistema comunista ya está en la sociedad.

Manuel Hernández, cubano y residente en Nicaragua, vive de un negocio propio que instaló junto a su esposa nicaragüense en el barrio Altagracia, de Managua. Él considera que su historia en el país es similar a la de muchos otros cubanos que llegaron aquí durante las misiones médicas o de educación que llegaron de Cuba.

Es profesor en educación primaria y ciencias sociales y llegó por primera vez a Nicaragua en 1980 para colaborar con un programa de capacitación a profesores nicaragüenses y así conoció a quien tres años después invitó a Cuba, la enamoró, se casó y formó una familia.

Si dejaron Cuba fue porque querían mejores oportunidades y para el año que lo decidieron, en 1994, ya estaba apretando el llamado período especial, que el gobierno cubano desarrolló cuando le faltó la cooperación soviética una vez que se produjeron los cambios que desató la caída del Muro de Berlín y el fin de la guerra fría. Él confiesa que extraña a su país, que describe como “maravilloso, a pesar de los problemas económicos”, porque él considera que es incluso a la revolución a la que le debe su formación como profesor, aunque en Nicaragua no la ejerza, porque asegura que es uno de los oficios peores pagados y prefiere vivir de la pulpería y el pequeño cibercafé.

Su historia es diferente a la del académico Ernesto González Valdés, un profesor cubano que sí ha logrado triunfar en su profesión en Nicaragua, y que incluso ha publicado una veintena de libros y ahora mismo trabaja en uno sobre Biología para quinto año.

También aquí el amor hizo lo suyo. González llegó en una brigada y se enamoró de Patricia Rivas. Igual que los Hernández ellos estuvieron en Cuba durante algunos años, pero se regresaron en 1993 y se han quedado aquí por las oportunidades que él valora que le han permitido hacer el doble de lo que hubiera logrado en Cuba en su misma profesión.

Él no omite las ventajas que ha significado Nicaragua para su familia. Pero aclara que no siente ninguna contradicción entre ser cubano y ser nicaragüense, como él lo es, aunque eso es algo que quizá ha logrado porque considera sus opiniones sobre el régimen como muy personales y se las queda para sí mismo. b

Hay que vencer el miedo intentó conversar con varios residentes cubanos en el país, pero por lo menos diez no quisieron contar su historia y menos comentar sobre la situación de Cuba. b

La Prensa Domingo

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