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Joaquín Absalón pastora

Las primarias

No es una áspera fantasía. Dentro de la telaraña acumulada en el tejado nicaragüense, una laudable iniciativa prendió el bombillo: el montaje de las primarias con las fuerzas políticas deseosas de participar en las próximas elecciones presidenciales.

La idea es atinada y coyuntural. Tiene asiento en los espacios de la civilización y de la cultura cívica, donde tenga prioridad la aportación en igualdad de condiciones para que la ciudadanía calificada para votar, en heterogeneidad de dedos, pueda elegir a sus autoridades. Miles de dedos señalando a los ungidos y no el único del caudillo cuyo análisis sólo cuadra con el sostenimiento de sus intereses de amo del partido. Mientras los electores cobijados por la techumbre de la nación donde les quedó sembrado el ombligo, oyen las frases salidas del cajón: “Por la Patria me sacrifico”, lo cual en la cruda traducción significa: “Por mi feudo”

El “alegrón” de las primarias tiende a ser cuarteado por la terquedad egocéntrica.

Éstos son los obstáculos. Prevalecen en su ambiente difuso la desconfianza y la obstinación de seguir en los cargos. Ninguno de los contendientes se salva del temor de recibir “una puñalada por la espalda”. Se inscriben resueltos pero en la forma y nunca con la percepción de fondo de la seguridad y la creencia en los procedimientos acordados. Entre ellos mismos hay tejido multiplicado de “pegones” e inconformidades. Se meten al agua con el miedo de ser mordidos por un tiburón.

Unos ven a otros de “reojo” menospreciando su potabilidad en la contribución. No dejan que los votantes digan “quien es quien” en la despectivamente llamada “sopa de letras”. Las letras gigantes sobre la grafía diminuta. Y ése es un factor agobiante que ha detenido la intermediación de los sectores.

El otro estorbo dentro del mar de perturbaciones lo constituye la empecinada defensa por seguir conservando los cargos ya adquiridos. Siguiendo el ejemplo del Presidente de la República, los diputados también quieren reelegirse. La conveniencia individual los induce, unos con discreción, otros sin diplomacia, sin pelos en los sueños a seguir con el hueso en el hocico y por ello ven arriesgado competir en primarias, en vender sus ofertas devaluadas al electorado. Prefieren por razones de certidumbre ser seleccionados por las manos del líder. Enamorados del poder ven como un suicidio exponerlo.

En cuánta ridiculez se ha incurrido por no soltar la prenda sostenida con furia de can, no sólo entre los que la retienen, sino entre los desesperados por tenerla.

Por las mismas ambiciones un intruso del PLI le dio un frenético manotazo, imputándole dualidades morales a otro “correligionario” sólo porque el agresor quiere ser a toda costa, Presidente. En la Asamblea Nacional, un diputado vació el contenido de su madurez al ponerse “a tantas” en la causticidad pedestre, con una dama. Todo por lo mismo. Y lo penoso es que el chillido trasciende en los medios visuales y con qué morbo para elevar el “rating”, nunca cansados de repetir las efigies de la camándula.

Triste decirlo, pero el bombillo de las primarias se apunta al destino de apagarse para dejar firmes las telarañas que cubren el alero de la nación. Y ante este espectáculo revelador de la estupidez en posiciones políticas donde nunca debería estar, qué actitud podría sumir el oriundo de la llanura. Reír (la resignada explosión de una carcajada) o ¿llorar? Reír porque el juego tiene más afinidad con el circo, aunque sus payasos con desagravio para los verdaderos, suden chorros de mediocridad.

El autor es periodista.

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