Los pronósticos de la opinión publica sobre las “primarias” son borrascosos, pues la participación del candidato del PLC amenaza con arrastrarlas al fracaso.
La participación de dos o más candidatos es requisito indispensable para un proceso electoral, pero el peligro de la ficha del PLC no estriba en su participación, sino en los mecanismos fraudulentos que han caracterizado a Alemán, quien ha pactado con los sandinistas orteguistas, ha protagonizado el fraude electoral perpetrado en 2006 y 2008 y es más condescendiente que opositor del opresivo régimen sandinista.
La candidatura de Arnoldo Alemán en las primarias me hace pensar que el PLC está conformado por hombres y mujeres que se sienten indignos de aspirar a la máxima magistratura. Me hacen verle como una institución con un dueño cegado por sus pretensiones de querer ocupar nuevamente la casa presidencial.
Yo no digo que don Arnoldo sea corrupto, pero lo aparenta y eso es peor que si lo fuese. ¿Acaso no fue el doctor Alemán quien siendo presidente pagó con fondos del Estado su casamiento en Estados Unidos? ¿No da acaso la imagen de ser un líder deshonesto, quien firma una alianza estratégica electoral con Montealegre a la vez que amarra el fraude con Ortega?
En Chontales existen grandes ganaderos dueños de miles de cabezas de ganado y de fincas magníficas, y aun cuando se sabe que viven holgadamente, a ninguno le han brollado cuentas millonarias “en dólares” en los bancos panameños. El mismo doctor José Rizo Castellón es dueño de bellas haciendas cafetaleras y tampoco se le conocen cuentas milagrosas. Pero a don Arnoldo ¿de dónde? Justa razón tuvo Aristóteles para decir que: “La dignidad no consiste en nuestros honores sino en el reconocimiento de merecer lo que tenemos”.
El PLC debería convencernos que es la mejor alternativa para enfrentar al sandinismo dictatorial del siglo XXI, presentando otra candidatura presidencial. Una persona menos ambiciosa, menos intransigente, menos pactista.
La actitud de la cúpula del PLC me recuerda el gesto despreciable de Henry Ford, quien —a la par de fundar en 1903 la Ford Motor Company— se propuso crear un carro para la multitud. Coloreado con sus propias palabras el carro “sería lo suficientemente grande para la familia, pero suficientemente pequeño como para que un individuo pueda conducirlo y cuidarlo”. Así la historia de la humanidad vio el surgimiento del Modelo T. Ford estaba tan encantado con su modelo que no tenía intenciones de cambiarlo y mejorarlo y tampoco quería que otros lo hicieran. Cuando varios diseñadores le presentaron el prototipo de un modelo mejorado, el viejo Ford perdió su equilibrio emocional y en un ataque de rabia destruyó el auto con sus propias manos.
Durante más de veinte años Ford ofreció a sus clientes el Modelo T y a pesar de haber iniciado a la vanguardia y con increíbles ventajas sobre sus competidores, el mercado de su compañía se fue menguando hasta llegar, en 1931, a verse reducido en un 28 por ciento.
Arnoldo Alemán es ese Modelo T que no vislumbra ningún cambio en su conducta incorregible. ¿No habrá manera de hacerle entender que él es ese modelo político que desagrada a la comunidad internacional y a las bases de su partido, que su participación no conviene a los intereses nacionales y que tampoco abona al rescate de la democracia, pues hasta como oposición es un fracaso?
Si aún con la trémula voz de la Iglesia, la enérgica posición de querer preservar la ya coartada libertad de expresión de los medios de comunicación independientes como: Radio Corporación, el Diario LA PRENSA y ahora El Nuevo Diario, Daniel Ortega “anda como león rugiente buscando a quien devorar”, ¿qué tal si estos medios callaran?
Los editoriales del Diario LA PRENSA, ahora sobriamente difundidos en la Radio Mártir (Corporación), el programa de Santiago Aburto, los señalamientos de la Iglesia y las denuncias de El Nuevo Diario, entre otros, se han constituido en los únicos contrapesos con los que cuenta la sociedad democrática para frenar tantos vicios y atropellos de Daniel Ortega y Arnoldo Alemán.
En un país revuelto, ganancias de oportunistas. Ésa es Nicaragua: la Patria de dos grandes oportunistas.
El autor es intelectual chontaleño
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