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Clemens sin escapatoria

Es una pena lo sucedido con Roger Clemens, el más grande lanzador de las últimas décadas en el beisbol de Grandes Ligas.

Es una pena lo sucedido con Roger Clemens, el más grande lanzador de las últimas décadas en el beisbol de Grandes Ligas.

De un momento a otro, pasó de estar en posición de superar a Walter Johnson como el más grande lanzador que ha existido, a situarse al borde de aventajar a Pete Rose como uno de los peloteros más tramposos que han desfilado por Ligas Mayores.

Tras impactar con Boston a partir de 1986, ganando tres premios Cy Young, Clemens pareció haberse deteriorado cuando en 1993 cerró con 11-14 y 4.46, y tras varios viajes a la lista de lesionados, viene en 1996 y termina con 10-13 y 3.63. Un año antes había tenido 10-5 y 4.18.

Así que parecían naturales los temores sobre su futuro. Fue tan así, que Boston no le ofreció extensión de contrato y se fue a Toronto en 1997, donde no sólo regresó a los niveles del pasado, sino que ganó dos Cy Young más con campañas de 20 éxitos y una asombrosa frecuencia de ponches, a pesar de su edad.

Más sorprendente fue aún verlo ingresar a los Yanquis y tras amagar con 13 y 14 triunfos, alcanzó marca de 20-3 en el 2001 para un sexto galardón, a pesar de sus 38 años. Es más, aún tuvo fuelle para ir a Houston, llevarlo a la Serie Mundial y ganar otro Cy Young ya con 41 años. ¿Cómo es que lo hace?

Siguió lanzando hasta los 43 años y justo cuando ya tenía 44, los Yanquis lo trajeron de regreso en un desesperado intento por avanzar profundo en la postemporada. No sabíamos cómo lo hacía. Y aunque había sospecha, hubo que esperar hasta que Brian McNamee reveló que él le inyectaba las hormonas.

Ahora Clemens está hasta el cuello por supuestamente haber mentido bajo juramento. Y aunque probablemente no irá a la cárcel, su imagen ya está arrugada y las puertas del Salón de la Fama tienen candado. No hay nada que justifique hacer trampas y es una pena que un lanzador del calibre de Roger haya afectado su legado de esa manera.

A Clemens se le comparaba con Walter Johnson, para muchos el mejor lanzador que ha existido. Ganador de 417 juegos, 2.17 en efectividad y 110 lechadas. En cambio, ahora la analogía es con Pete Rose, quien pasó 15 años diciendo que jamás había apostado, sólo para revelar después en su libro que sí había faltado a la verdad.

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