A través de la historia nuestro país ha estado dando vuelta como un noria. El que sube al poder considera que es el amo y señor y lo puede todo, no piensa en el mañana, en el porvenir, en el futuro, no tiene ni siquiera idea de lo que las generaciones futuras sufrirán las consecuencias, hemos llegado al colmo de considerar lo imposible como posible, lo irreal como real.
Los ideales del ayer, hoy son sólo malos recuerdos de juventud desenfrenada, hoy somos como los de antaño, disfrutamos de lo que tanto criticamos, por lo que luchamos y por lo que murieron tantos, está olvidado. Tanto sufrimiento, tanta sangre para que otros simplemente ocupen lugares que tenían otros y lamentablemente actuando de la misma manera.
Nos hemos convertido en copias magnificadas, amplificadas y multiplicadas exponencialmente de lo que odiábamos, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente; sin embargo nos encanta y nos deleita la adulación, la mentira y creer que los ciudadanos son idiotas a los cuales podemos engañar con simple confites y propaganda.
Afirmamos que vivimos y morimos por el pueblo y lo hacemos trizas, impedimos su desarrollo y expresión y no toleramos ni la más mínima disidencia, lo que se opone a nosotros es malo, es contrario, perverso y debe ser eliminado, exterminado y apartado, muchos aplaudimos ello hasta que nos llega el turno.
Que ingenuidad la nuestra, pensar que vivimos aislados y nuestros vecinos y los que laboran con nosotros son sordos, mudos y ciegos, acaso no ven cómo vivimos, pensamos y actuamos; podemos engañar a algunos pero no a todos, ni todo el tiempo.
Hablando con amigos, uno de ellos me decía que la solución de la crisis institucional del país es que existan ciudadanos que quieran al país y elijan funcionarios honestos para obtener una mayoría parlamentaria; otro decía que la solución es que cese la compra y venta de conciencias, ya que independientemente de la elección algunos se venden al mejor postor; otro decía que hay que educar en la democracia para luego cosechar en generaciones futuras; otro afirmaba que sólo la violencia puede resolver este caos, tal como en el pasado.
Después de escuchar atentamente todas las posturas, yo sí creo que existe una solución inmediata a este problema de todos y es muy sencillo, pero precisa de amar a la familia, al país y al ciudadano; despojarnos de todo egoísmo, de intereses materiales y sobre todo de ese ego de poder y prepotencia que llevamos cada uno en nuestro ser.
Si realmente queremos a nuestro país, ¿por qué todo aquél que ha ostentado un cargo de director general hacia arriba, en cualquier institución estatal, en cualquier poder del Estado o municipalidad, en los últimos diez años, renuncia a postularse como candidato, ya sea de elección popular y renuncia a cualquier nombramiento, con el objeto de permitir que nuevas personas lleguen al poder, para permitir una renovación generacional y mentalidad política?
Contestar la pregunta es difícil y lo es más hacerlo, hay muchos intereses de por medio, pero es una gran oportunidad para demostrar al pueblo si estamos por él o nos servimos de él.
Para aquéllos que son muy pragmáticos, qué es mejor: ¿retirarse a tiempo o ser enjuiciado y castigado por el pueblo? Algo que tarde o temprano llega.
Los hombres y mujeres públicos tienen la iniciativa y oportunidad; el pueblo estará vigilante y aunque siempre retrasado tiene la última palabra, porque cuando actúa es implacable y el pueblo tiene conocimiento de quién somos, qué ha sido de nuestra vida, qué hemos hecho, cuáles son nuestras verdaderas metas, a quién realmente representamos y cuáles son nuestros intereses.
El autor es abogado.
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