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Alejandro A. Tagliavini

Matrimonios artificiales

El Estado argentino es el primero de Latinoamérica, y sexto del mundo, que forma “matrimonios” sin que importe el sexo. Algo (¿bueno o malo?) artificial.

Varios jueces adelantaron que “por razones de conciencia” no celebrarán bodas entre personas del mismo sexo. Entonces, el abogado Pablo Abiad hace una excelente defensa del racionalismo, la Ilustración, el Estado artificial: siempre “hubo quienes se negaron a cumplir normas que consideraron injustas”.

Ya Sófocles cuenta que Creonte, rey de Tebas, le prohíbe a Antígona celebrar ritos fúnebres por su hermano, pero lo desoye argumentando que es más sagrada la ley de los dioses. Para San Agustín, la intrínsecamente injusta, no es ley. En rigor, dice que, la que desvía las leyes de la naturaleza, es falsa ley.

“Con el Iluminismo, los contractualistas irán estableciendo… que no hay sociedad sin el apego a los pactos entre los hombres“, dice Abiad. Pero calla que estos “contractualistas” suponen una autoridad coactiva que, por la fuerza (vía monopolio estatal de la violencia), imponga “los pactos“, las leyes de los políticos “surgidos del voto popular”.

Voto popular o no, la coacción (la violencia) para imponer una “sociedad” es inmoral y quienes la sufren son esclavos. No es cierto que una sociedad necesite una “autoridad” coactiva para desarrollarse.

Como decían Aristóteles y Santo Tomás, la violencia es contraria a la naturaleza y, ergo, la destruye. Pero es lo que necesita el racionalismo para imponer una sociedad artificial que no se da espontáneamente, naturalmente.

Acierta Abiad en su conclusión. Si estos jueces se han comprometido a hacer cumplir la “ley“, deben hacerlo y no pueden “objetar” cuando les viene en gana porque faltarían a su palabra. “Negarse a aplicar el Derecho… es causa para someter a un magistrado a un proceso de destitución“, dice el abogado.

No seamos prejuiciosos. Es verdad que el matrimonio natural es la unión de dos personas que resulta, espontáneamente, en una familia con “los hijos que mande la naturaleza”. Pero no quita que dos personas, del sexo que sea, se unan con cualquier fin y le pongan a esta unión el nombre que prefieran. Eso sí, como todos, deberán dar explicaciones a Dios y sus conciencias.

La solución es dejar el racionalismo, ese dogma de que el Estado es capaz de diseñar a la sociedad (“defender“, dicen, cuando la sociedad es algo natural que no necesita defensa violenta) y abstenerse de legislar, imponer coactivamente, la vida privada. Que cada persona decida su situación, que los católicos o cualquier religioso se case según sus ritos y que todos, heterosexuales o no, tengan las relaciones que decidan y realicen los acuerdos o contratos que prefieran, sin imposiciones coactivas de leyes “matrimoniales” que deben cumplir para acceder a otros derechos.

Abiad deja una perla: los “más frecuentes son las negativas a prestar un servicio militar obligatorio o entrar en guerras amparándose en valores contrarios al uso de armas”. Una característica de la “autoridad” coactiva es su permanente conflictividad, en contraposición con la armonía de la naturaleza. Hitler necesitaba la guerra y los aliados se la dieron.

En contraposición, Internet, se desarrolla sin “leyes” coactivas, solo con liderazgos morales. La “sociedad” Facebook, por caso, va por 500 millones de “ciudadanos“, tras seis años de existencia el 34,8 por ciento de los internautas globales forma parte del sitio más popular de la red.

El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

COMENTARIOS

  1. TONTO
    Hace 14 años

    O sea, toda esta palabrería va dirigida a filosofos, abogados, o a cualquier mortal que lee el periódico, porque la verdad no se le entiende nada. Es bueno o no casarse entre los del mismo sexo? El escribano lo acepta o no? Los jueces tienen o no la razón? Como diría una buena colombiana : Atteriza!!

  2. annabelle sánchez
    Hace 14 años

    Señor T.: esos jueces tienen razón de no efectuar esas uniones que van contra la Ley Natural que está por encima de leyes positivas fabricadas por los hombres.

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