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Sobre el fracaso de las primarias

Es lamentable que la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) se haya visto obligada a renunciar a la conducción del proceso de organización de las elecciones primarias interpartidarias, lo cual ha significado el fracaso de ese magnífico proyecto de participación democrática de los ciudadanos que se estaba tratando de ensayar en Nicaragua.

Las elecciones primarias, como hemos dicho antes, constituyen un excelente mecanismo de democracia participativa, cuyas virtudes han sido demostradas ampliamente en todos los países donde se practican. Sin embargo, para que las primarias se puedan realizar es necesario que hayan las apropiadas condiciones materiales y subjetivas, tales como una adecuada infraestructura, suficientes recursos económicos, un correcto diseño técnico-político y, sobre todo, mucha voluntad, honestidad y confianza política. Pero de esto último, precisamente, es de lo que a todas luces más carece la política partidista de Nicaragua.

A nuestro entender, el germen del fracaso de este proyecto estaba en la misma modalidad de primarias que se pretendió organizar en Nicaragua; es decir, no de un determinado partido sino multipartidarias. Es que las primarias son para que los miembros y simpatizantes de un partido escojan a sus candidatos que competirán electoralmente con los de otros partidos. De primarias multipartidarias sólo conocemos el caso reciente de Venezuela, donde mediante ese mecanismo la oposición escogió, el 25 de abril de este año, a una pequeña parte de sus candidatos que participarán en las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional, el próximo 26 de septiembre corriente. Costó mucho organizar esas primarias de la oposición venezolana y al final se limitaron a escoger sólo a 22 candidatos a diputados en 15 circunscripciones de todo el país, a pesar de que son 167 los escaños que tiene la Asamblea Nacional.

Posiblemente sea factible hacer unas primarias tan complejas como las interpartidarias que se querían organizar en Nicaragua. Sin embargo, ha sido un reto demasiado grande y complicado que la clase política opositora nicaragüense no ha tenido capacidad para resolverlo. Por lo que se ha sabido, la dificultad principal que se encontró en el intento de organizar las primarias interpartidarias fue el tema del padrón electoral, o sea la lista de personas con derecho de votar. Mientras algunos querían que las votaciones fuesen con padrón abierto, o sea el del Consejo Supremo Electoral, otros pretendían un padrón filtrado a fin de que no hubiese infiltración de miembros y simpatizantes del FSLN.

En este tema, a nuestro juicio la CPDH tuvo una posición correcta, al alegar que por ser defensora de los derechos humanos de todos los nicaragüenses no podía responsabilizarse de unas primarias exclusivas de la oposición, que no podía aceptar la separación de ciudadanos democráticos (los opositores) y no democráticos (los miembros y simpatizantes del FSLN), ni que se impidiera a éstos participar en las primarias en el caso de que hubiesen querido hacerlo.

Pero también era razonable el planteamiento de que si las primarias son para escoger a los candidatos opositores, con el propósito de unir a la oposición y derrotar al régimen de Daniel Ortega y el FSLN, no tienen porqué votar en ellas los miembros y simpatizantes del partido sandinista; los cuales, por su propia definición ideológica y por su práctica política, tanto gubernamental como callejera, han sido y son esencialmente antidemocráticos. En realidad, carece de sentido que los defensores del régimen dictatorial vayan a votar en unas primarias de la oposición democrática, que son para escoger candidatos opositores, además de que votarían por el candidato más conveniente a Daniel Ortega y su plan de consolidar la nueva dictadura.

De manera que esta contradicción insalvable irremediablemente tenía que conducir al fracaso del intento de organizar las primarias interpartidarias, sin hablar de otros obstáculos fundamentales como la carencia de recursos económicos, los cuales era muy dudoso que la comunidad internacional los quisiera facilitar.

Pero al fin y al cabo, aunque las primarias sean el mecanismo más idóneo para escoger democráticamente a los candidatos opositores y construir la unidad de la oposición, no son la única vía para alcanzar este objetivo. La nominación de un candidato presidencial de consenso podría ser otro medio para lograr una gran unidad opositora, en tanto que los candidatos a diputados podrían ser escogidos mediante otros mecanismos también de consenso.

En todo caso le corresponde a la misma oposición, encontrar el camino que sea más viable, o tendrá que sentarse en la acera a llorar su incapacidad mientras ve pasar el cortejo de la otra reelección de Daniel Ortega y de su resucitada dictadura.

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