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Luis Sánchez Sancho

Una boda en Troya

La escritora estadounidense Mar- garet George, habla en su novela Helena de Troya de un compromiso de boda que se celebra en Troya, al comienzo de la guerra que se libró en aquella legendaria ciudad y ha sido la más famosa de la historia. “En Troya -dice Margaret George—, el compromiso era una ceremonia muy vinculante y solemne, más aún que la boda. Y tenían también otros rituales especiales: siete flores de siete colinas, siete vinos de siete viñas, siete aguas de siete fuentes sagradas. Todo ello debía mezclarse y pasar de mano en una confusa mezcla de cantos y gestos que comprendía el lazo troyano del compromiso”.

La autora se refiere a la boda de Laódice, una de las hijas menores de Príamo y Hécuba, últimos reyes de Troya, con Licaón, hijo del anciano Néstor, el más sabio de los consejeros reales. Según la novelista norteamericana, Laódice se casó con Helicaón cuando tenía 18 años y era todavía una virgen. Sin embargo, otros autores aseguran que Laódice había contraído matrimonio antes, con Telefo, un hijo de Hércules.

Telefo, cuando supo por las profecías que Troya sería inevitablemente derrotada y destruida, y sus habitantes muertos o esclavizados por los vencedores, se pasó al bando de los griegos dejando abandonada a su joven esposa. Fue entonces que Laódice se casó con Helicaón, quien fue herido cuando los griegos tomaron por fin la ciudad de Troya, después de 10 años de asedio. Helicaón salvó la vida gracias a Odiseo (Ulises), quien se había alojado en casa de Antenor y recibió de éste y su familia los máximos honores de la hospitalidad, cuando antes de comenzar la guerra llegó como emisario de los griegos para demandar la previa rendición incondicional de los troyanos. De manera que Odiseo salvó a Helicaón para demostrar su agradecimiento a Antenor, ya que en la cultura de los antiguos griegos la virtud de la hospitalidad merecía el máximo reconocimiento.

Laódice no tuvo la misma buena suerte que su marido. Por el contrario, cuando Troya fue conquistada, saqueada y destruida por los invasores, Laódice fue capturada y condenada a la esclavitud como le ocurrió a casi todas las mujeres troyanas nobles, comenzando por la reina Hécuba.

Laódice supo que sería llevada a Grecia para ser entregada como esclava de la esposa de Telefo, su primer esposo. Pero la orgullosa princesa troyana no estaba dispuesta a sufrir tan grande humillación y prefirió quitarse la vida. Laódice pidió permiso para retirarse a orar en un templo de las afueras de la ciudad. Estando allí, subió a lo alto de un peñasco y se arrojó al vacío, estrellándose contra las rocas.

En otra versión de la muerte de Laódice se dice que ella no se mató, que lo que ocurrió fue que los dioses, para protegerla, hicieron que la tierra se abriera a sus pies y la tragara para siempre.

Alrededor de la leyenda de Laódice se contaba también que, estando ella casada con Helicaón, se habría enamorado de Acamante, hijo de Teseo y Fedra, quien llegó a Troya junto con su hermano Demofonte para tratar de liberar a su abuela, Etra, una de las esclavas domésticas de Helena.

Laódice tuvo un hijo de Acamante, al que se le dio el nombre de Múnico, quien, cuando ocurrió la destrucción de Troya y la matanza de los troyanos, fue rescatado por su padre y llevado a Tracia, donde poco tiempo después murió por la mordedura de una serpiente venenosa.

Columna del día Opinión
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