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Adolfo Miranda Sáenz

¡Alarmante proyecto de ley!

Debemos estar alertas ante los graves peligros que encierra el proyecto de “Ley sobre Salud Sexual y Reproductiva” que con un lenguaje sutil y astuto pretende legalizar el aborto, los matrimonios homosexuales y las adopciones de niños por parejas homosexuales (artículos 2, 4, 5, 9, 11, 25 y 36), presentado por diputados de todos los partidos el 25 de mayo pasado.

El proyecto pretende “evitar y reducir las muertes y lesiones de las mujeres a consecuencia del aborto inseguro” considerando que “la salud reproductiva implica que las personas puedan tener la capacidad de tener hijos y la libertad de decidir si quieren tenerlos”, legitimando practicar abortos o “interrupción del embarazo por cualquier causa antes de las 22 semanas de gestación, contando desde el primer día de la última menstruación, y/o el producto de la concepción tenga un peso menor de 500 gramos y una longitud céfalo caudal de 25 cm”, matizando que el aborto se considerará terapéutico “para salvar la salud física o mental de la madre, cuando éstas están amenazadas por el embarazo o por el parto”, dejando el concepto de “salud mental” tan abierto que pudiera significar incluso la simple preocupación por tener un embarazo no deseado.

La iniciativa de ley establece promover el uso de anticonceptivos y especialmente de los condones, incluyendo “información que será ofrecida en todas las unidades educativas, públicas y privadas”, por lo que los padres de familia podrían esperar que un día sus niños o niñas de 11 años anden con condones en la mochila como parte de su educación. Incluso el proyecto establece que “en el caso de preescolar la educación de la sexualidad debe iniciarse desde el primer nivel”. Los pequeñitos de 3 años sabrán de sexo antes de aprender las letras, enseñándoseles que “la sexualidad es la capacidad de disfrutar una vida sexual satisfactoria y sin riesgos, que no incluye como elemento indispensable la procreación”.

Pretenden legalizar los matrimonios homosexuales y la adopción de niños por éstos al establecer que las personas tienen derecho “a procurar su satisfacción sexual según sus necesidades y preferencias” y mediante la eliminación de lo que llaman las “discriminaciones por la orientación sexual”, estableciendo que “los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y ejercidos a plenitud”. Como el matrimonio es lo que protege esos derechos en “plenitud” se autoriza el matrimonio homosexual y la consecuente facultad para que adopten niños.

El proyecto manda que a los niños de preescolar (públicos o privados) se les fomente la orientación homosexual, pues ordena que “en el caso de preescolar la educación de la sexualidad debe orientarse a que el niño y la niña aprendan a asumir su propia condición sexual sin ser ni sentirse discriminado”.

Sé que algunos diputados que firmaron este proyecto se llaman cristianos. ¿Actuaron de buena fe, sin percatarse del trasfondo del lenguaje sutilmente engañoso del mismo? Deberían entonces rectificar. La Palabra de Dios manda no matar (Éxodo 20.13) y condena los actos homosexuales (1 Corintios 6.9 y 10). Particularmente recuerden los diputados católicos que el que promueve el aborto es sujeto de excomunión y que la Iglesia oficialmente enseña que el legislador católico tiene el deber de expresar clara y públicamente su desacuerdo con todo proyecto de ley para legalizar el aborto y las uniones homosexuales, y votar en contra; y que no hacerlo es un acto gravemente inmoral (Canon 1398, Declaración CDF 3 junio 2003).

Católicos y evangélicos debemos actuar pronto y firmes contra este proyecto.

Columna del día Opinión
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