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LA PRENSA/ AFP

¿Quién quiere parecerse a la Barbie en Iberoamérica?

Éstas y otras ideas surgieron en un diálogo en Madrid entre la antropóloga Marta Lamas y la actriz Patricia Reyes Spíndola, mexicanas, y la investigadora española Patricia Soley-Beltrán.

Fotos de LA PRENSA/ AFP

La sociedad contemporánea debería asumir que además del modelo de mujer Barbie hay otras que, sin piel blanca o “sonrisa automática”, “disfrutan vistiendo “ropa masculina” o las que no dejan de ser femeninas a pesar de que no se depilen.

Éstas y otras ideas surgieron en un diálogo en Madrid entre la antropóloga Marta Lamas y la actriz Patricia Reyes Spíndola, mexicanas, y la investigadora española Patricia Soley-Beltrán.

Las tres fueron convocadas por la Casa de América de Madrid para debatir sobre el tema ¿Quién quiere parecerse a la Barbie en Iberoamérica? , en una mesa redonda de la última edición del festival VivAmérica.

En un encuentro previo con Efe, todas ellas reconocen la influencia que ha tenido en varias generaciones la muñeca Barbie, creada en Estados Unidos hace medio siglo.

BLANCA, DELGADA Y CON TETAS. “Ha sido el modelo de belleza hegemónico, el de las rubias con ojos azules, modelos del glamour, del poder adquisitivo, del bienestar social…”, dice la socióloga española.

“Sí, blanca, delgada y con tetas”, añade Marta Lamas, al recordar la novela Sin tetas no hay paraíso, del autor colombiano Gustavo Bolívar.

Aunque las tres coinciden en el “horror” que supone el estereotipo, Patricia Reyes —una de las grandes actrices de los “culebrones” y del cine de México— defiende casi a su pesar la pervivencia del modelo femenino en la pantalla.

“Esas series están llenas de personajes Barbie y Ken (el compañero de Barbie) no porque lo dicten así los productores; es que el público quiere ver esos modelos en los papeles protagonistas”, dice la actriz.

Los televidentes, añade, “no quieren ver personajes que recuerden cómo somos la mayoría de los y las mexicanas, ni gorditas ni bajitas ni morenas, sino rubias de ojos azules y, efectivamente, con tetas”.

RACISMO, CLASISMO Y DISCRIMINACIÓN. Marta Lamas considera que el ideal de belleza femenina tendría que ser, por ejemplo, “un conjunto de rasgos armónicos y cierta gracia” y no necesariamente en un estereotipo de cierto color de piel, de un metro y setenta centímetros de estatura y determinado peso.

En esta idea están de acuerdo las tres y en la constatación de que “el modelo Barbie” borra “de un plumazo” la diversidad de posibilidades de belleza de un planeta con culturas y aspectos físicos tan distintos.

“Hay racismo, clasismo y discriminación en el intento de imponer un solo modelo de belleza en una población en la que hay muchas posibilidades de mujeres bellas que no se ajusten a la idea Barbie”, asegura la antropóloga mexicana.

Patricia Soley, por otra parte, se pregunta “por qué una mujer que se presente como autónoma, independiente y afirmativa es leída como una marimacho, como si adoptara rasgos masculinos”.

Esta socióloga considera que el modelo propuesto por la muñeca es el de una mujer castrada que obtiene el poder a través del hombre (de Ken) o de la manipulación; una mujer que, “a tenor del símbolo de belleza de una cultura imperante”, sólo desea ser envidiada o admirada.

En este punto, Lamas añade que la mujer “no tiene por qué estar sonriendo siempre” para ser femenina. “Esa sonrisa automática característica” de la Barbie, que puede ser interpretada —dice— como “gesto de sumisión”, como si la seriedad o tomarse en serio para ciertas cosas fuera amenazante para los hombres.

Y no hay que dejar pasar, añade la actriz mexicana, el hecho de que los hombres han desarrollado “un look (aspecto) femenino” en el que no deja de haber muchos que se depilan y llevan aretes o tatuajes.

Aquí recuerda Patricia Soley que en algunos lugares de América “se tolera menos” a las mujeres jóvenes que no se depilan; “se las trata como sucias y se considera esa desobediencia como un rasgo impuro en el estilo medieval más clásico”. b

La Prensa Domingo

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