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Douglas Carcache

Elogiado y prohibido

Escritores cubanos, que han defendido al régimen de los hermanos Castro, han tenido que rumiar sus contradicciones al enterarse que Mario Vargas Llosa había ganado el Nobel de Literatura.

Elogiaron a Vargas Llosa por ser un gran novelista, pero ninguno se atrevió a criticar, al menos en público, la prohibición de las obras del escritor peruano en Cuba desde hace décadas, desde que comenzó a criticar a Fidel Castro.

También dejaron en evidencia que mientras la mayoría de la población cubana tiene vedado el acceso a obras literarias de calidad mundial, hay una élite protegida por la dictadura que sí puede conseguirlas, porque tienen el privilegio de viajar fuera de la isla.

El ensayista y narrador cubano Reynaldo González admitió que en Cuba la lectura es restringida, al decir a la agencia EFE que allí Vargas Llosa es “muy conocido, pero no se lee tanto”. Y trató de explicar: “Sus obras no es que se vendan en Cuba, llegan a las bibliotecas nada más, alguna vez a alguna feria del libro”.

Claro, añadió González, los escritores sí le siguen y están “muy actualizados en todo lo que produce”. Sin duda habla de escritores complacientes con el castrismo, porque los críticos nunca obtienen permisos para salir de la isla y con dificultad logran algún acceso clandestino y limitado a internet.

Es contradictorio decir que un escritor es muy conocido y poco leído. Al autor se le conoce por su obra, entre más completa, mejor; pero en un país donde sus libros son prohibidos, como en Cuba, es obvio que lo conocen poco.

Hasta 2003 ninguna obra de Vargas Llosa estaba en las principales librerías de La Habana. En febrero de ese año visité la capital cubana y busqué libros. Fui incluso a una feria de libros en San Antonio de los Baños, donde había obras muy baratas pero más de propaganda política.

Dudo que las obras de los autores prohibidos hayan llegado después a las librerías cubanas, porque la represión aumentó a partir de marzo de ese mismo año, cuando la policía castrista encarceló a más de 70 disidentes y críticos del régimen, entre ellos periodistas.

Otro escritor cubano, César López, calificó a Vargas Llosa como “uno de los grandes narradores de la lengua, creo que no sólo del siglo XX y lo que va del XXI, sino de todos los tiempos”. Sin embargo, aclaró: “No comparto su posición política e ideológica actual, pero lo admiro como escritor y lo prefiero siempre como novelista”.

Allí hay otra contradicción, porque es difícil separar lo estético literario del conocimiento que aporta una obra al mostrar ambiciones y contradicciones políticas, en sociedades cargadas de retórica falsa. Por algo la Academia sueca le concedió el premio a Vargas Llosa por “su cartografía de las estructuras del poder y sus incisivas imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”.

A estos escritores de Cuba les agrada leer novelas como La fiesta del Chivo , en que Vargas Llosa cuenta las tropelías del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, y rechazan relatos o ensayos que develan falsedades de la izquierda y atrocidades de sus engendros, Fidel Castro entre ellos.

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