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Hijos para la revolución

Por José Antonio Peraza

De la lectura de varios artículos en la revista de LA PRENSA, Magazine, sobre la vida de personajes políticos como Cleto Ordóñez, Emiliano Chamorro, Augusto Calderón Sandino y Carlos Fonseca Amador extraje patrones similares de vida que condicionaron su comportamiento político. La conexión entre estos políticos la establecí a través de la lectura de un artículo del sociólogo argentino Carlos Vilas sobre el Sujeto Social de la Insurrección que terminó con la dictadura somocista.

Vilas describió el perfil básico de las personas que participaron en la insurrección, tomando información recabada para otorgar pensiones y subsidios a los combatientes, familiares y colaboradores caídos en la insurrección. La mayoría eran hombres muy jóvenes, el 54 por ciento eran hijos ilegítimos, la mitad creció en hogares donde la madre era cabeza de familia y no permanecía con los niños durante el día, por tanto, se criaron acompañados de hermanos, primos o amigos bajo la mirada distante de una vecina o familiar.

Estos jóvenes, según Vilas, provienen de familias donde la autoridad fue internalizada de forma diferente al estereotipo de la familia tradicional nicaragüense compuesta por padre y madre. La escuela como agencia secundaria de autoridad aparece muy distante debido a las altas tasas de analfabetismo y deserción escolar. La autoridad de la Iglesia era percibida entre la indiferencia y la crítica.

Al analizar a personajes concretos, tanto Augusto Calderón Sandino como Carlos Fonseca Amador crecieron en situaciones difíciles. Sandino narró al periodista José Román en 1933 lo siguiente: “Abrí los ojos en la miseria y fui creciendo, aún sin los menesteres más esenciales para un niño, y mientras mi madre cortaba café, yo quedaba abandonado”. Cuenta Chuno Blandón que la madre de Carlos Fonseca era una mujer de un carácter muy débil que se quejaba permanentemente de su condición de mujer pobre con hijos pequeños, todos de padres diferentes.

Ambos tuvieron que escoger entre la familia de su padre o madre para superar la miseria. Sandino relató que a los once años reclamó a su padre: “(…) me arrimé a él y le interpelé llorando, pero enérgicamente: —Óigame señor ¿soy su hijo o no? Y mi padre contestó: —Sí hijo, yo soy tu padre. Entonces yo le repliqué: —Señor, si yo soy su hijo ¿por qué no me trata usted como trata a Sócrates?

De Carlos Fonseca, dice Chuno Blandón: “Él era hijo ilegítimo, pero tenía dos caminos, o resentirse y alejarse de su padre, o buscarlo”. Sus familiares por parte de madre desaparecieron o no se incorporaron a su lucha. Roberto Sánchez dice: Carlos Fonseca “tuvo una mayor relación con sus hermanos Amador Arrieta que con los Fonseca, al punto que ninguno de sus hermanos por parte de madre se incorporó a la lucha armada mientras Fausto estuvo en la clandestinidad (…). El hermanastro de Sandino, Sócrates, se integró a su lucha, pero de sus hermanos por parte de madre casi no se sabe nada.

La aparente reconciliación de Sandino y Fonseca con sus padres no evitó que tuvieran con ellos una relación tirante y confusa. La mejoría en sus condiciones de vida acrecentó, en sus personalidades superiores, lo que Erich Fromm llama la necesidad de autoridad. Una condición donde el niño, ávido de autoridad, al no tenerla, se rebela contra las presiones o descuidos de las personas que no cuidaron de él.

El hermano de Carlos Fonseca, Cairo Amador cuenta que Luis Somoza veía a “Carlos como un muchacho rebelde que iba contra el sistema que estaba contra todo y sin nada”. Sandino, dice Wünderich, le reprochó a su padre, literalmente hasta su muerte, el hecho de que se preocupara únicamente de sus propias ventajas materiales”.

Las condiciones de vida de la mayoría de nuestras mujeres las hace vulnerable al abuso, especialmente, de hombres con mayores ingresos. Esto provoca que en sus hijos nazcan y crezcan en la miseria y el abandono, sin la autoridad, especialmente, de su padre. Esto genera en los niños, sentimientos y actitudes ambivalentes de rebeldía o de búsqueda de aprobación hacia su padre. Sandino siempre quiso distinguirse en algo para obtener la aprobación de su padre y Fonseca trató de liberarse de la sombra que lo ha perseguido desde siempre, su padre.

El autor es sociólogo

Opinión Emiliano Chamorro hijos revolución archivo
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