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Educación robótica

El mejor bachiller de Nicaragua 2005, Guillermo Zepeda Mena, egresado del colegio Modesto Armijo, expresó en una entrevista publicada por LA PRENSA (14/09/2010) que “la educación nicaragüense es robótica”, porque no se enseña a pensar a los estudiantes. Guillermo se graduó de bachiller a los 16 años; en la actualidad es uno de los mejores estudiantes de Ingeniería Industrial de su universidad.

¿Qué nos quiere decir Guillermo con la palabra “robótica”? Probablemente se refiere al modelo enciclopédico del siglo XVIII que consideraba como sabia a una persona que retenía en su memoria una enorme cantidad de información. Según dicho sistema, los sabios eran enciclopedias vivientes, el libro de texto una pequeña enciclopedia y el estudiante memorioso, una pequeña enciclopedia de bolsillo. Este modelo educativo sacralizaba la repetición robótica de los conocimientos que las distintas élites científicas, políticas, culturales y religiosas establecían de acuerdo a sus intereses.

En otras palabras, en nuestro país seguimos enseñando como se enseñaba en el siglo XVIII, privilegiando la memoria. Si observamos bien, los libros de texto son depositarios de un cúmulo de información que, prácticamente, sugieren que el alumno tiene que aprender de memoria. Por otro lado, los test de lectura son otra herramienta mecánica, cuyas respuestas dependen de la memoria. En los exámenes lo que se premia es la memoria y el alumno que se atreve a pensar corre el riesgo de que lo reprueben. Y en nuestro sistema lo aplazan, porque aquí está prohibido pensar. El maestro dicta, el alumno copia y repite la información que logró captar o registrar en su cuaderno. Lo más triste del caso es que los alumnos consultan libros de textos publicados hace treinta o cuarenta años, o simplemente no cuentan con una biblioteca actualizada.

Sin embargo, con el desarrollo tecnológico de los últimos años, el enciclopedismo está llegando a su final. Mientras esto ocurre, pronto veremos en las salas de clase que a los alumnos se les está enseñando a pensar, por primera vez en la historia. La marca del fin del viejo modelo lo ha dado el Internet y la web 2.0 que permiten integrar todas las tecnologías de la información (telemática, vídeo, cine, música, radio, etc.), y la posibilidad de encontrar en la red todo tipo de información. El acceso a Internet es cada vez más masivo y ahora cualquier persona en cualquier parte del mundo puede contar con información valiosa en tiempo real, organizarla, sistematizarla, criticarla, difundirla, intercambiarla, cuestionarla, enriquecerla, denegarla, reformularla y más. Como podemos ver, el conocimiento se difunde, se critica, se transforma rápidamente, en claro contraste con lo que sucedía en épocas pasadas, donde la transmisión del conocimiento era muy lento y donde una idea o concepto pasaba mucho tiempo para reformularse, sustituirse o eliminarse. En aquellas épocas el sistema de ideas establecidas pasaba de generación en generación, sin cambios sustantivos.

A pesar de esta innegable realidad, existen muchos maestros que continúan enseñando como se enseñaba en el siglo XVIII, es decir, aplicando en sus aulas el enciclopedismo acrítico y memorístico. ¡Esto no puede ser! La rapidez con que se mueve el conocimiento impide que las personas que se quedan con conocimientos desfasados puedan enfrentar con éxito los nuevos desafíos de la vida moderna, caracterizada por el automatismo, la electrónica, los teléfonos móviles, las computadoras y el Internet. En la sociedad actual no importa tanto el dominio del conocimiento concreto y vigente en un momento dado, sino la capacidad para descubrir nuevos conocimientos, integrarlos y saberlos usar adecuadamente en la solución de problemas nuevos.

Los estudiantes que impugnan el modelo enciclopédico, acrítico y memorístico exigen que la escuela enseñe a pensar (“aprender a aprender”). Enseñar a pensar críticamente es una tarea bastante difícil: requiere mucho tiempo, exige la cooperación de todos los docentes y necesita un clima pedagógico favorable en el aula que muchas veces es difícil de conseguir. Sin embargo, una actitud reflexiva es un punto imprescindible. Lo importante no es trasmitir conocimientos, repetir y memorizar la lección, sino producir y recrear el conocimiento, es decir construir la propia reflexión personal: clara, coherente, lógica, racional y rigurosa. Desde esta perspectiva se debe potenciar el razonamiento lógico, el análisis, la inferencia, la extrapolación, la argumentación, etc., para que el alumno no sea una enciclopedia de bolsillo, sino una persona activa, participativa, un constructor de conocimientos y capaz de influir positivamente en la transformación de la realidad. Lo que se persigue es que el alumno sea capaz de exponer sus ideas con claridad, coherencia y objetividad; además de participar en debates asumiendo una actitud de respeto y tolerancia.

En esta sociedad del conocimiento el que triunfa no es el que repite de memoria un chorro de cifras, pesos y medidas, sino el que sabe encontrar la estrategia adecuada para darle respuesta a los nuevos problemas y desafíos. Este mundo en constantes cambios hay que enfrentarlo de otra manera; la prueba está en que muchas profesiones están desapareciendo, empujadas por otras realidades y otros conocimientos. Y hay nuevas profesiones que aparecen con nuevas exigencias y otros requerimientos técnicos y profesionales. El fin de la educación debe ser: “Enseñar a pensar”.

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