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Haití y el suicidio colectivo

Haití es habitualmente un punto de referencia para Nicaragua. Esto se debe a que Haití demuestra que hay otro país en América Latina, cuya situación es peor que la de Nicaragua, como por ejemplo en los índices de pobreza, subdesarrollo humano y atraso político.

Haití siempre ha sido el país más atrasado del hemisferio occidental, pero su situación ha empeorado después del terremoto de enero de este año, del huracán Tomás a principios de noviembre y finalmente por la peste de cólera. Y esta semana, cuando sólo falta otra para la elección presidencial, Haití se ha mantenido en los titulares de las noticias internacionales ahora por la violencia callejera contra la ONU, que irónicamente está en el país para ayudar a la población a salir de su extrema desgracia.

La consagrada escritora mexicana Ángeles Mastreta, muy conocida internacionalmente por sus exitosas obras literarias como Arráncame la vida , Mal de amores y Ninguna eternidad como la mía , ha escrito que “la pena de Haití” fue uno de “los tres temas más impresionantes” que se discutieron en el Foro Iberoamérica realizado del 11 al 13 de noviembre corriente en Punta Cana, República Dominicana. Los otros dos temas más impresionantes que se debatieron en el foro, según Ángeles Mastreta, fueron de connotaciones positivas: “el éxito de Brasil y la sorpresa de Perú”, seguramente que por el pujante crecimiento y desarrollo de estos dos países suramericanos que son ejemplarmente democráticos, en el estándar de América Latina.

El Foro Iberoamérica fue instituido hace diez años por iniciativa del escritor mexicano Carlos Fuentes, con el propósito de reunir antes de cada Cumbre Iberoamericana a representantes culturales, sociales y políticos democráticos de Iberoamérica, para debatir sobre problemas fundamentales de interés común. En esta ocasión la convocatoria en Punta Cana fue para el tema “El Bicentenario Latinoamericano: preguntas, desafíos y respuestas”, y allí se juntaron alrededor de ochenta personalidades políticas, empresariales, académicas y culturales de Iberoamérica, España y Portugal, como los expresidentes Ricardo Lagos, de Chile, Felipe González, de España y Julio María Sanguinetti, de Uruguay; y escritores como Juan Ruiz, de España, Ángeles Mastreta, de México y Sergio Ramírez, de Nicaragua, entre otros.

A propósito de “la pena de Haití”, como calificó Mastreta la terrible situación de ese país caribeño, vecino de República Dominicana, el miembro de la Academia Nacional de Periodismo de Argentina y periodista eminente del diario La Nación, de Buenos Aires, José Claudio Escribano, quien participó en el Foro Iberoamérica de Punta Cana, se pregunta en términos dramáticos si realmente existe Haití.

Aclara Escribano que ésta no es una pregunta indecente ni desdeñosa. Se trata, dice, que “En el Foro (Iberoamérica) se afirmó, en algún momento, que Haití no existe. Acaso haya sido ése el modo dialéctico de atraparnos por el cuello a fin de que entendiéramos la casi imposible viabilidad de un país que, después del terremoto que segó 240 mil vidas en enero, y del huracán Tomás, que diezmó no poco de lo que continuaba en pie, ahora mismo se debate con los estragos del cólera, una epidemia que lleva ocasionadas más de 1,000 muertes y 15,000 contagios”.

“Ya en 2007 —sigue diciendo José Claudio Escribano— el 75 por ciento de la población haitiana era pobre, en el sentido de que carecía de ingresos suficientes para atender sus necesidades básicas. Hoy, la inmensa mayoría de los haitianos son extremadamente necesitados, o sea, inhábiles para atender los requerimientos de nutrición elementales para la vida, aún en el caso de que gastaran todos sus recursos en comida”.

Reflexiona el académico argentino de periodismo, que “si alguna vez se habló del concepto de suicidio colectivo, ha de haber sido en relación con Haití, país al que la devastación por siglos de las riquezas naturales ha dejado en vulnerabilidad extrema ante cualquier catástrofe”. Y es en estas catastróficas condiciones que “Haití se encamina, sin saberse bien para qué y entre un exceso de competidores políticos —19 (candidatos presidenciales), esta vez, contra 34 en la consulta de 2006—, a las elecciones presidenciales del próximo domingo 28” (de noviembre).

Pero la verdad es que si de suicidio colectivo se habla, habría que pensar también en Nicaragua, donde insólitamente su pueblo o una parte decisiva de él, ha permitido que Daniel Ortega vuelva a subir al poder; quien ahora quiere quedarse arriba para siempre, a pesar de su probada discapacidad gubernamental y de la catástrofe humanitaria, social, económica y política que causó en los años ochenta.

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