Nicaragua no tiene capacidad para enfrentar un desastre por derrame de hidrocarburos. Si ocurre un accidente de estos en grandes proporciones, los daños serían incalculables.
Esto se evidenció en el derrame de búnker que ocurrió este fin de semana en el barrio Cristo del Rosario, que contaminó el lago de Managua con unos 3,200 galones de este combustible, a pesar de que la pipa en la que era transportado se accidentó a 600 metros de la costa.
“Con esto quedó demostrado que la capacidad de respuesta por parte de las empresas que transportan estas sustancias no es apta”, comentó Kamilo Lara, uno de los ecólogos más reconocidos de Nicaragua, después de inspeccionar el lugar.
Para el experto, “un accidente que ocurrió en plena Managua debió tener respuesta de inmediato, pero se perdieron tres o cuatro horas mientras el búnker avanzaba”.
Lo que pasó fue que a las 3:00 p.m. una pipa con capacidad para transportar 6 mil galones de búnker se dio vuelta en un barrio del noroeste de la ciudad. La cisterna se desprendió, se rompió y el líquido se escurrió por la primera alcantarilla, y se esparció por el desaguadero, hasta llegar al lago, contaminando todo a su paso.
Cuando la empresa responsable del transporte de búnker reaccionó, ya era tarde. No dio tiempo para que las autoridades del Estado ni la firma especializada en control de derrames controlara la emergencia, porque oscureció. Al día siguiente el daño estaba hecho.
La empresa de transporte logró succionar unos 2 mil galones de la alcantarilla, pero no tenía capacidad para más.
Una fuente del Gobierno informó que la empresa responsable se negó a contratar a gente especializada de inmediato y fracasó en el intento de echarle tierra al búnker, una actividad que puede ser penalizada.
EL IMPACTO
Los primeros resultados del derrame ya se observan, según Lara, en que parte del búnker se mezcló con el lodo del cauce y del lago Xolotlán, incluso se sedimentó.
También quedó afectada la microflora y microfauna de la costa, es decir, plantas y animales microscópicos que dan un balance de la vida que normalmente no es percibido.
Asimismo, se perdieron sitios donde algunos peces llegaban a anidar, con lo que también hubo impacto en la fauna que sí es conocida.
Y el impacto pudo ser mayor, a juicio del experto, porque la contaminación está contenida gracias a los vientos fuertes de diciembre, que llegan desde el norte, expulsando hacia afuera el búnker que flota en las aguas del lago.
“Esto hace que la mancha contaminante esté plegada a la costa, no se extienda al centro del lago”, expresó Lara.
Aun con esta ventaja, el ecólogo considera que los trabajos de remediación están un poco lentos.
“Hay trabajos de restauración que no tienen la agilidad necesaria para evitar mayor contaminante, no han sido limpiados de inmediato las plantas, suelo y basura que fueron impregnados con el material”, comentó Lara.
Agregó que ayer todavía no había sido eliminado totalmente el búnker que quedaba en las tuberías.
Otro riesgo es el de las conexiones ilegales de aguas servidas. Estas provocan que el contaminante se diluya y se mezcle en todo el cuerpo de agua en vez de flotar en la superficie, lo que agrava más el problema.
“Si estuviéramos en época de lluvias, sería peor”, advirtió.
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