Hace casi 20 años que el discurso opositor al sandinismo o mejor dicho al orteguismo, porque del primero no queda mucho, se ha anclado en básicamente tres premisas, la guerra y su correlato de muerte el Servicio Militar Obligatorio, la crisis económica y la supresión de las libertades públicas.
Hasta el 2001 esta triada funcionó medianamente bien a los propósitos de enfrentar la posibilidad de que Daniel Ortega Saavedra volviera al poder. En 2006 vimos que la fórmula no funcionó, no porque los nicaragüenses creyéramos que Daniel Ortega y su camarilla fuesen diferentes, sino porque la oposición asumió el reto electoral, atomizada.
Los nicaragüenses siguen siendo mayoritariamente antisandinistas y yo me atrevería a decir más bien antidanielistas, de eso no cabe duda. La última encuesta de la firma M&R Consultores, que se publica en esta edición, así lo revela. El voto duro del sandinismo-orteguista no supera el 39 por ciento.
Pero tras cuatro años de gobierno de Ortega, sin conflicto bélico de por medio que reviva el espectro de muerte del Servicio Militar, sin economía centralizada, y con un disfrazado respeto a las libertades públicas, los fantasmas de entonces ya no asustan.
Aun cuando políticamente los nicaragüenses no se identifiquen ideológicamente con Daniel Ortega y su claque, lo cierto es que durante estos cuatro años de gobierno ha logrado “desmontar” el discurso al estilo “Caperucita” de la cada vez maltrecha oposición nicaragüense.
Los datos de M&R dicen que el orteguismo tiene un 39 por ciento de voto duro, frente a un 11 por ciento que logra la oposición nacional. Un 49 por ciento se declara independiente, es decir abiertamente sin partido.
La tendencia hasta hace poco era que los independientes se inclinaran mayoritariamente con la oposición. Hasta hace cinco años este grupo mayoritariamente (77 por ciento) declaraba sin tapujos que Daniel Ortega le resultaba desagradable. Hoy en día, apenas un 44.5 por ciento expresa desagrado por Ortega.
El gobierno de Daniel Ortega ha desmontado el discurso trillado de una oposición que se sigue desgranando alrededor de intereses personalistas, cuotas de poder y sin ofrecer a Nicaragua un verdadero proyecto de nación; y frente a un gobierno que, sin serlo, se presenta como diverso, tolerante y democrático.
La oposición política al orteguismo no ha logrado comprender y entender en estos cuatro años de gobierno que si continúa atomizada, fraccionada, dividida, peleada, primando intereses personalistas, con cantos de sirena o fábulas al estilo del lobo del pastorcito, el danielismo se afianzará más entre los independientes como ya lo está haciendo, porque simplemente ven que -como dice Raúl Obregón de M&R— los fantasmas ya no asustan.
La autora es periodista.
Ver en la versión impresa las páginas: 9 A