Por Azucena Castillo
“Las Pymes están en boca de muchos y en
manos de nadie”, es lo que lo que hemos venido comprobando en los países en desarrollo, pues a pesar de múltiples estudios sobre su tipología y caracterización, y lugar de preferencia en los discursos electoreros, están poco visibilizadas en las políticas, planes y presupuestos de los países. Inclusive en los programas que las principales instituciones internacionales acuerdan con los gobiernos son relegadas a un quinto patio, pues a pesar de que sus propios estudios indican la importancia de las Pymes en el crecimiento y la cohesión social que pregonan, las condicionalidades exigidas a los gobiernos en su mayoría son limitantes para su fortalecimiento competitivo e internacionalización. Ése es el caso del financiamiento y los estímulos requeridos para el desarrollo de un sector prometedor o una agroindustria naciente, políticas que son objetadas por el FMI en países como Nicaragua. No obstante, ese enfoque en las Pymes ha sido exitoso en las economías del este asiático, que hoy son ejemplo de éxito, ya que al fijarse sus metas de crecimiento, superando las brechas educativas basados en la tecnología y el libre mercado, paralelamente se decidieron con base al beneficio/costo por incentivos y apoyos que dotaran de herramientas a sus Pymes.
Difícilmente el 50 por ciento de las Pymes sobrevive de los primeros dos a cinco años, aún en los países desarrollados, quedando claro la difícil trayectoria que tiene que recorrer una empresa para poder competir en los mercados cada vez más exigentes, en los que la innovación y la tecnología son requisitos indispensables para una constante adaptación al cambio y responder con eficiencia y calidad.
De acuerdo con estudios, el principal factor de la mortalidad de las empresas es su poca capacidad de gestión. Esa falla se debe al desconocimiento o la dificultad en el uso de herramientas básicas de gestión empresarial. Específicamente en el caso de Nicaragua, prácticamente muy pocas Pymes cumplen con las disposiciones legales, tributarias o contables, o se manejan sobre un plan de negocios que les permita evaluarse a tiempo para prevenir situaciones de crisis porque simplemente desconocen o no utilizan las herramientas básicas de un negocio.
De la misma manera, aún las empresas que han logrado afianzarse no pueden dormirse en sus laureles, ya que la competencia en los mercados exige responder aceleradamente haciendo uso de la innovación y la tecnología, para ajustarse a un nuevo modelo productivo de comercialización para asegurar su posición o expandirse en los mercados cada vez más exigentes. Ésa es una inversión para la transformación del sector productivo agropecuario que debe preocuparnos.
De aquí la urgencia en nuestro país, para que las Pymes, que por su propia capacidad de adaptación y capacidad de generación de empleo se vuelvan estratégicas para un buen plan de desarrollo, puedan insertarse en las oportunidades del mercado y vengan a reforzar la estructura exportadora de Nicaragua, que actualmente basa el 70 por ciento de sus exportaciones en 50 exportadores, y todavía sigue dependiendo de cinco productos básicos como hace un siglo.
Urge un plan de desarrollo articulando el potencial productivo de Nicaragua —perfilado en el corto plazo por la agroindustria y el turismo, dada su vocación extensión territorial dotada de recursos naturales y diversidad cultural, en adición de la abundancia de recurso humano atractiva a la inversión—, con la demanda de los mercados —perfilada por la calidad, inocuidad y seguridad de los alimentos, y un disfrute en armonía con la naturaleza. Esta articulación no puede marginar, sino que clama por una sinergia estratégica del Sector Público-Sector Privado Organizado-Sector Académico para proveer de herramientas a las Pymes.
En ese esquema de desarrollo de las Pymes se abordan dos importantes premisas: la generación de divisas a partir de la inserción adecuada en el comercio internacional y la creación de empleo en el sector rural. Para implementarlo se requiere de una visión de lógica y comprensión de los mercados para facilitar el ingreso de al menos 5000 Pymes exportadoras al sector formal en un período de 5 años, que requieren contar con programas y proyectos de apoyo a su competitividad e internacionalización, incluyendo la facilidad de trámites para iniciar y operar un negocio en Nicaragua, que es una de las causas de la informalidad.
Los mercados nos sobran, Nicaragua tiene acceso en condiciones preferenciales a más de mil millones de consumidores (EE.UU., Unión Europea, Taiwán, Centroamérica, México, Panamá, República Dominicana, Venezuela). Lo que está haciendo falta es saber llegar con empresas competitivas, por lo que urge echarle una mano a las Pymes, con instrumentos que les permitan hacer uso de las mejores prácticas para una gestión en sintonía con las exigencias de los mercados en el Siglo XXI.
La autora es Gerente General de APEN
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