Ahora el asunto está olvidado. Sin embargo, este año marcó a Nicaragua por las lluvias intensas y continuas, como producto del fenómeno de La Niña, que trae inundaciones a la mayor parte del territorio nacional.
La tormenta tropical Matthew se convirtió en el quinto ciclón que penetra en Nicaragua en los últimos cinco años, pero su influencia fue mínima en comparación con las precipitaciones que iniciaron una semana tarde, a pesar de los aguaceros de febrero y abril, aunque con mayor intensidad de lo normal.
Datos del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter) indican que en los primeros tres meses de la temporada lluviosa cayó un 50 por ciento más de lluvia que la norma anual.
Agosto apenas fue afectado por la época seca de la canícula, pero en septiembre y octubre todo cambió, convirtiendo los meses tradicionalmente más húmedos en los más secos.
Sin embargo el daño ya estaba hecho. Un total de 70 personas murieron por razones relacionadas a las intensas precipitaciones, por inundaciones, crecidas de ríos y deslizamientos de tierra.
Las lluvias afectaron de forma directa a más de 80 mil personas en todo el país, de las que al menos cinco mil continúan refugiadas en centros de albergue “temporal”.
Las lluvias también causaron destrucción en 80 municipios del país. El número de refugiados llegó a superar las diez mil personas, y los centros de albergue llegaron a 121.
Entre las consecuencias más impresionantes estuvo la crecida de los lagos Xolotlán y Cocibolca, así como los ríos del Pacífico.
El Xolotlán creció 4.02 metros sobre su nivel promedio, llegando a los 42.74 metros sobre el nivel del mar. Eso superó el nivel alcanzado cuando el huracán Mitch devastó el país en 1998.
Hubo reportes de que el Cocibolca aumentó su nivel en dos metros. La cantidad exacta nunca fue confirmada, pero el Xolotlán le llegó a aportar 200 metros cúbicos de agua por segundo a través del río Tipitapa, que con el Mitch le traspasó “apenas” 90 metros cúbicos por segundo.
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