Por Alfredo César A.
Carlos Andrés Pérez, cariñosamente conocido como CAP, fue el líder latinoamericano que más apoyó la libertad y la democracia en Nicaragua durante las últimas tres décadas.
Lo conocí como Senador de su patria en 1980, incansable luchador contra las dictaduras como la de los Somoza y constructor de un puente de entendimiento con los gobernantes de Estados Unidos, que lo llevó a desarrollar una estrecha relación con el presidente George H. W. Bush (padre), durante su segundo período presidencial. Esta relación resultó ser decisiva para impulsar las decisiones que culminaron con el restablecimiento de la democracia en nuestro país, en 1990.
En junio de 1989, el primer grupo de la Resistencia Nicaragüense, que incluía a Carlos Hurtado, Danilo Lacayo, Frank César, Enrique Delgadillo y este servidor, regresamos a nuestro país, a integrarnos a la Campaña Electoral de la UNO. CAP garantizó nuestra seguridad y nos envió dos aviones del gobierno de Venezuela para el vuelo de regreso. Sin sus gestiones con varios Presidentes no habría sido posible lograrlo.
A lo largo de la campaña electoral apoyó fuertemente a la UNO y a su candidata presidencial, doña Violeta de Chamorro y fue determinante la noche de la elección para que el FSLN aceptara su derrota. Posteriormente envió un contingente de seguridad para cuidar a doña Violeta, mientras se aseguraba el mando civil sobre la Policía Nacional.
En el primer aniversario del Gobierno de la UNO fue invitado oficialmente para visitar Nicaragua como Presidente de Venezuela, con todos los honores que corresponden en esas circunstancias.
Durante su visita oficial, en agradecimiento por los actos de solidaridad con la libertad y la democracia nicaragüenses, la Asamblea Nacional, que yo presidía en abril de 1991, recibió en Sesión Solemne al Presidente Carlos Andrés Pérez, para condecorarlo con la Orden de la Libertad Pedro Joaquín Chamorro (quien fue su amigo) y escuchar su mensaje. Todas las fuerzas políticas aprobaron este magno evento. En su mensaje instó a gobierno y oposición a buscar un punto de entendimiento para fortalecer la democracia y no permitir jamás otra dictadura en nuestra patria.
Después del año 2000, lo visité varias veces durante su exilio en Miami, y en las conversaciones con él, siempre encontré el líder fuerte pero pragmático para encontrar soluciones a los problemas. Su optimismo era inmenso. Su legado llega mucho más allá de su patria Venezuela.
Al condecorarlo en la Asamblea Nacional, le expresé las gracias por su ayuda para la democracia nicaragüense y hoy que ha fallecido, las hago públicas como un pequeño homenaje a ese gran líder latinoamericano que siempre tendremos presente.
El autor es vicepresidente del PC.
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