Por Moisés Martínez
“Todavía no se sabe cuántos nicaragüenses murieron el 22 de enero de 1967 masacrados por la Guardia Nacional. Se calcula que fueron unos 200, enterrados en fosas comunes. En la madrugada del día siguiente se vieron pasar camiones llenos de cadáveres y varias bombas lavaban la sangre en la Avenida Roosevelt, frente adonde está ahora la Asamblea Nacional”.
Éste es el triste panorama que relató el historiador Roberto Sánchez Ramírez en su libro El recuerdo de Managua en la memoria de un poblano sobre el trágico desenlace que tuvo la protesta que opositores políticos y movimientos estudiantiles llevaron a cabo en contra de las pretensiones de Somoza Debayle, de hacerse de la presidencia de manera arbitraria, pasando por encima de las leyes y la voluntad popular.
Somoza Debayle procuraba garantizarse el triunfo en las elecciones por medio de un fraude electoral, para lo cual se apoyaba en sus aliados políticos del Partido Conservador Nicaragüense, que eran denominados popularmente como los “zancudos”.
Pero Somoza Debayle primero buscó cómo despejar de su camino aquello que importunaban sus pretensiones reeleccionistas.
Enfundado en su uniforme de General de División de la Guardia Nacional, anunció sus intenciones de que el Partido Liberal Nacionalista lo designara candidato oficial a la Presidencia de la República.
Esto molestó mucho al entonces presidente René Schick Gutiérrez, quien había asumido en 1963, prometiendo que durante su gestión garantizaría el Estado de Derecho y elecciones libres y transparentes.
Cuando Somoza Debayle finalmente se impuso como candidato presidencial, la salud del presidente Schick Gutiérrez empezó a deteriorarse. Finalmente falleció el 3 de agosto de 1966, siendo sucedido en su cargo por Lorenzo Guerrero Gutiérrez.
“Sobre la muerte del Presidente hay muchas versiones que si bien tuvo un infarto, el tratamiento médico no fue el adecuado y hasta se mencionó que estando inconsciente le fue quitado el oxígeno. Lo cierto es que la muerte del presidente Schick le quitó una carga de encima a los Somoza Debayle, sin tener que recurrir al derrocamiento, como hiciera su padre en mayo en 1947 en contra del presidente Leonardo Argüello Barreto”, cita el libro de Sánchez Ramírez.
LA PROTESTA
Para orquestar el fraude electoral, Somoza Debayle impuso que en los denominados cantones electorales sólo hubiesen representantes del Partido Liberal Nacionalista y sus aliados “zancudos”.
Esto dejaba por fuera al Partido Conservador de Nicaragua, una facción opositora a Somoza que llevaba como candidato a la presidencia a Fernando Agüero Rocha, en fórmula con Luis Pasos Argüello.
La Unión Nacional Opositora (UNO) organiza manifestaciones en todo el país en contra de las intenciones de Somoza en ser presidente.
El movimiento estudiantil, aglutinado en las dos principales organizaciones, el CEUUCA y el CUUN, contribuyeron a la unidad de los movimientos sociales y partidos políticos.
Como dirigentes universitarios en esa época se destacaron Dionisio Marenco, Danilo Aguirre Solís y Michele Nájlis, entre otros. Por parte de la UNO destacaba la figura de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
“Ya para enero (de 1967) se había llegado a la conclusión de que el presidente Lorenzo Guerrero no daría garantías de elecciones libres y transparentes. La penúltima manifestación sería el domingo 22 de enero”, añade el escrito de Sánchez Ramírez.
La gente llegó de todas partes del país. Para el mediodía de ese domingo, la Plaza de la República y sus alrededores estaba tomada por entusiastas manifestantes.
ELECCIONES LIBRES CLAMÓ EL PUEBLO
La manifestación avanzó por la Avenida Roosevelt, mientras sigilosamente francotiradores se apostaron en los edificios más altos. La multitud gritaba “¡Elecciones Libres. No más Somoza. Basta Ya”!
A las 5:00 p.m. la Guardia Nacional exigió que la manifestación se disolviera. Nadie se marchó.
“Se escucharon discursos y arengas. Uno de los últimos que habló fue Dionisio Marenco. A las cinco y media de la tarde apareció el Batallón Somoza, el cuerpo mejor entrenado de la Guardia Nacional, el cual tomó posiciones a lo largo de la avenida”, relata el libro de Sánchez Ramírez.
Al oscurecer, apareció una pipa de agua para disolver la manifestación. En el pescante del vehículo iba un teniente de la Guardia Nacional de nombre Sixto Pineda. Se escuchó un disparo y el oficial cayó muerto. Entonces se desató una andanada de tiros en contra de la manifestación.
El libro de Sánchez Ramírez relata que el disparo que mató a Pineda fue por la espalda, por lo que no habría sido hecho de lado de los manifestantes. El hecho es que luego de este incidente los francotiradores de la Guardia Nacional se ensañaron en contra de los manifestantes.
Ayer el presidente de la Asamblea Nacional, René Núñez Téllez, en un acto rápido, colocó una ofrenda floral en el monumento erigido en memoria de los que murieron ese día.
Irónicamente, Núñez Téllez es de los que respalda las ilegales intenciones reeleccionistas del presidente Daniel Ortega Saavedra.
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