Los líderes opositores de Egipto que dirigen las marchas callejeras contra la dictadura de Hosni Mubarak, las cuales se han realizado esta semana en diversas ciudades del país, denominaron el día de ayer como “viernes de la ira y la libertad”, llamaron a la población a incrementar la lucha por la libertad y la gente respondió como se esperaba.
Desde que cayó la dictadura de Zine El Abidine Ben Alí, en Túnez, el 14 de enero corriente, en otros países árabes que han sido dominados a lo largo de mucho tiempo por regímenes autocráticos y dictatoriales, se desató una gran ola de movilizaciones populares exigiendo cambios de gobiernos y reformas democráticas.
En Egipto la lucha es contra el dictador Hosni Mubarak, quien detenta el poder desde 1981. En Yemen, contra el autócrata Alí Abdullah Saleh que gobierna desde 1978, siendo el gobernante árabe más antiguo después del dictador de Libia, Muammar al-Gaddafi, quien está en el poder desde 1969. En Jordania, contra el rey Abdalá II que reina desde febrero de 1999, cuando heredó el trono de su padre, el rey Hussein, quien reinó desde 1952 hasta 1999. En Argelia, contra el déspota Abdelaziz Bouteflica, quien se hizo elegir presidente en 1999 mediante una farsa electoral, y se ha reelegido dos veces, en 2004 y en 2009. Y en Sudán, contra el tirano Omar Hassan Ahmad al-Bashir, quien está en el poder desde junio de 1989, cuando se instaló mediante un golpe militar.
Todos esos gobernantes autocráticos han pretendido mantenerse en el poder hasta el fin de sus días. Y sin duda que lo podrían lograr, a menos que sean derribados por los movimientos populares democráticos, como los que están ocurriendo actualmente, o depuestos por golpes militares o revoluciones que conducen a la sustitución de una dictadura con otra.
De alguna manera, lo que está ocurriendo actualmente en el mundo árabe dominado por regímenes autoritarios y dictatoriales, es parecido a lo que ocurrió en Europa Oriental en el año 1989, cuando una a una fueron cayendo las dictaduras comunistas impuestas desde el fin de la segunda guerra mundial por la Unión Soviética, la que finalmente también se derrumbó. A partir de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, que significó también la caída del comunismo en Alemania Oriental, uno tras otro se fueron desmoronando los regímenes totalitarios comunistas en Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Albania, Yugoslavia y Rumania. Y a partir de entonces, prácticamente todos esos países excomunistas y totalitarios se convirtieron en democracias más o menos vigorosas.
Sin embargo, aunque los acontecimientos en la Europa Oriental comunista de 1989-90 se parezcan a lo que está ocurriendo actualmente en el mundo árabe, no son situaciones iguales. Cuando las dictaduras comunistas de la Unión Soviética y Europa Oriental entraron en la fase de crisis terminal y comenzaron a derrumbarse una tras otra, se vio con toda claridad que la alternativa al comunismo era la democracia. Con algunas excepciones (como la de Bielorrusia, por ejemplo) y diversas variantes formales, prácticamente todos aquellos países anteriormente comunistas y totalitarios, se enrumbaron hacia el sistema de la libertad y la democracia.
Ahora, lamentablemente no se puede asegurar que la democracia sea la única alternativa a las dictaduras de Túnez, Egipto, Yemen y otros países árabes que están siendo estremecidos por las rebeliones populares. Es cierto que la mayor parte de la gente que sale a las calles en los países árabes convulsionados por las protestas populares, está luchando conscientemente por la libertad y la democracia. Sin embargo, en términos generales no hay en esos países organizaciones democráticas grandes y fuertes, capaces de garantizar que las dictaduras tradicionales serán sustituidas por gobiernos genuinamente demócratas, libertarios y modernos.
Se conoce que en esos países los sectores mejor organizados y cohesionados ideológicamente son los religiosos. Y debido a que allí la religión musulmana está por encima de todo, los sectores integristas y teocráticos podrían apoderarse de los movimientos populares, tomar las riendas de la situación y sustituir las viejas dictaduras con otros y peores regímenes dictatoriales, como ocurrió en Irán en 1979 cuando la dictadura del Sha, Reza Pahlevi, fue reemplazada por la tiranía de los ayatolas fundamentalistas.
Por supuesto que eso es posible pero no ineluctable. Así como la dictadura no es un fenómeno árabe, africano, asiático o latinoamericano, sino que crece como mala hierba en cualquier parte del mundo, la libertad, la democracia y los derechos humanos son valores universales que pueden florecer también en el mundo árabe y musulmán. Esperamos que así sea.
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