Es común escuchar a representan- tes de la comunidad internacional decir que “si hay fraude en las elecciones de este año…” o “si no hay una observación efectiva en las elecciones…”
También es común escuchar a los políticos no sandinistas hacer las cuentas de la lechera con la “unidad de las fuerzas democráticas”.
“Si nos unimos le ganamos a Ortega y entonces…”. Mi respuesta a esas cuentas es: si los votos los contaran bien se le gana, pero ¿a quién se le ocurre que esta gente va a contar bien los votos?
Cada vez que escucho esos argumentos me pregunto si en realidad son tan ingenuos para pensar que aquí el Gobierno podría no hacer fraude. ¿A estos nacionales y extranjeros no les causa sospecha o no les da indicios de desconfianza que ni Ortega ni sus empleados en el Consejo Supremo Electoral quieren observación?
Para mí está clarísimo que igual que en el 2008 Ortega no quiere observación porque no quiere que lo vean robarse las elecciones.
“No”, dicen algunas personas cuyo optimismo es desbordante, “Ortega, si puede, gana limpiamente”.
Pero es que no puede ganar limpiamente porque desde ya todo el proceso es sucio. Su candidatura es inconstitucional, los organizadores de estas elecciones están usurpando los cargos… ¿por qué alguien puede dudar que el robo de los votos va a ser sólo la culminación del fraude?
El fraude no es una acción aislada, es un proceso que venimos experimentando desde hace un año cuando el compañero comandante pueblo presidente Daniel, por sus pistolas, prorrogó los períodos de los funcionarios de los poderes del Estado a los que se les vencía, entre ellos los magistrados del CSE.
Y yo no tengo que esperar hasta noviembre de este año para comprobar si habrá fraude o no, para mí el capítulo lo cerró esta semana el abogado usurpador Rafael Solís .
Este señor, que se caracteriza por hablar claro (por no usar un término poco elegante), dijo, en respuesta a monseñor Silvio Báez: “Seríamos pecadores los que creemos que es necesario un gobierno que dé más casas al pueblo, calles al pueblo, salud. Estaríamos pecando los que creemos que (Ortega) debe continuar. Si es así, me declaro pecador”.
Esas palabras demuestran que los orteguistas están dispuestos a dejar todo, hasta el sentido del ridículo, con tal de garantizarle a su jefe la continuidad en el poder.
Aún si fuera cierto todo lo que dice de Ortega y su gobierno, el abogado Solís debe saber que nada tiene que ver eso con lo que él, si fuera magistrado, tendría que examinar, que es el cumplimiento de la ley.
La ley dice que no puede postularse de nuevo, y para continuar haciendo todas las “maravillas” que menciona Solís, el FSLN no necesita que Ortega siga.
Además, con ese argumento, mejor votemos por Bill Gates, ya que él ha prometido donar la mitad de su fortuna a obras de caridad, o sea nos podría dar 27 billones de dólares. ¿Qué importa si no es nicaragüense? ¿A quién le importa la ley?
Después de todo lo que Ortega y los orteguistas han hecho para eternizarse en el poder ¿cómo se puede dudar que estamos viviendo un fraude?
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