Vi a Everth Cabrera en Dominicana el día que los Tigres de Licey lo dejaron fuera. Su cara proyectaba cualquier sentimiento, menos el de un hombre abatido o derrotado.
“¿Por qué podría estar triste? Ya se abrirán otras puertas. A mí nada me ha salido fácil. Siempre he tenido que luchar muy duro. Lo que me ha pasado ahora es otra oportunidad para crecer y eso es lo que haré”, me dijo, mientras me dedicaba a escucharlo.
Cuando se decidió por el beisbol se le dijo que era muy bajo. Y cuando probó que podía jugar, se dijo que sería pelotero para el beisbol local. Y se le vio con desconfianza. El Bóer incluso lo botó. Hubo desfile de scouts, pero al final Colorado lo firmó.
Desde entonces, no ha hecho otra cosa que correr tras el futuro, mientras atrapa lo que se mueve y lucha por afinar su tacto al bate. En realidad, nada le ha sido fácil, pero llegó a las Mayores y al menos en 2009, probó que puede moverse en ese contexto.
Hoy día, Cabrera es un jugador con más experiencia y menos precipitado que en la jornada aquella, en la que buscó una rola con tanta agresividad, que la pelota se le introdujo en la camiseta del uniforme, obligando a Martín Madriz, a salir corriendo a buscar a Bayardo Dávila.
Everth está saludable, su ánimo está al tope y su confianza debe estar restaurada. Se fue a México y tuvo una experiencia exitosa con los Yaquis, con quienes ganó la Serie del Caribe. Bateó .301 en la campaña y aunque bajó en los playoffs, preservó su titularidad en el club azteca.
Eso prueba que realmente no es un muchacho que se rinde fácil. Batalla a pesar de las circunstancias. Pero el mayor reto es el que le espera en San Diego, donde los Padres, tras probarse asimismos, que pueden pelear en su División, han transformado su llave de dople play y Cabrera ha quedado rezagado.
Jason Bartlett es el nuevo shortstop y Orlando Hudson estará en segunda base. Eso relega al nandaimeño para el banco y aunque jugar de suplente en las Grandes Ligas, no es ninguna afrenta, quizá tampoco ahí esté garantizado el nica, al menos no en este momento del año.
Así que el mejor Cabrera, ése que no claudica ante nada y que jamás baja los brazos, necesita llegar con su material al máximo al entrenamiento para quedarse con los Padres, algo que aquí ni siquiera imaginamos hace unos años.
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