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Irving Cordero

Cruce de las dos avenidas

E l filme del cineasta Rafael Vargarruiz: Si Managua fuese Berlín , puede situarnos al igual que su más reciente libro Del universo y el cabaret donde el poeta perdió su reloj por un agujero de gusano : …si usted viene del otro lado, puede continuar pues este libro comienza allá, aunque esta portada de aquí, lo llame, puede darle vuelta al libro o abducirse por el siguiente agujero de gusanos… Ese método podemos emplearlo en su filme ya que no sólo encontraremos atajos sino mundos paralelos.

La duplicidad transpolarizada de dos dictaduras enraizadas por la historia de una misma leyenda urbana que adquieren realidad, en el filme se reviven los discursos del dictador alemán Adolf Hitler, con su característico acento altisonante que confieso no entender, pero sí comprender, ya que todos los discursos de los dictadores en esencia dicen lo mismo.

El filme se caracteriza por una tensión angustiante cuasi paranoica, de realidades difusas y fragmentadas donde emerge una ciudad en ruinas morales y especie de circos neronianos de las cantinas y bares donde priva la indiferencia, recorriendo la ciudad en estrepitosa huida desordenada.

Imaginemos la luz del semáforo apagada súbitamente. El cruce de las dos avenidas está ahora librado a la racionalidad individual de cada peatón, de cada automovilista, de cada conductor de autobús, camión o ambulancia. No más luces de colores que guíen alternadamente sus movimientos. Nadie intentará “ganar de mano” a los demás ni aprovechará el porte de su rodado para apresurar su operación al cruzar. (Oscar Oszlak).

De estas imágenes yuxtapuestas aparecen en el filme los nuevos centros “espirituales”, donde se concentra y dicta el poder económico/político, alrededor de los sistemas financieros mediante el proceso transnacional desregulador de la capacidad social del Estado; escenario de una cultura política gubernamental y privada colusoria y determinista.

La nueva Managua es más vieja que la nueva, donde confluyen los márgenes, la miseria y la deshumanización, con grafitis de jóvenes suicidas en potencia donde rayan resignadamente su angustia, desasosiego y dolor sobre pintas demagógicas de los concentradores del poder en color fucsia, venceremos la pobreza. Ambas actitudes asumen que el poder y la pobreza son condiciones sociales determinadas por fuerzas que los nicaragüenses no controlan. (Andrés Pérez Baltodano).

La Catedral de Managua, símbolo del emporio elitista donde se publicita a los nuevos candidatos presidenciales, aparece en ruinas y decadencia, donde la mano invisible de Dios define quién come y quién no.

Al final, un apocalíptico cierre con sus respectivas memorias bíblicas parece recrear la fe en el cineasta en un mundo encantado, donde sugiere que en Berlín o Managua, aún puede rescatarse la esperanza.

Yo por el contrario, coincido y cito: La historia tenía sentido, había un pasado de barbarie y un futuro de civilización, que se caracterizaba por un conjunto de instituciones, relaciones y prácticas empezando por el Estado… Hoy no resulta tan obvio que ese futuro sea asequible, no está claro que sea nuestro futuro ni siquiera que sea una imagen del futuro. (Fernando Escalante).

El autor abogado y notario con posgrado en Derechos Humanos.

Opinión Avenidas cruce derechos humanos archivo
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