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Hortensia Rivas Zeledón

El andar del tren tiene su filosofía

El 19 de enero de 1991 hubo una reunión gubernamental de trabajo en una casa de protocolo, en el balneario de Pochomil, en la que participaron los altos mandos del ejército y la policía (sandinistas) y el gabinete de gobierno democrático que presidía doña Violeta Barrios de Chamorro, para promover la reconciliación entre los funcionarios del nuevo gobierno y los que habían impuesto una dictadura comunista y la guerra civil en los años ochenta.

En esa reunión estaba el director del Instituto Nacional de Deportes, don Sucre Frech (q.e.p.d.), ciudadano honorable y auténtico demócrata, quien probablemente se preocupó al verse rodeado de “personajes” como Lenín Cerna y Manuel Calderón, entre otros. Entonces Sucre Frech pidió la palabra para decir que cuando él era joven, en un cine de Masaya había visto una película de la cual recordaba una frase que decía: “El andar que tiene el tren tiene su filosofía, vete siempre por la vía que derecho se va bien”. Eso significaba, dijo el señor Frech, que siempre se debía proceder con rectitud para bien de todos y de uno mismo.

Saco eso de mi memoria para señalar que don Arnoldo Alemán no procedió con rectitud cuando fue Alcalde de Managua. Por eso tuvo que pactar con los Ortega en 1997 y cederles la mitad del Poder Judicial, de la Contraloría y el Consejo Supremo Electoral. Después, en 1999 y 2000 reformaron la Constitución de la República para tratar de imponer el bipartidismo y bajar el porcentaje de votos requeridos para la elección presidencial, del 45 por ciento al 35 por ciento, a fin de que Ortega volviera al poder.

Cuando don Arnoldo Alemán fue presidente profundizó la corrupción y el pacto para que le regalaran una diputación en la Asamblea Nacional y desde allí mangonear al nuevo presidente. Por eso no permitió que Eduardo Montealegre fuera candidato en el 2001, creyendo que como don Enrique Bolaños era mayor, lo podría manejar. Pero don Enrique, de entrada puso distancia y comenzó la lucha contra la corrupción, la cual fue saboteada por los diputados liberales, quienes cerraron filas con Alemán y la corrupción, ya que a ellos también les había dejado buenos dividendos. De manera que respaldaron el nuevo pacto del 2002, aseguraron el retorno de Ortega al poder y obstaculizaron la unidad de las fuerzas democráticas para que Arnoldo Alemán quedara limpio de los graves cargos por corrupción que pesaban contra él.

Tampoco Roberto Rivas procedió con rectitud cuando dirigió Coprosa y al presidir el Consejo Supremo Electoral, porque su codicia es infinita. Y ahora es un sirviente de Daniel Ortega que les roba los votos a los nicaragüenses demócratas y se los asigna al orteguismo.

También algunos diputados que obtuvieron sus curules con los votos de ciudadanos democráticos, sin ningún pudor traicionaron a sus electores y entre dádivas y chantajes han ayudado a consolidar el totalitarismo del siglo XXI que les tira las migajas que caen de su mesa. No les importa la democracia, la libertad y el respeto a los derechos humanos y creen que van a seguir engañando a los votantes con enredos y simulaciones.

Nos corresponde a los nicaragüenses que queremos vivir en democracia y libertad apoyar una alianza lo más amplia posible, con un candidato auténticamente democrático y honesto, que una a los ciudadanos demócratas para ganar las elecciones del 6 de noviembre y recuperar la república democrática que Arnoldo Alemán le entregó al orteguismo, porque no procedió con rectitud.

 

La autora es maestra jubilada

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