El periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimer, en la conferencia sobre Educación, Innovación y Tecnología que dictó el miércoles de esta semana en Managua, puso el dedo en la llaga del atraso y la pobreza que sufren Nicaragua y la mayor parte de países de América Latina y el Caribe.
Oppenheimer propone y argumenta la tesis de que sólo aquellos países que apuestan a la educación, independientemente de su sistema socioeconómico y su régimen político, pueden reducir aceleradamente la pobreza y caminar hacia el desarrollo y la prosperidad.
Tanto en su conferencia, que fue patrocinada por la revista Estrategia y Negocios en conjunto con otras instituciones, entre ellas LA PRENSA, como en una entrevista exclusiva para este Diario que publicamos el mismo día, Oppenheimer señaló que en vez de perder el tiempo en peleas por el pasado, deberíamos pelear las batallas del futuro. Lo cual significa “poner la educación en el centro de la agenda de nuestros países, si no nunca vamos a poder derrotar a la pobreza”, según Oppenheimer, quien además advirtió que “la educación es demasiado importante como para dejarla en manos de los gobiernos”. De manera que el experto propone que empresarios, medios de comunicación, sociedad civil y ciudadanos en general, se unan en “un gran movimiento para colocar la educación en el centro de la agenda política”.
Pero no es por desconocimiento o falta de comprensión que en Nicaragua no se coloca la educación en la prioridad de las políticas públicas, ni se aprovecha como motor del crecimiento económico, del desarrollo social y la reducción de la pobreza. La verdad es que de esto se viene hablando en Nicaragua desde 1990, cuando el país se abrió a la democracia y la economía libre y se puso fin al régimen centralista y burocrático del FSLN. Desde su instalación, el gobierno democrático de doña Violeta Barrios de Chamorro puso la educación como una prioridad, y algo se avanzó, a pesar del sabotaje que hizo el “gobierno desde abajo” impuesto por Daniel Ortega.
Por otra parte, a nivel internacional hay innumerables resoluciones, planes y propuestas para priorizar la educación y convertirla en el eje de las políticas públicas de los países pobres y atrasados. En todas las Cumbres Iberoamericanas y de las Américas se adoptaron resoluciones y recomendaciones especiales sobre la importancia que tiene la educación para sacar a los pueblos de la pobreza en la que han vivido secularmente. La Organización de Naciones Unidas (ONU) marcó la educación como uno de los grandes Objetivos de Desarrollo del Milenio y estableció metas a cumplir antes del año 2015. La educación es un tema permanente de discusiones y acuerdos en la Unesco y en la Organización de Estados Americanos (OEA). Y en todos los foros internacionales que se realizan en nuestros países, se incluye sin falta el tema de la educación, reconocida por todos los gobiernos como clave para el desarrollo humano y material en una época en la que, como nunca antes, el progreso de las naciones se basa en el conocimiento, la ciencia y la tecnología, o sea en la educación.
Sin embargo, son muy pocos los gobiernos que cumplen o se preocupan realmente por cumplir los acuerdos internacionales y los compromisos sobre educación que ellos mismos asumen en las campañas electorales. Algunos gobernantes más bien reducen las asignaciones presupuestarias al sector de la educación, como es el caso de Daniel Ortega en Nicaragua. Por eso no es extraño que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas, reconociera a fines del año pasado que “la región no ha logrado transformar el sistema educativo en un mecanismo potente de igualación de oportunidades”.
Es que no basta reconocer de palabra la importancia estratégica de la educación, ni es suficiente firmar acuerdos para mejorarla. Se necesita ante todo voluntad política para realizar las reformas educativas que son necesarias, lo cual sólo es posible con gobernantes verdaderamente responsables, demócratas y progresistas, personas que realmente quieran sacar a su país del atraso y la pobreza, no hacer demagogia para aprovecharse del poder con el fin de enriquecerse y satisfacer sus egos enfermizos. Sólo así podrá haber educación de calidad para impulsar el crecimiento económico, el desarrollo humano y el progreso técnico de Nicaragua.
Sobre la importancia que los políticos nicaragüenses le dan o no a la educación, es significativo que el único candidato o precandidato presidencial que asistió a escuchar la conferencia de Oppenheimer, fuera don Fabio Gadea Mantilla, de lo que se puede inferir que es el único que tiene interés en resolver este estratégico problema nacional.
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