DAMASCO/EFE/AFP
Al menos 20 opositores al régimen sirio murieron ayer por los disparos de la Policía en Sanamein, según informó un testigo presencial a la cadena catarí de televisión Al Yazira.
Otras fuentes cifran en quince el número de víctimas en esa ciudad, aunque no se ha podido constatar de manera oficial.
El anuncio la víspera de medidas democratizadoras, como la posible anulación del estado de emergencia vigente desde 1963, iniciativas anticorrupción, liberaciones de opositores y alzas salariales a los funcionarios, no parece haber calmado la protesta popular contra el régimen autoritario que dirige el país desde hace 40 años. Bashar al Asad sucedió a su padre Hafez en el año 2000.
Las protestas siguieron en Deraa (epicentro de la revuelta donde han muerto decenas de personas desde el 18 de marzo), y se extendieron a Sanamein, Daael (sur), Damasco, Duma, Banias y Hama. Según un testigo, en Sanamein, los opositores lanzaron piedras hacia el cuartel general de la Seguridad Militar, que respondió abriendo fuego.
Los defensores de los derechos humanos denunciaron 100 muertos el miércoles en manifestaciones en Deraa, una ciudad agrícola de 75,000 habitantes. Pero según Amnistía Internacional, 55 personas murieron durante la semana de protestas en Deraa y sus alrededores.
Con motivo de este “Día de la Dignidad” lanzado en Facebook, cientos de personas se manifestaron en Damasco tras participar en la oración en la mezquita de los Omeyas. Desfilaron a gritos de “Deraa es Siria”, “Dios, Siria, libertad y nada más”.
Pero estallaron contra manifestaciones y miles de seguidores del régimen salieron a la calle para expresar su apoyo al Presidente.
Por toda la ciudad circulaban coches cuyos pasajeros agitaban banderas sirias y fotos del presidente. Unas furgonetas difundían canciones patrióticas.
Según un responsable sirio, los manifestantes antirrégimen mataron a un empleado de un club militar en Homs.
En un comunicado en Facebook, “la Unión de la juventud siria” llamó a “Bashar al Asad y a los miembros de su régimen a dimitir” y a establecer un “gobierno de transición formado por todos los componentes del pueblo”.
EE. UU., Reino Unido y Francia manifestaron su rechazo y preocupación ante la crisis.
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