Blanco y Negro
La directora de la Policía Nacional, primera comisionada Aminta Granera, ha sido el personaje público con mayor opinión favorable de la población, según las encuestas, desde que tomó el bastón de mando, que es el símbolo de autoridad del máximo jefe policial. Eso no ha sido gratis.
La jefa policial vino escalando en los mandos de la Policía, dejando hasta donde yo sé una buena imagen en cada uno de los puestos. Y cuando llegó al máximo cargo de la institución entró como una tromba en lucha frontal contra el narcotráfico, que dejó pasmados no solo a los nicaragüenses, sino a las autoridades estadounidenses, con las que la Policía se coordina en la lucha contra ese flagelo.
Granera también le imprimió a su administración un sello humano y eficiente en el combate a la delincuencia común y se esforzó por avanzar en el camino ya largamente recorrido por sus antecesores, aunque con algunos tropezones y retrocesos, para alcanzar la meta de una institución profesional y digna de admiración entre los nicaragüenses.
Sin embargo, todo ese esfuerzo ha sido minado directamente por la pareja presidencial en los últimos años. Por falta de espacio no vamos a citar acá todo el esfuerzo que ha puesto el compañero comandante pueblo presidente Daniel por borrar el trabajo de la Jefatura Nacional de la Policía, pero basta recordar poco después del primer año de Granera, cuando Ortega criticó el excelente trabajo que la Policía había hecho junto a la DEA contra el narcotráfico.
O cuando decidió de manera inconsulta ascender a comisionados generales a tres de sus incondicionales.
Y luego de manera también inconsulta mandó a disolver la unidad élite de policías que luchaba contra el crimen organizado mientras la jefa de la Policía se encontraba en Dinamarca.
La señora Granera puede que siga siendo, tal vez porque simplemente cae bien, el personaje público con mejor opinión entre los nicaragüenses, pero sin duda todas esas acciones del compañero comandante pueblo presidente Daniel han dejado casi en nada su autoridad dentro de la institución, sobre todo ahora, cuando le quedan unos cuantos meses para entregar el bastón de mando.
Es por eso que durante las marchas del sábado pasado, cuando la primera comisionada trató de demostrar que estaba al mando al ponerse al frente de la tropa que tenía como misión evitar la violencia, fue evidente el poco o ningún control que la jefa tiene sobre sus agentes.
Un jefe máximo de la Policía solo habría necesitado dar las órdenes a sus subalternos desde su despacho. Ella sin embargo tuvo que andar corriendo de lado a lado de la calle pidiendo a gritos que liberaran a los manifestantes opositores que sus subalternos ya habían vapuleado y esposado.
Ante esta situación es difícil entender por qué la primera comisionada sigue al frente de la Policía, a menos que sea, como dicen algunos, por la pensioncita, que no es tan chiquita; ya que ni el argumento de proteger la institución es válido, pues claramente ha fracasado en ese empeño.
Y el otro argumento de que a los opositores por lo menos les queda la opción de “recurrir a la Aminta” es igualmente débil, porque en unos cuantos meses esa opción va a desaparecer, pues ella pasa a retiro.
Así que, comisionada, o se somete totalmente o lo único que le queda es decirle al presidente: “Agarre este bastón y… déselo a quien usted quiera”. [email protected]
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