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Ricardo Trotti

Hombres al borde de un ataque de nervios

La posibilidad de que la señora Keiko Fujimori sea la próxima presidenta de Perú, mantiene a muchos hombres al borde de un ataque de nervios, en especial a Ollanta Humala, su contrincante de la segunda vuelta electoral prevista para junio.

Más allá del nerviosismo que despierta el lastre de su encarcelado padre, Alberto Fujimori, o de que podría ser presidenta por descarte ante un opositor que ofrece tantas dudas como ella, Keiko tiene ventajas competitivas por el simple hecho de ser mujer.

En Latinoamérica la propensión es esa. Cuando las mujeres compiten por la Presidencia rara vez pierden. Las actuales jefas de Estado de Argentina, Brasil, Costa Rica y Trinidad Tobago, confirman la regla.

No quiere decir que la tendencia de la feminidad es sinónimo de buen gobierno. Hasta ahora la más eficiente resultó la chilena Michelle Bachelet quien se retiró el año pasado con 86 por ciento de aprobación y la más popular, la primera electa, Violeta Barrios de Chamorro. En el medio, y olvidadas, quedaron la panameña Mireya Moscoso, la argentina Isabelita de Perón y la boliviana Lidia Gueiler, pero estas dos últimas asumieron por circunstancias ajenas a los votos y salieron empujadas a golpes.

Habrá que ver si Cristina de Kirchner se anima por el simple trámite de la reelección, a pesar de su gobierno polémico e ineficaz; si la brasileña Dilma Rouseff puede darle más valor agregado a un país que Lula da Silva le dejó en bandeja servida; o si la costarricense Laura Chinchilla, fortalecerá su inadvertida imagen por su pugna limítrofe con Daniel Ortega.

A excepción de Nicaragua donde el presidente Ortega burló la Constitución para optar por la reelección, desbancando las aspiraciones de su esposa, Rosario Murillo —el verdadero poder detrás del trono—, la búsqueda del continuismo, la lealtad política y los límites legales, hizo que en varios países las primeras damas optaran por arreglos matrimoniales al estilo Kirchner, para aspirar al sillón presidencial.

El acomodo más veleidoso fue el reciente divorcio de la primera dama guatemalteca, Sandra Torres, al burlar prohibiciones constitucionales de consanguinidad. Considerada también la mujer detrás del poder, Torres ni se ruborizó al separarse del presidente Álvaro Colom, con un discurso que envidiaría el demagogo más avezado: “No soy la primera ni la última mujer que se divorcia en este país, pero sí la primera que se divorcia por Guatemala”.

En la tortuosidad del camino, Torres tendrá que verse con hombres que le achacarán su artimaña y con la premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, quien esta semana inscribió su propio partido de caras a la contienda.

También el presidente dominicano Leonel Fernández prefirió el continuismo y escapar al engorroso camino de la reforma constitucional para buscar un cuarto mandato. Esta semana inscribió a su esposa, Margarita Cedeño, para competir en las internas del Partido de Liberación Dominicana, generando los mismos escozores que desvelan a los políticos guatemaltecos.

Pero no todo lo que reluce es oro. En aquellos países donde hubo o hay presidentas, las mujeres no supieron o pudieron capitalizar su ascenso político. Brasil solo tiene un 8.5 por ciento de legisladoras o 44 de 531 puestos; le sigue Panamá con un 8.6 por ciento de entre 109 bancas. En Chile un 13.3 por ciento de los 120 diputados son mujeres, mientras en Nicaragua son un 18.2 por ciento de 92 puestos. Los países mejor posicionados son Costa Rica con un 38.6 por ciento y Argentina con un 38.5 por ciento de 257 bancas en la Cámara de Diputados.

A finales de los ochenta, cuando realizaba tareas reporteriles, me fascinaba hurgar los nombres de candidatas que los partidos políticos inscribían en sus boletas electorales. Una vez, al notar que no había una sola, en una lista de 40 aspirantes, usé el título de la famosa película de Pedro Almodóvar, Mujeres al borde de un ataque de nervios, para sintetizar la bronca entre las electoras por tal desigualdad.

Hoy, Keiko, sus colegas candidatas y presidentas, demuestran que el nerviosismo por la desigualdad electoral ya no raya en la histeria, pero aún es fuerte. La diferencia entre género todavía es amplia tanto en política como en oportunidades laborales y sociales; por lo que, como mujeres, tienen mayores responsabilidades para cerrar esa brecha.

 

El autor es periodista argentino, director de prensa de la SIP
[email protected]

 

Opinión ataque nervios Ollanta Humala Perú archivo
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