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Historias de mujer

[1302997123_200-DOM-cronica.jpg] Hace algún tiempo escribí un reportaje sobre violencia contra las mujeres. Lo que me empujó a escribirlo fueron las noticias que a diario veía en los periódicos. “La mata por celos”, “Otra mujer asesinada”, “Van 39 mujeres asesinadas”... En aquella ocasión me llamaba poderosamente la atención saber qué estaba pasando, por qué tantas mujeres muertas, pero además conocer las historias detrás de esas cifras. Ya en el terreno, hubo un dato interesante, la mayoría de las mujeres era asesinada por su pareja, ex pareja o alguien con quien haya tenido algún vínculo cercano.

Hace algún tiempo escribí un reportaje sobre violencia contra las mujeres. Lo que me empujó a escribirlo fueron las noticias que a diario veía en los periódicos. “La mata por celos”, “Otra mujer asesinada”, “Van 39 mujeres asesinadas”… En aquella ocasión me llamaba poderosamente la atención saber qué estaba pasando, por qué tantas mujeres muertas, pero además conocer las historias detrás de esas cifras. Ya en el terreno, hubo un dato interesante, la mayoría de las mujeres era asesinada por su pareja, ex pareja o alguien con quien haya tenido algún vínculo cercano.

Una de las entrevistadas para el artículo fue una de las miembros de la Red de Mujeres contra la Violencia. Recuerdo claramente sus palabras. “Las matan por ser mujeres”, me decía una y otra vez. Yo aún no estaba totalmente convencida de que fuera así. ¿Las matan por ser mujeres? Las matan por enojo, las matan por celos, las matan porque andan de mal humor, me intentaba explicar, no por ser mujeres. Pero luego de hablar con una sobreviviente y los familiares de un par de víctimas, aquella frase cobraba un sentido distinto.

Recuerdo a Susana Zamorán, una veinteañera de sonrisa amplia quien se había salvado de milagro de un caso de violencia extrema. Un día de tantos su pareja se molestó con ella por la visita de un primo y se le fue encima con machete, ella metió sus manos para defenderse y quedó sin ellas. En aquella entrevista Susana con una sonrisa en el rostro me repetía una frase que sabía a justificación: “Es que fue por celos”. ¿Cómo alguien que dice querer puede lastimar tanto? ¿Por celos? No. No se mata por celos, se mata porque se cree dueño de alguien, con derecho, superior… Previo aquel episodio, contaba, él le pegaba, le prohibía salir e incluso platicar con sus amigas. Pero él, en cambio, lo hacía sin problema alguno.

Cuando le comenté la historia a una amiga me dijo: “Qué barbaridad, así es la gente del campo”. Pero no, lo veo a diario y no hay excepciones de por dónde se viva, ni en la edad… Se ve aquí, en la ciudad, en lo más “inocente” de un noviazgo cuando un novio que le prohíbe a su novia hablarle a alguien o vestirse de tal o cual forma. Se ve en una muchacha universitaria, en una ama de casa, en una trabajadora del campo…

Yo lo dejaría de inmediato, es el primer pensamiento que se viene a la mente cuando se piensa en maltrato, pero la violencia es algo mucho más compleja que eso. Es una cuestión de género, de relaciones de poder, de educación, es cultural, pero sin justificación alguna.

¿Por qué nos matan? Hay creencias muy arraigadas que se han establecido como “verdades”. Hay creencias de que somos débiles, de que somos inferiores a los hombres, que debemos ser sumisas, que debemos subordinarnos y peor aún, hay una toda una cultura machista que nos convierte en propiedad de alguien. Pero lo peor de todo es que el sistema está hecho para hacernos creer que es así.

Quizás suene exagerado, pero veo destellos machistas por todas partes. Esas canciones que resuenan en mis oídos: “Mátalas, con una sobredosis de ternura…”, un anteproyecto de ley que castiga el feminicidio que nuestros gobernantes, hombres en su mayoría, no se han dignado a aprobar, una que otra frase bíblica que ordena sumisión ante la pareja y para colmo eso que después de casarse quieren ponernos un “de” Fulano. Y la lista podría continuar.

Un día de estos por la mañana abrí el periódico y leí la historia de Maykeling Elizabeth Hernández. Una muchacha de 26 años a quien su padre encontró muerta en la sala de su casa. ¿Qué le había pasado? Todo parecía indicar que la jovencita se había suicidado. Tenía una soga puesta en el cuello, pero su padre se rehusó a creer que su hija había cometido tal acto. Al día siguiente volví abrir el diario y ahí estaba la versión del médico forense. Efectivamente Maykeling no se había suicidado, sino que había sido asesinada. Había tres sospechosos, entre ellos su ex esposo.

Un par de días antes, los diarios contaban una historia similar. La de Urania Cortedano Rivera, una muchacha asesinada de una puñalada en el pecho por su expareja.

Ambas historias me llevaron a pensar qué tan vulnerables somos las mujeres ante la violencia en un país como el nuestro, donde la mayoría de los agresores no recibe su castigo y donde no existen leyes que protejan a las mujeres. Las cifras de mujeres asesinadas han ido en aumento, en el 2009, año el que entrevisté a Susana, se hablaba de 79 mujeres asesinadas, en el 2010 fueron 89 y este año la lista ya comenzó a formarse. Los resultados, hasta ahora, son los mismos. Más mujeres muertas y hombres sin castigo. Pero hay algo de lo que sí estoy convencida ahora: nos matan por ser mujeres.

La Prensa Domingo

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