La estrategia política de Hugo Chávez favorece a Daniel Ortega porque le provee dinero suficiente para comprar votos y hacerse rico, pero es también un riesgo en tanto que el “socialismo del siglo XXI” es desagradable para la mayoría de nicaragüenses y esto puede tener consecuencias en las elecciones del próximo noviembre.
La propaganda de Ortega, quien hace campaña por su reelección desde que volvió al poder en enero de 2007, destaca la palabra “socialismo”; y en los discursos, el presidente nicaragüense elogia a Chávez y su “revolución” como la vía para salvar a los pobres.
Hasta parece un acuerdo de patrocinio, como los de algunos deportistas que a cambio de una paga se ponen en la camiseta la marca o publicidad de un producto comercial. Así, por 500 millones de dólares anuales, Ortega publicita el “socialismo del siglo XXI” y confirma en público que a él también le gusta y lo desea.
En cuatro años, el régimen de Ortega ha recibido de Chávez 1,600 millones de dólares en ayudas, sobre todo a través de suministros de petróleo, del que sólo paga la mitad a corto plazo porque el resto será cancelado dentro de 25 años. Como Ortega vende ese petróleo a precios de mercado, la mitad del dinero lo usa en negocios personales, sea la compra de un hotel o un canal de televisión; y en actividades electoreras, como repartir dinero y alimentos para conseguir los votos que le aseguren el poder de forma indefinida.
Sin embargo, cuando se le pregunta a la población nicaragüense si desea que su país tome la vía del “socialismo del siglo XXI”, la mayoría responde que no. En la última encuesta de M&R Consultores, más del 71 por ciento indica que Nicaragua debe mantenerse al margen del proyecto político de Chávez.
Entre los ciudadanos consultados por M&R, más del 40 por ciento se identificaron como simpatizantes del Frente Sandinista (FSLN), el partido de Ortega; y es curioso que de estos el 64 por ciento considera que Nicaragua debe estar al margen del “socialismo del siglo XXI”, a pesar de que el gobierno de Ortega participa en la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba) y como tal se beneficia de la transfusión permanente de petrodólares desde Caracas.
Solo el 17 por ciento de los partidarios del FSLN apoyan la idea de implantar en Nicaragua el socialismo chavista, lo que parece indicar que en el partido de Ortega prevalece la idea de aprovechar al máximo el dinero de Venezuela, estimular el ego de Chávez elogiando su proyecto político y copiar sus mecanismos de represión, pero mantener una economía de mercado en la que la familia presidencial y allegados ya participan como empresarios con ventaja.
La cooperación venezolana, que en 2010 sumó 511 millones de dólares, es manejada de forma privada y discreta por Ortega, su familia y su partido. Nunca ha sido ayuda para mejorar la vida de los nicaragüenses en general, quienes siguen pagando los precios más altos de los combustibles en Centroamérica.
A la vez, el FSLN ha creado empresas dedicadas a exportar alimentos y ganado vacuno a Venezuela. Compran las mercancías a productores locales y las revenden al gobierno de Chávez a precios privilegiados.
Cuando el Consejo Superior de la Empresa Privada nicaragüense (Cosep) propuso a Ortega gestionar un tratado de libre comercio entre los estados de Nicaragua y Venezuela, que perdurara independiente de quien gobernara, el presidente se opuso de manera rotunda. Y su reacción era previsible, porque estaban amenazando a sus negocios privados.
En junio de 2007, el 50 por ciento de los nicaragüenses se oponía al “socialismo del siglo XXI” y el 31 por ciento lo apoyaba. Casi cuatro años después, el rechazo al proyecto de Chávez ha aumentado en 20 por ciento, y tarde o temprano se traducirá en un rechazo a Ortega.
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