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Orlando Gutiérrez Largaespada, primer hombre rana, Comandante vitalicio y fundador de la Escuela de Salvamento y buceo de la Cruz Roja. No soy un héroe, dice, solo alguien que quiso ayudar

“A mí el nombre de hombre rana me quedaba bien”

Tras recorrer 28 kilómetros desde la Punta San Ramón hasta el malecón de Managua en doce horas y 13 minutos a través del lago Xolotlán, a Orlando Gutiérrez, de 29 años, no le fue mal. Llegó en tercer lugar solo después de dos militares, a pesar que él solo era un civil, algo extraño para la Managua de los cincuenta. Era un socorrista.

Por María Haydeé Brenes

Foto de La Prensa/ Germán Miranda

Tras recorrer 28 kilómetros desde la Punta San Ramón hasta el malecón de Managua en doce horas y 13 minutos a través del lago Xolotlán, a Orlando Gutiérrez, de 29 años, no le fue mal. Llegó en tercer lugar solo después de dos militares, a pesar que él solo era un civil, algo extraño para la Managua de los cincuenta. Era un socorrista.

Han pasado muchos años desde esa gesta y aunque casi no escucha, sonríe cuando recuerda sus brazos fuertes nadando a contracorriente o buceando en busca de algún cuerpo enredado en algas.

No recuerda a cuántas personas salvó en los cincuenta veranos que dedicó en las principales playas del país, tampoco a cuántas personas les enseñó a nadar, rescatar y bucear. Se limita a mostrar las fotos y decir que “solo fue alguien que quiso ayudar”.

Más allá de prestar ayuda, su pasión por la natación y por ser un “hombre rana”, le valió para que en el año 2003 se le hiciera miembro del Salón de la Fama del Deporte Nacional, en el grado mención de honor, por su destacada labor como impulsor de la natación nicaragüense, pues organizó y colaboró directamente en la preparación de la Primera Selección Nacional de Natación amateur en el año 1961, así como un fundador de la Federación Nacional de Natación, cronometrista y entrenador.

Su amigo y discípulo Antonio Silva Calón afirma que hasta 1990 no hay un solo buzo en Nicaragua que no haya sido preparado por Gutiérrez, quien ahora habita en una sencilla casa del barrio Monseñor Lezcano, casi no escucha y es cuidado y alimentado por el agradecimiento que hacia él guarda la señora Rosario Vanegas, porque le enseñó a sus hermanos y a ella misma el oficio de joyero, pero como siempre trabajó de forma independiente, en su joyería “El arte”, no cuenta con una pensión o una ayuda, pese a los muchos años de servicio a la comunidad.

¿Dónde aprendió a nadar?

A nadar aprendí en el lago Xolotlán y en la laguna de Tiscapa. No estaban sucios en ese entonces. Allí se iba a pescar, a nadar, a hacer vagancias sanas de chavalos, era un punto de reunión, nada parecido a lo que hay ahora.

¿Se escapó de ahogar? ¿por eso quiso ser salvavidas?

No. (Ríe) La verdad es que éramos chavalos inquietos, en ese tiempo uno siempre andaba involucrado en cosas, estaban los bomberos, las cofradías religiosas; yo quería ayudar y me pareció que en la Cruz Roja había la oportunidad.

¿Ganó dinero como socorrista?

Para nada. A uno no le pagan. Todo lo que se hace es voluntario y yo me sentía feliz porque podía hacer lo que me gustaba que era nadar y ayudar a otros.

¿Cómo comenzó?

Un grupo de chavalos que nadábamos juntos fuimos los que nos interesamos por hacer el grupo de salvamento, al inicio nos miraban como locos porque el entrenamiento era fuerte. Soy el guardavidas número 25, el único vivo de esa primera generación ahora ya van por seis mil el número de guardavidas

Imaginate, salir de tu casa a las 4 de la mañana con viento, frío y hasta lluvia, pero lo hacíamos, nadie nos pagaba, nadie nos pasaba llevando, íbamos por voluntad, por deseo de estar en buenas condiciones para ayudar.

Pero también competía…

Sí, la verdad es que a mí el nombre de hombre rana me quedaba bien. A mí me encantaba nadar y cómo entrenábamos fuerte para estar en condiciones de salvar vidas, entonces la mayoría de los primeros miembros de la Selección Nacional de Natación Amateur salieron del cuerpo de Cruz Roja, por mi edad ya no competí, pero sí me metí de lleno a entrenar a los muchachos.

¿No hay relevos?

Sí hay, pero no tantos como deberían. Me doy cuenta que solo entrenan un día a la semana y eso para mí es una disminución en la calidad.

¿A cuántas personas salvó?

No llevé nunca la cuenta.

Le habrán dicho muchas veces que es un héroe…

No me considero un héroe, no soy un héroe, soy alguien que quiso ayudar y tuvo la oportunidad de hacerlo, sólo fui héroe en el agua.

¿Hay algo que sienta que aún le falta hacer?

La verdad es que hice lo que pude con lo que tenía. Me faltó tal vez más tiempo con mi familia, pero eso no se puede cambiar, pero creo que me moriré con las ganas de nuevamente nadar en el lago o en la laguna de Tiscapa. Da tristeza ver cómo se dañaron. Ojalá un día la limpien y de verdad vuelvan a ser el lugar limpio y alegre que un día fueron.

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