14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Sergio Ramírez escritor y exvicepresidente

“Ortega tiene cero credibilidad”

Sergio Ramírez presenta en estos días su última novela, La fugitiva , una obra que espera traiga alguna polémica por la radiografía de Costa Rica que hace él, un nicaragüense. Pero Ramírez, quien fuera miembro de la Junta de Gobierno y Vicepresidente de la República durante los años ochenta, también tiene voz política y en esta entrevista analiza el proceso electoral que vive Nicaragua y, particularmente, el proyecto que impulsa su antiguo compañero de equipo, Daniel Ortega.

Por Fabián Medina

Fotos de La Prensa/Manuel Esquivel


Sergio Ramírez presenta en estos días su última novela, La fugitiva , una obra que espera traiga alguna polémica por la radiografía de Costa Rica que hace él, un nicaragüense. Pero Ramírez, quien fuera miembro de la Junta de Gobierno y Vicepresidente de la República durante los años ochenta, también tiene voz política y en esta entrevista analiza el proceso electoral que vive Nicaragua y, particularmente, el proyecto que impulsa su antiguo compañero de equipo, Daniel Ortega.

¿Cómo está viviendo este año electoral en Nicaragua?

Bastante al margen. Yo no estoy involucrado con ningún partido político, viendo un poco los toros de largo. Si me preguntan mis opiniones sobre lo que está ocurriendo en mi país, yo las doy.

¿Ha tenido la tentación de jugar políticamente?

No, de ninguna clase. Ni nadie me lo ha pedido ni yo me he ofrecido, así que estamos en paz. (Ríe)

Cuando usted opina, generalmente hay quienes descalifican sus opiniones por su pasado.

Es natural. No me perturba. Yo creo que es cierto, tengo un pasado, trabajé estrechamente con Daniel Ortega, fui una especie de primer ministro administrando un país en ruinas y quebrado. Eso ni lo quiero ni lo puedo borrar de mi propia historia, pero los que me critican esa posición o que me recuerdan mi pasado yo los dividiría en tres categorías: los que lo hacen honestamente, los que lo hacen desde el lado de los liberales de Alemán y los del lado de los sandinistas tradicionales de Daniel Ortega. Los de Alemán, porque yo cuando hablo, critico el pacto y critico a Alemán, y los de Daniel Ortega porque no me perdonan lo que ellos llaman la traición o la deserción. Eso no me inhibe de tener una voz. Pero eso no solo es referido a mí. Yo creo que aquí hay equipos organizados (ríe) que están trabajando para hacer comentarios al pie, descalificar al que no está de acuerdo con su opinión.

Incluso he escuchado a altos jefes sandinistas de los ochenta responsabilizarlo a usted de los errores que se cometieron por esos años.

Esas son cosas que me preocupan menos todavía porque todo mundo sabe cómo estaba organizado el poder aquí. Yo tenía poder en los asuntos administrativos del gobierno, tenía que ver con los ministros, yo dirigía el gabinete, pero en los asuntos que tienen que ver con la represión o las operaciones clandestinas o como se llamen, todo mundo sabe que eso estaba en manos de un aparato que nada tenía que ver con el gobierno, por la naturaleza misma que el gobierno tenía. Mi conciencia la tengo absolutamente tranquila en ese sentido.

¿Se arrepiente de algo?

¿De qué me podría arrepentir? Cosas que no entraban en mi conocimiento… Tuve la entereza suficiente cuando me enteré de ella que estaban mal hechas, no solo como errores políticos sino como errores de fondo de la revolución. Para eso escribí un libro entero que es Adiós muchachos , que es mi propia confesión.

Usted trabajó cercano a Daniel Ortega. ¿Es este Daniel Ortega distinto al de los años ochenta o el mismo que conoció?

1304207211_201-DOM- entrevista2

Yo tengo bastante de no ver a Daniel Ortega. La última vez que lo vi fue cuando nos encontramos en un cumpleaños del doctor Joaquín Cuadra, que ya está muerto, en el año 1999, porque acababa de salir Adiós muchachos. Y nos saludamos y hablamos unos minutos ahí en el Mombacho, en la finca del doctor Cuadra. Yo lo que puedo ver es su evolución política. Lo primero que hay que ver es cómo estaba organizado el poder en los 80, porque dentro de la organización del poder que había no era posible que Daniel Ortega tuviera todo el poder. Las decisiones que se llamaban estratégicas, políticas y militares se tomaban en el seno de la Dirección Nacional, de la cual Daniel Ortega era un “primus inter pares”, y había muchas pugnas de poder en la Dirección Nacional, y generalmente esas pugnas terminaban en que le bajaban el piso a quien se quería elevar más, porque nadie podía tener ningún nivel más alto que otro. Recuerdo que Herty Lewites, que fue jefe de protocolo en un tiempo, me decía con mucha gracia que el puesto más complicado en el gobierno era ser jefe de protocolo, porque había cinco miembros de la Junta de Gobierno y nueve miembros de la Dirección Nacional a los cuales, a todos, había que acomodarlos en primera fila. Y había mucha pugna de quién estaba delante del otro.

Había unos egos bien grandes.

Muy grandes. Y a los cuales la misma Dirección se encarga de aplacar. Porque las reuniones de la Dirección Nacional, que se celebraban en un cajón cerrado allá en la Secretaría, donde siempre está Daniel, comenzaban con una crítica y autocrítica. ¡Era una serruchadera de piso! Era pinchar los egos como globos…

Pero en esa evolución política de Daniel Ortega, ¿usted ve algunos visos del Daniel Ortega con quien trabajó?

Yo creo que hay una metamorfosis de Daniel Ortega en caudillo. Antes no podía serlo por lo que te decía, por la estructura de poder. Pero una vez que él rompe todos los lazos y se acaba esa Dirección Nacional colectiva, que se va desmantelando poco a poco, el partido deja de existir como tal y se vuelve un caudillo tradicional como muchos otros de la historia de Nicaragua, con todos los poderes en la mano.

¿Usted la da algún crédito a la comparación que se hace de Ortega con Somoza?

En la acumulación de poder sí, pero muchas veces esta comparación pierde credibilidad porque la gente aquí no recuerda al último Somoza como alguien que tenía todo el poder concentrado en la mano, sino como alguien represivo, de asesinatos masivos, de cárceles llenas, de los presos políticos, y eso no es Daniel Ortega. Esa diferencia hay que establecerla en aras de la honestidad.

Y quien más insiste en esa diferencia es Tomás Borge.

Es que eso es cierto. Aquí en Nicaragua no hay presos políticos. No hay asesinatos. No hay patrullas que te saquen de tu casa y te desaparezcan. Que hay una acumulación de poder desmedida en la mano de una sola persona, esa es otra cosa. Y yo creo que en ese sentido Daniel Ortega tiene más poder que el que nunca tuvo Somoza. Los Tribunales de Justicia. Somoza intervenía en la administración de justicia de manera muy moderada. Aquí los asuntos particulares se dilucidaban de acuerdo a los términos judiciales. Hoy no. Hoy todo juicio se vuelve político de acuerdo con la voluntad del poder. Claro, el viejo Somoza tenía su (Modesto) Salmerón, que era quien le contaba los votos. Y el Consejo Supremo Electoral se parece mucho al tribunal electoral de Somoza porque no tenía la más mínima credibilidad.

¿Ortega y su grupo están trabajando en un proyecto a largo plazo o hay improvisación?

Yo creo que es algo muy bien planeado, a largo plazo. Pueden en determinado momento aparentar improvisación o falta de pericia, pero hay un proyecto muy a largo plazo. Yo he oído a alguna gente del Frente que dice que aquí lo que hay que crear es una verdadera burguesía que no existe y que quienes la van a crear son ellos. Y eso es parte de un proyecto de poder que no es precisamente revolucionario.

¿Usted ve a Daniel Ortega dejando el poder por los votos?

No. Eso no está en su proyecto. Después de esta reelección habrá otra reelección porque no hay sustituto. El poder de Daniel Ortega no es sustituible. Si no, veamos la experiencia: todo el que ha querido ser una alternativa al poder de Daniel Ortega, en mi caso, o en el caso de Herty Lewites o de Nicho Marenco, fuimos decapitados.

¿Cuáles serían las contradicciones que podría enfrentar el orteguismo?

Toda concentración de poder lleva al desgaste y a las contradicciones. El poder deteriora, pero el poder absoluto deteriora completamente.

¿Y cuál es la fuente del poder de Ortega? ¿El Consejo Supremo Electoral?

Yo creo que su fuente más importante es el Poder Judicial. El Consejo Supremo Electoral tiene un papel circunstancial, se le necesita cada vez que hay elecciones, pero el Poder Judicial tiene un carácter permanente.

¿Y el Ejército?

Hay el intento de Daniel de copar el Ejército, pero yo no creo que lo haya conseguido. El Ejército es una institución que sabe cuáles son las reglas del juego en esta sociedad. La credibilidad real del Ejército depende de su profesionalismo.

¿Cómo vio los datos de la última encuesta? Ortega consigue puntajes que nunca había tenido.

De 47 por ciento, sobre 55 por ciento de la gente que declara que va a ir a votar. Hay un 45 por ciento de votantes que no ha decidido si va a votar o no. Y del 55 por ciento que aceptó llenar la boleta, el 20 por ciento devolvió la boleta en blanco. O sea, no es un 47 por ciento sólido. Claro, a la hora de hacer las cuentas también Fabio Gadea baja al 7 por ciento y Arnoldo Alemán se queda en el 3, por lo tanto Daniel Ortega sigue conservando una distancia bastante apreciable. ¿Será posible que se dé una polarización del voto entre Daniel Ortega y Fabio Gadea? A eso no se le puede dar respuesta todavía. Y la otra cosa que yo me pregunto, como ciudadano, el próximo 6 de noviembre, cuando vaya a votar, aquí en esta escuela donde yo voto, ¿va a pasar con mi voto lo mismo que en el 2008? Que me lo robaron, que me lo escamotearon, que no aparece. ¿Voy a volver a alzar mi pie yo y que me vuelvan a robar mi voto? Esa es una decisión que yo debo tomar. Y me parece que ese 45 por ciento que no rechaza la boleta y el otro 20 por ciento que la devuelve sin llenarla, a lo mejor está pensando lo mismo que yo. Y la otra cosa, y aún más de fondo: nos estamos enfrentando a una candidatura absolutamente inconstitucional e ilegal.

Daniel Ortega podría ganar por las buenas. ¿Por qué cree que no se juega esa carta?

Sus problemas comienzan desde que él no pudo reformar la Constitución. Los votos que faltaban se pusieron muy caros en el mercado. Llegó un momento en que en la Asamblea se subastan los votos, eso lo dicen los mismos diputados que están adentro. Se trata de no correr ningún riesgo. Si las elecciones no tienen credibilidad porque la candidatura de Daniel Ortega es inconstitucional, qué importa que Rivas cuente los votos. Daniel Ortega no va como en el pasado por una mayoría relativa, va por una mayoría absoluta y va por los 56 votos que necesita en la Asamblea para reformar la Constitución.

¿Habría costos a nivel internacional que pagaría un gobierno electo de esta forma?

Hay un cálculo de tolerancia de la comunidad internacional. A cualquier país que vos vayás la credibilidad de Daniel Ortega es cero. Él no tiene nada que perder. Pero una cosa es la falta de credibilidad y otra cosa es la tolerancia, y yo creo que hay una gran tolerancia. Nadie está enfrentando a Daniel Ortega por ser un candidato ilegal, ni siquiera Estados Unidos.

Si Daniel Ortega no podrá ser sacado, según su opinión, con los votos, ¿qué queda? ¿La guerra?

No, no. Yo no deseo ninguna guerra. No sé qué ira a pasar, pero lo último que yo espero que pase es una guerra civil. No podemos seguir en Nicaragua buscándole solución a los problemas por medio de las armas. Tiene que haber una salida pacífica de algún modo. Que nunca más se derrame una gota de sangre por razones políticas.

1304207218_201-DOM- entrevista3
MUJERES EN CONFLICTO CON LA SOCIEDAD

La Fugitiva es la historia de una mujer, Amanda Solano, en conflicto con la sociedad que le tocó vivir. Para construir esta novela, Sergio Ramírez utiliza las voces de tres mujeres para construir un retrato de la sociedad costarricense, “conservadora y en transformación”.

¿Cuál es la historia de esta novela?

Lo que pasa es que escribir una novela es un proceso mucho más largo que teclearla. Yo diría que esta novela comencé a escribirla en 1964, cuando yo llegué a Costa Rica y me enamoré de este personaje de la vida real, Yolanda Oreamuno, que tenía esta historia de misterio, su desazón frente a la sociedad, su desasosiego, su rencor con una sociedad que ella sentía que no la entendía como mujer, con lo que ella quería ser. Y cuando yo llegué a vivir, en ese año de 1964, sus restos estaban recién repatriados. Y siempre se hablaba de ella de una manera conflictiva, a “sotto voce”, no estaba en el panteón de los héroes costarricenses, siempre estaba aparte. Y cuando vi su fotografía me deslumbró su belleza. Uno se puede enamorar de un fantasma. Y luego leí lo que había escrito y también me subyugó mucho. Y para mí fue desde entonces un personaje, y ese personaje yo lo cargué medio siglo.

Pero usted aclara que se trata un trabajo de ficción.

Claro, porque escribir una biografía de ella no me interesaba. Una biografía de este personaje se quedaría en los límites de un personaje costarricense, y yo lo que quería era trasformar a esta persona en un personaje de una novela, por lo tanto con otro nombre y con toda la libertad mía para imaginar y no atenerme a los hechos de su vida.

¿Y cómo los lectores sabremos cuánto de eso es verdad y cuánto ficción?

Eso ya no se puede saber. Porque el trabajo de una novela es un trabajo de fundición, de refundición, hay frases de ella que están ahí, pero que están alteradas, adulteradas, transformadas, ella es ella y no es ella, porque es un personaje de novela. Yo lo que pretendo es contarlo como si fuera algo real. Cuando yo decidí que ya estaba maduro para escribir esta novela, después de tantos años, ya tenía la forma como la iba a escribir, había tomado la decisión de que iba a ser narrado por tres voces, tres mujeres. Es decir, tomé la decisión más difícil que es narrar desde tres mujeres, no narrar yo que es lo más directo. Yo entro en la novela acompañando a este periodista de La Nación, mi entrada es la de un periodista, como un reportaje minucioso, detallado, que es lo que le da la entrada al libro. Y después yo soy el entrevistador y voy a buscar a estas tres mujeres, dos de ellas en Costa Rica, la otra en México, pero yo soy el entrevistador que además elige la técnica de sacarse de la entrevista y dejar hablar al entrevistado, es decir, eliminar las preguntas.

¿Sintió que estaba escribiendo una novela feminista?

No, porque mi personaje no es feminista. Mi personaje es femenino, que yo creo que ahí hay una distancia. Yo entiendo que el feminismo es una posición de defensa del género, de la igualdad de la mujer y ella no fue eso. Ella lo que defendía era a sí misma, defendía su posición en la sociedad, su derecho de ser mujer, de elegir sexualmente, que eso era una gran aberración entonces, de elegir su estilo de vida, por eso es que tampoco cabía en el matrimonio.

En la novela hay un retrato de Costa Rica, a través de los personajes, que no habla muy bien de ella.

Porque ellos tienen un litigio. Mis personajes tienen un litigio con la sociedad costarricense, sobre todo la última, Manuela Torres, que se ha ido del país porque su lesbianismo no es tolerado. En los años 30, imaginate. Si hoy difícilmente se tolera el lesbianismo, ahora imaginate en los años 30. Ella tiene esa inquina con la sociedad que la expulsó, según sus cuentas.

En cambio, sobrevive en una sociedad mucho más machista, la mexicana.

Exactamente. Esa es la contradicción, porque los personajes también son muy contradictorios. Amanda Solano, mi personaje, renuncia a la nacionalidad costarricense, se hace guatemalteca, pero en Guatemala tampoco se encuentra ella misma y se encuentra en México, tanto así que muere en la más absoluta soledad, en la más absoluta pobreza. Por eso el título La fugitiva , porque es una mujer que siempre está huyendo de sí misma, huyendo del país, huyendo del medio, porque no se encuentra por ninguna parte.

Ahora, las opiniones sobre la sociedad costarricense las dan los personajes, no soy yo. Claro, yo soy el novelista, soy el titiritero. Son opiniones además muy contradictorias, porque si vos te fijás bien uno tiende a ver a Costa Rica como un producto final, una sociedad democrática, desarrollada… La verdad los niveles de educación, de salud, son mucho más altos que los del resto de Centroamérica, el Producto Interno Bruto de Costa Rica es 10 veces más alto que el de Nicaragua. Eso es una cosa muy seria y, claro, esa es la causa de que haya tanta migración hacia Costa Rica. Los salarios son más altos, las condiciones de la seguridad social, la educación, la salud, servicios hospitalarios, pero eso no es gratuito, hay un proceso que está contado en la novela de cómo esa sociedad pugna por el cambio en el siglo XX. Una sociedad muy conservadora socialmente pero políticamente sufre grandes transformaciones. En la novela el lector se va a dar cuenta que Costa Rica no es una sociedad inocente, no es una sociedad bucólica.

Hay una intención suya de retratar precisamente eso.

Es que es inevitable. Amanda Solano está en conflicto con esa sociedad, ¿pero quién es esa sociedad? ¿De dónde nació? La caficultura del siglo XIX, la ambición de los que ya tenían dinero de ser como Europa, un país de inmigrantes europeos como no los ves en ningún otro país centroamericano. Es una sociedad que se ha considerado ella misma más europea que el resto de los países centroamericanos. De ahí vienen muchas diferencias. Alguien tenía que hacer el retrato de esa sociedad y yo lo pongo en manos de mi personaje, que es la intelectual, esta mujer anciana que ella interpreta la historia de su propio país y como Amanda Solano entra en conflicto con esa sociedad.

¿Va a presentar esta novela en Costa Rica?

Sí, está fijada para la tercera semana de mayo.

¿No ha tenido reacciones?

Todavía no, porque no se ha leído, pero yo sí espero que habrá polémica, porque en primer lugar yo estoy haciendo una radiografía de Costa Rica como nicaragüense. Eso es inevitable. Estoy metiéndome con un personaje de la vida social de Costa Rica, aunque sea a través de estos personajes y tiene que haber polémica, y yo la espero.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí